El comportamiento de los japoneses

El pueblo pesquero de Ishinomaki, en la prefectura japonesa de Miyagi, se convirtió en el centro de atención de todo el mundo al conocerse que 10.000 de sus habitantes se encontraban desaparecidos tras el tsunami que arrasó la región. Pocos días después, la televisión japonesa NHK explicaba cómo los supervivientes de dicha ciudad comenzaban a organizarse en grupos para distribuirse las tareas. Las imágenes también mostraban la forma en que se prestaba especial atención a los niños, por ejemplo, racionando la comida de forma que les correspondiese la mayor cantidad de alimento, mientras que algunos adultos se alimentaban exclusivamente con dos onigiri, o bolas de arroz, al día.

Tras las imágenes de destrucción provocadas por el terremoto y el posterior tsunami, el mundo entero ha quedado muy sorprendido por el comportamiento de los ciudadanos de la región de Tohoku y por otras imágenes televisivas provenientes de Japón que ahora mismo representan las principales muestras de esperanza ante las calamidades ocurridas.

El estoicismo, el respeto y el orden con el que se están comportando los japoneses de la región más afectada por la catástrofe natural está maravillando sobre todo a aquellos que no han tenido la oportunidad de visitar nunca este país asiático. Un comportamiento que está limitando en la medida de lo posible las devastadoras consecuencias de una catástrofe de esta magnitud y que contribuirá de forma decisiva a la futura reconstrucción de todas las prefecturas afectadas, una vez la variable de la crisis nuclear pueda ser resuelta.

Muchos de los informadores europeos han cogido rápidamente el sayo del orientalismo posmoderno para afirmar que el comportamiento de los japoneses es lógico teniendo en cuenta que se trata de una sociedad con un fuerte bagaje cultural confuciano, en el cual el grupo siempre prevalece sobre el individuo.

Sin embargo, en muchos de los casos los comportamientos y decisiones de los japoneses se basan en principios mucho más individualistas de lo que a priori este argumento defiende. Lo que en realidad sí prevalece es un respeto de las normas establecidas a pesar de la situación de alarma. Esto es debido fundamentalmente a la estricta educación recibida que busca constantemente la cohesión social, a la preparación adquirida gracias a las lecciones extraídas de experiencias dramáticas pasadas y a un pragmatismo derivado de la idea de que el colectivo puede hacer frente de forma más eficaz a una catástrofe de estas dimensiones.

De igual manera, también se ha hablado de la falta de expresión de los sentimientos a pesar de la situación. Seguramente se trata de una exageración puesto que las televisiones japonesas han ofrecido constantemente imágenes de personas que daban muestras de su desesperación al no encontrar a sus familiares entre los escombros, o de mujeres y hombres llorando ante la impotencia de la situación. Lo que ciertamente no ha habido, a pesar de la hirperbolización de ciertos medios de comunicación, han sido imágenes constantes de pánico y desesperación de los ciudadanos japoneses.

De nuevo en este caso, la cohesión social, la experiencia y el pragmatismo son variables explicativas, junto con dos conceptos simplificadores de la realidad sociológica japonesa, pero que la hacen más comprensible a nuestros ojos.

Hablamos de tatemae y honne. El primero hace referencia a aquello que por posición o cargo en la sociedad un japonés debe decir y hacer, y literalmente significa «fachada». En este caso, sería el relativo control de la situación y la tranquilidad mostrados. Mientras que el segundo concepto hace referencia a aquello que realmente piensa y querría hacer y decir una persona, pero que al mismo tiempo considera que puede resultar inconveniente o excesivamente directo. En este caso, por ejemplo, sería la sensación de incertidumbre, pánico o desesperación. En una situación de un dramatismo de grandes dimensiones, un comportamiento de pánico no contribuye a superar la situación y, en líneas generales, suele prevalecer el tatemae.

Este tipo de comportamientos, que a veces producen incredulidad entre muchos europeos e incluso en algunas ocasiones conllevan problemas sociológicos reseñables dentro de la sociedad nipona, sin duda, en una situación catastrófica como la actual, tienen un valor añadido, como hemos podido comprobar a través de las televisiones.

Además, estos comportamientos pueden ser fuente de esperanza, dado que precisamente este carácter ha permitido al pueblo japonés rehacerse de otras terribles calamidades a lo largo del siglo XX y seguro que serán claves en la nueva fase de la historia de Japón que probablemente dará comienzo cuando se ponga fin a los problemas inmediatos que todavía están por resolver.

Coordinador de programas económicos y cooperación de Casa Asia y profesor de historia de Japón en la Pompeu Fabra.

 

Publicado por El Periodico de Catalunya-k argitaratua