El Born: memoria, victimismo y dolor

Que El Born Centro de Cultura y Memoria haya tenido seis responsables en siete años dice mucho sobre las dudas y controversias que genera este equipamiento. También demuestra la aprensión de algunos políticos que con el conocimiento de la historia ocurra algo contrario a lo que desean. Participé en la comisión, que presidía el entonces concejal socialista Ferran Mascarell, que debatió sobre qué hacer con el yacimiento arqueológico descubierto en 2002 bajo la magnífica arquitectura de hierro del mercado. El revuelo fue considerable. Por un lado, estaban los partidarios de instalar en ese lugar la biblioteca provincial, que aún está por hacer, a pesar de las promesas. Por otro, los defensores de convertir los restos del pedazo de barrio destruido a raíz de la guerra de Sucesión en un memorial, como muchos hay en el mundo, para denunciar la barbarie de la guerra y, en concreto, el destino desdichado de una Cataluña vencida en 1714. No faltó quien tildó la pretensión de museizar el hallazgo, que es uno de los vestigios importantes del siglo XVIII europeo, como expresión de la perversión nacionalista. El antipujolismo ha hecho mucho daño a este país, tanto como los pujolistas corruptos. Está claro que, vistas algunas de las reacciones, algunas expresadas con sarcasmo y mala educación, no sé quién era más nacionalista, si el Chuky de Ignacio Vidal-Folch (1) o el esqueleto de la rata que apareció bajo las piedras y del que él hacía burla.

Los monstruos patrióticos crecen en todas direcciones. Ahora mismo, por ejemplo, el exministro de Cultura del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y exdirector del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, se ha desmelenado. En un artículo horroroso (2) tilda al Museo de Historia de Cataluña de ser “el museo del odio, de la infamia, de la mentira y del horror. Un museo como aquellos que hizo Stalin dedicados al ateísmo y al materialismo dialéctico. En estos sitios se adoctrinaba a la juventud soviética como hoy se hace con la catalana”. ¡Más vale que es de Reus! El artículo no va de museos, por supuesto, sino que se aprovecha para atacar a Pedro Sánchez y la mesa de diálogo. El presentismo es tan evidente, que no valdría la pena dedicar ni un minuto a las tonterías que escribe este nacionalista español. La ignorancia es atrevida, sobre todo si se sustituye el conocimiento histórico con la ideología que le impide reconocer la represión anticatalana del españolismo. Lo que debería hacerse con el MHC es, si acaso, renovarlo de arriba abajo, porque hoy en día está anticuado, tiene una propuesta historiográfica irrelevante y contradictoria y museográficamente es obsoleto. La nueva consejera, Natàlia Garriga, debería convocar un concurso y destinar dinero a esta renovación, de acuerdo con los profesionales del ramo de las humanidades.

Volvamos a El Born CCM. Marta Marín-Dòmine, directora del equipamiento desde hace dos meses, ha dicho que «no querría que hiciéramos de Barcelona la ciudad del dolor». El dolor no es de los intérpretes, sino de quien lo ha sufrido. Estoy seguro de que Marín-Dòmine no afirmaría eso si estuviéramos hablando de la Semana Trágica, cuando Joan Maragall reclamaba que Barcelona fuera la “ciudad del perdón”, o de aquella Barcelona que Friedrich Engels tildaba de ser una “rosa de fuego” incendiada por la movilización obrera. Huelga decir, que si los yacimientos descubiertos hace años fueran resultado de los bombardeos franquistas, el “dolor” desbordaría por el alcantarillado que rodea al mercado. De hecho, la voluntad de ocultar el dolor es contradictoria con su decisión de instalar un espacio permanente para la memoria de la Guerra Civil. ¿Por qué es menos dolorosa la guerra civil de 1936 que la de 1714? ¿Acaso las vivencias de la Guerra Civil no alimentan la “confrontación”? La memoria es un ritual en conflicto en todo tiempo. Vale la pena leer la entrevista entera que Sílvia Marimon ha hecho a Marín-Dòmine (3) para ver hasta qué punto a los responsables municipales les cuesta -como lo demuestra la inestabilidad en la dirección- encontrar una propuesta historiográfica y museográfica acorde con los componentes que integran el Born. Cuando participé en la comisión que debía facilitar un acuerdo sobre el destino de todo aquello, ya discrepé tanto de la propuesta municipal como de la que hizo Jaume Sobrequés en nombre de la Generalitat. Yo también participaba en nombre del Govern, pero se ve que representaba a otro sector, que perdió estrepitosamente.

La singularidad de mi propuesta era resultado de la singularidad del sitio. Una vez que visité las ruinas con historiadores japoneses, uno de ellos me felicitó por el acierto de cubrir el yacimiento con un edificio de hierro tan singular. Me eché a reír. Aquel hombre acababa de demostrarme que no iba tan desencaminado cuando servidor propuso unir el discurso del significado del yacimiento del siglo XVIII con el esplendor del desarrollo industrial del siglo XIX. Las ruinas representaban, digamos, la decadencia, y el mercado de 1876 era una muestra viva de la arquitectura de hierro que podía complementarse con la Estación de Francia. Además, la calle Montcada está tan cerca de El Born, que en un palmo de terreno, como aquel que dice, se podía contar la historia de Catalunya desde la época medieval expansiva hasta la modernización industrial. Mi planteamiento no tenía ni un gramo de victimismo, pero no pretendía ocultar el dolor, ni el de los combatientes de 1714, ni el de los obreros que tuvieron que triscar mucho para ver reconocidos sus derechos cuando Cataluña era la fábrica de España, cómo resumía el título de una exposición (4) que se instaló en el mercado del Born cuando las ruinas todavía no estaban al descubierto. Mi planteamiento historiográfico era nacional y no nacionalista. Cómo debe ser. En Cataluña o en Alemania o en Canadá, que es de dónde viene Marta Marín-Dòmine, y donde nunca se podría hacer un hallazgo como éste. La historia manda. Y la historia de la construcción de los Estado nación está llena de traumas. Querer obviarlo sería cómo intentar abordar el Holocausto desde una neutralidad cómplice con los perpetradores del acto criminal.

(1) https://elpais.com/diario/2002/04/08/catalunya/1018228041_850215.html

(2) https://www.elmundo.es/opinion/columnistas/2021/10/22/61713a3c21efa07a388b457e.html

(3) https://es.ara.cat/cultura/no-quiero-barcelona-ciudad-dolor_128_4163493.html

(4) https://catalegbiblioteca.museuhistoria.bcn.cat/cgi-bin/koha/opac-detail.pl?biblionumber=6843

MIRALL

El Born: memòria, victimisme i dolor