El carnaval de la política

EL verdadero carnaval lo voy detectando todos los días del año. Uno lee dos o tres periódicos del país y alguno foráneo. (…) No soy un hojeador ni ojeador que pasa fugaz su vista por las páginas sin detenerse más que en las letras grandes de los titulares. Se contraen mis retinas en las fotografías que ilustran sus informaciones; imágenes de caras conocidas de políticos o políticas en activo. Y hoy me he preguntado al ver el rostro de uno de ellos. Doña Yolanda Barcina, que por cierto mucho se prodiga. ¿Ésta lleva una máscara en el rostro? ¡Sí, la lleva!, me digo. El político (hay excepciones) cuida su imagen, su arte eocénico. Tiene asesores para su transmutación. Su negro o negra. Ha convertido su forma de ser natural y transparente en una imagen ficticia, opaca, con careta, para presentarse al gran teatro del mundo. Ha cambiado totalmente el proyecto de sus estudios universitarios por un proyecto político a base de publicidad.

Y yo, ante este inesperado análisis, puedo tener el alma de un arrantzale o baserritarra, empleado o estudiante, o lo que soy, un anciano de 90 años, y siento que me salta del pliegue que en mi alma yace olvidado, un ratoncillo juguetón que dibuja airosamente en el negro encerado de un anuncio de mi periódico, este pensamiento: ¿es honesta esta publicidad?

Observo la máscara de mi política, y sin otra idea nueva pienso que con ella todo es posible expresar y prometer mucho y ocultar más, porque está, unas veces henchida de oportunismo y otras de mentira y de autoritarismo. Esta máscara que se ha posado en mi retina, ¿la veo con precisión? ¿O quizá no podré saber jamás lo que tras ella se esconde?

En este estudio recién creado, juzgo que puede actuar la máscara de una forma tranquilizadora por conveniencia, o permanecer recluida en un marco de ciertos límites que son aquéllos a los que corresponde su premeditada estrategia. Y siento de nuevo zigzaguear en mi alma otro pliegue que tenía inerme: ¿no es aquél de que nadie espera más de lo que él mismo es? De aquel refrán que dice: De fuera vendrá quien de tu casa te sacará.

Y de súbito: en este mundo político cuya razón se me escapa, cada cual sigue, oscuramente, un destino de secretos, ambiciones, también enmascaradas, ella, que tiene esperanza de dimensionar. En espera de nuevas elecciones, con intereses más altos. Los destinos se encuentran como los vuelos de los pájaros, por el aire. Pero en este inexorable sino brota una pirueta que a la postre se restablece y, entonces, en el último halito, esta máscara adquiere una apagada voz que dice: cada hombre o mujer es rey o reina de un desierto, con un fondo eterno de música ininteligible, compuesta por un director también enmascarado, cuya careta es igual a la que yo en mi política vengo vislumbrando.

Y si en las próximas elecciones colmáis de anhelos y ambiciones de Yolanda, así como Pompeyo llamó a Iruña Pompeyopolis, como García de Nájera también cambió Vasconia por Reino de Pamplona, y los sucesivos reyes a Reino de Navarra, y Sanz lo cambió a campo de fútbol, doña Yolanda nos llamará provincia española de Barcinopolis. Menos mal que yo me empadronaré en cualquier pueblo de la Baja Navarra para no dejar de ser navarro.

Publicado por Noticias de Navarra-k argitaratua