Es el Cristo moreno, de lila y espesos brocados, juez de jueces y carne de proceso, Cristo de todos los cristos. Limpias, el del gran poder, el Cachorro, el de los esclavos y de los rescatados y de todos los que en el mundo son cristos y lo han sido. Humillador de emperadores y reyes, su pie archivo de ADNs oligofrénicos, morganáticos, endogámicos. El que a los sones del txunta-txunta español cuadró al generalísimo y a todo el generalato. El Cristo de las Españas, de las que se fueron, de las que están en fuga. Y de la carpetovetómica: la de Pelayo, el Cid, Franco y Gomá, Aznar, la AVT, Cañizares y todos los valores eternos. Es el Cristo de Medinaceli. El que destapa la caja de los milagros los primeros viernes de cuaresma, el que de cada tres peticiones, -dineros, suerte en los exámenes del hijo y resignación- concede siempre una.
Trescientos mil devotos. Trescientos mil donativos. No pasará hambre el Cristo. De nuevo los padres franciscanos podrán bendecir y repartir muchas hostias, y muchas caridades. De Murcia, de Andujar, de Don Benito, de cualquier lugar de la España que reza y clona rosarios y cacatúas. El Cristo Institucional, el de la conferencia episcopal, el de la gruesa cuenta bancaria, el de los guerrilleros de Cristo Rey, el de la benemérita, el de la capellanía militar. El que nos puede arrojar al averno por nuestras liviandades, orgías y aberraciones sexuales.
De la basílica se derraman vaharadas de incienso y cera quemada. No se adivina el final de la cola, la fe o el fanatismo o la ignorancia o la curiosidad o…
-Ha venido la infanta al besapiés y pasó a mi lado…
-Ahí, una ha pagao a un muchacho doscientos euros por la vez…
-No hay dinero para pagar un besapiés al Cristo.
La señora follonera, porque prácticamente todas eran señoras, gritaba al munipa porque se le habían colado. El jubilata despedía con cajas destempladas a los recién casados de Lugo: «¡Que no es la cola del Prado sino la del Cristo! ¡Cómo tengo que decirlo! El nieto soltaba la mano de la abuela: ¡Me vas a matar, se va a enfadar Jesusito!
-Son muchas horas señora.
-Treinta llevo, me lo había traído para una hora su madre; tres van a hacer…
-Estas jóvenes de hoy son unas aprovechadas, se lo digo yo…
-Es que como le ha salido un restaurante…
La reportera de una TV estatal:
-¿Qué va a pedir al Cristo?
-Sólo quiero verlo pa decirle que convierta a esos de ETA y los vascos y a los moros. Pero se han acabado los pases -llora el jubilata.
-Yo, que me saque de la depre.
-Yo que cure a mi padre.
-¿Qué tiene?
– El corazón, son 84 años.
-Yo, a ver si hay una casa pa mi hija.
-Yo unas oposiciones pa mi hijo.
-Yo una primitiva, a ver si vamos viviendo…
Ya florecía la luna. Dentro se empujaban las misas, los claveles, los cirios y los arpegios del órgano, ya en decadente solemnidad.
El vicario general se retiraba. Los frailes organizaban los bien nutridos cepillos. Los faroles del de Medinaceli empujaban nerviosos las sombras de la noche, sin poder apaciguar el tiritar de los devotos.
Es un cristo de raza. Cristo de Reyes, príncipes y emperadores, de púrpuras y hopalandas. De generales y de cancilleres y de la «jet society», la que se embadurna de joyas para el besapiés.
Dicen…dicen… que los creyentes de baja ralea: peones, emigrantes, mendigos, prostitutas, andan por ahí buscando su Cristo. No les importa que esté feo, sucio y ensangrentado. Posiblemente no esté el tal Cristo como para pedirle nada, pero al menos, podrán acercarse en las noches tristes, a llorar con él.