El castillo de Amaiur y el señor Muruzábal

dentro de muy pocos años, concretamente en los años 2021 y 2022, se cerrará en su fase esencial el ciclo del V Centenario de la Conquista de Navarra, con las efemérides de la batalla de Noáin (1521) y el castillo de Amaiur (1522). Y con ello seguramente tendremos ocasión de trasladar a la sociedad el debate sobre aquellos años transcendentales, al estilo de lo que ya ocurriera en 2012. Sea como fuere, y como queriendo tomar la delantera en este debate, José Mª Muruzábal publicaba hace algunos días un artículo de opinión sobre el castillo de Amaiur, donde pueden leerse algunas sorprendentes cuestiones. Es frecuente que algunos medios de la derecha faciliten sus tribunas de opinión para que personas, cuyos méritos radican más en su militancia política que en su conocimiento específico de los temas, pontifiquen hoy sobre educación, mañana sobre movilidad sostenible, pasado sobre política lingüística y al otro sobre cualquier otra cuestión. Y una de estas personas es el señor Muruzábal, que en esta ocasión elige el tema de Amaiur como objeto de sus diatribas.

La verdad es que el texto del señor Muruzábal divaga entre toda una serie de lugares comunes, que tienen como principal objetivo manifestar claramente su filiación política. Toda una suerte de enorme parábola en la que termina enlazando, de la manera más absurda, al nacionalismo vasco, a las brujas de Zugarramurdi, a la candidata socialista María Chivite, al procés catalán, al concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Pamplona durante la pasada legislatura y a quien estas líneas escribe, no sin tirar de paso una coz a la Sociedad de Ciencias Aranzadi, no por su praxis científica sino por el hecho de que su razón social se ubique en la CAV. Todo un tambaleante periplo, cuajado del más evidente sectarismo, cuya escasa coherencia interna no hubiera pasado la criba de un análisis de texto en la vieja selectividad ni con el más benévolo de los examinadores.

No obstante, pasaré por alto todos estos aspectos para centrarme en el análisis de las cuestiones históricas en las que el señor Muruzábal se detiene. De entrada diré, eso sí, que se echan en falta los avances bibliográficos que en esta materia se han dado en las dos últimas décadas, que llega al debate huérfano de datos actualizados, y que luce en cambio los viejos tópicos navarristas.

Así por ejemplo, el señor Muruzábal sitúa el episodio de Amaiur de 1522 en el contexto de la guerra civil navarra, algo totalmente absurdo por varias razones. La principal de ellas es que la guerra civil estaba ya totalmente terminada años atrás, para 1507 (Adot, 2005), momento en el que los beaumonteses rebeldes fueron derrotados y su líder desterrado. De hecho, fue precisamente el final de la guerra civil, azuzada por Castilla, la que precipitó la conquista efectiva y real del reino, que era el verdadero objetivo de Fernando el Católico, como quedara demostrado hace ya muchos años (Orella, 2010). Pero es que, además, el señor Muruzábal olvida que, para cuando Amaiur es asediado en 1522, ya se habían producido otros dos hechos decisivos, como son la invasión castellana de 1512, con la subsiguiente conquista militar del reino, y su incorporación oficial a Castilla en 1515, por lo que querer enmarcar el asedio de Amaiur en la finiquitada guerra civil tan solo denota un palmario desconocimiento del periodo. La guerra civil había concluido, el reino había sido conquistado e incorporado a Castilla, y los legitimistas, con los reyes de Navarra al frente, no aceptaban tal hecho. Y punto. Y si al señor Muruzábal le quedan ganas de insistir en que el episodio de Amaiur es uno más de los enfrentamientos entre beaumonteses y agramonteses, podría tal vez explicar por qué entre los defensores de Amaiur no había tan solo agramonteses, sino que había también destacados beaumonteses como Luis y Víctor de Mauleón. En el colmo del despropósito, asegura Muruzábal que en Amaiur “lucharon básicamente navarros contra navarros”, ignorando que hoy se conocen incluso algunas de las unidades militares españolas enviadas a Navarra, con el mismísimo virrey español conde de Miranda a la cabeza. Increíble.

Por supuesto, no podía el señor Muruzábal dejar pasar la ocasión de subrayar el “pérfido” papel de los vascongados en la conquista de Navarra, cayendo en aquel curioso tópico de la historiografía navarrista de “bendecir” la conquista de Navarra, pero “maldecir” a los vascongados por participar en ella. Y obviando para ello que la participación vascongada era consecuencia de la conquista previa de 1200, al igual que a partir de 1530 navarros del sur, enmarcados en unidades bajo mando castellano, se enfrentarían a sus hermanos navarros independientes del norte. Y es que para cualquier análisis maduro este hecho sería, simplemente, una consecuencia de la propia dominación. Por cierto que no puedo dejar de recomendar al señor Muruzábal la lectura de las actas de los congresos sobre la conquista de Navarra celebrados en Viana, Oñate y Pamplona entre los años 2010 y 2012, cuya dirección técnica tuve el honor de ostentar. Allí encontrará datos sobre el bando publicado en Vitoria por orden castellana el 27 de octubre de 1512, amenazando de muerte a los vitorianos movilizados que no acudieran a la conquista de Navarra (Sánchez Aranaz, 2012).

Lanza finalmente el señor Muruzábal una furibunda mirada sobre el castillo de Amaiur en la actualidad, quejándose de que hoy ondee allí una “pseudo bandera” de Navarra, y paseando una vez más su desconocimiento sobre este tema. Y es que la bandera que allí campea es la roja de Navarra, eso sí sin corona, pero con el carbunclo pomelado de su escudo, tal y como aparece en el Libro de Armería del Reino de Navarra. Muy parecida, probablemente, a la bandera roja y “con ciertas bandas de color de oro” que el soldado castellano Luis de Correa dijo ver a los navarros del mariscal Pedro de Navarra en Pamplona, en la carga de caballería del 27 de noviembre de 1512.

Termino ya. No se le conocen al señor Muruzábal aportaciones bibliográficas significativas en el periodo de la conquista de Navarra, pero esta es una cuestión que tiene remedio. Faltan 2 años para la efeméride de Noáin y 3 para la de Amaiur, y tal vez entonces seamos capaces de articular un debate real y efectivo en torno a este tema. Y lo digo porque en el año 2012 fuimos unos cuantos los historiadores navarros que invitamos al debate y a la discusión científica, y el señor José Mª Muruzábal ni se dejó ver. ¿A la segunda la vencida…?

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