Para aprovechar los restos de la madera trabajada en su aserradero, las ramas y la leña menuda, El Irati S.A. montó en 1910 una novedosa instalación para fabricar carbón vegetal por el método de la pirolisis seca, aprovechando además el vapor producido para destilar diferentes productos químicos. Durante muchos años, una gran parte del acético, formol, acetona o metanol producido en la península, se destiló en Ekai.
Transportada la madera hasta Ekai y convertida en tablones de distintos tamaños y calibres o en traviesas, como vimos en la primera parte de este trabajo, se planteó que hacer con las pequeñas ramas, cortezas, serrines y demás desechos. Tras muchos estudios y valoraciones el consejo de administración de El Irati decidió poner una instalación junto al aserradero para fabricar carbón vegetal y distintos productos químicos por destilación como vamos a ir viendo. La demanda de esos productos en el mercado y los progresos de la industria química de la época hicieron pensar en la buena rentabilidad de esta nueva sección de la empresa (Fig. 1).
Fig. 1 El aserradero-destilería en los años 50.Fototeca Príncipe de Viana
El carbón vegetal constituía a finales del siglo XIX uno de los combustibles más usados en los hogares, especialmente de los grandes pueblos y ciudades donde conseguir leña era más dificultoso. En nuestro entorno, el carbón vegetal se conseguía en el propio monte con las conocidas carboneras o txondorras, pilas piramidales de leña cubiertas con tierra. Su lenta combustión produce el carbón y los gases y vapores escapan a la atmósfera por la chimenea practicada en su vértice. En 1661, el químico irlandés Boyle describió la pirolisis seca que consiste en la cocción de la madera en un horno metálico hermético o retorta, permitiendo así la recuperación de los vapores y gases producidos. El paso de los mismos a través de condensadores de agua, consigue su condensado en bruto, el ácido piroleñoso. De este contaminante y corrosivo líquido, se separa por simple decantación el alquitrán de madera o brea de Estocolmo que puede utilizarse como antiséptico veterinario, para calafateo o para asfaltado de carreteras. La capa acuosa contiene diversos productos químicos disueltos, como ácido acético, metanol, acetona y otros en cantidades menores. El ácido acético o vinagre de madera es conocido desde Plinio el Viejo que ya escribía en el siglo I que los egipcios lo utilizaban para embalsamar a sus muertos. Estos productos químicos hasta entonces debían importarse desde otros países de Europa ya que en la península esa industria era apenas conocida. A finales de 1909 Domingo Elizondo y su gran colaborador el ingeniero villavés Serapio Huici, partieron hacia Centroeuropa con objeto de visitar varias fábricas de destilación de madera. Tras estudiar detenidamente maquinaria y presupuestos finalmente se decantaron por el sistema Meyer de la sociedad de Hanovre Hainzholz en el norte de Alemania, a cuya casa compraron las calderas y demás maquinaria. Durante los años 1910 y 1911 se construyeron junto al aserradero varios edificios para albergar los distintos aparatos para la destilación y extracción de los productos químicos con sus serpentines, refrigerantes, condensadores y para el envasado de los productos finales. El agua necesaria se sacaba de la propia laguna y el vapor de agua necesario en las columnas de destilación, de dos grandes calderas, una tipo Meyer y otra Babcook-Wilcox empleando ambas carbón mineral como combustible. La chimenea de ladrillo de una de ellas, de 40 metros de altura y que hoy día, un poco deteriorada, aún se yergue orgullosa entre las ruinas, fue levantada por Ciriaco Galdeano natural de Azkona en el val Deierri pero afincado en Bilbo. El inteligente operario bilbaíno, como se le reconocía en la prensa local, había levantado una buena parte de las chimeneas de ladrillo en Navarra. Además del propio edificio de la destilería, otro para oficinas y vivienda del administrador, un gran almacén para el carbón, comedores, vestuarios y un taller de mantenimiento completaban el conjunto. Las retortas estaban fabricadas en palastro y protegidas en su parte inferior por mampostería para evitar el contacto directo con el fuego y cada una podía acoger cuatro vagonetas de 1,5 metros con una capacidad de 25 estéreos de leña cada una (Fig.2). Se introducían en la retorta mediante un cabestrante y tras ser calentadas durante 8-10 horas a unos 400 grados de temperatura las leñas iban poco a poco convirtiéndose en carbón. Tras acabar el proceso el mismo cabestrante arrastraba las vagonetas al interior de un cilindro también metálico situado frente a la retorta y que durante otras tantas horas iba a producir el enfriamiento del carbón mediante una permanente lluvia de agua. Inicialmente se construyeron dos retortas pero en pocos años ya eran seis, alineadas con sus correspondientes seis enfriaderos formando un conjunto de 12 cilindros apareados con el sistema de rieles y el cabestrante. El combustible empleado para el fuego de los hogares era fundamentalmente madera pero también se quemaba el serrín recuperado del taller de sierras. El humo de los hogares de las retortas salía a la atmosfera a través de otra gran chimenea, en este caso metálica. Los gases producidos en la combustión de la madera en cada retorta se recogían a un sistema de condensadores y rápidamente se licuaban formando el llamado piroleñoso en bruto. Una primera decantación durante 48 horas del piroleñoso en 10 grandes cubas de madera de 10.000 litros cada una, interconectadas dejaba en el fondo el poso o alquitrán de madera. Una motobomba elevaba el piroleñoso ya más diluido hasta la parte más elevada del edificio fabril y desde allí sucesivos destiladores en torrente iban a producir alcohol metílico, formol, ácido acético y acetonas. Para conseguir estas últimas era preciso utilizar una solución de cal viva y para ello se contaba con un pequeño horno de cal. La caliza, muy rica en carbonato de calcio (93%), se traía desde una cantera en las cercanías de la Foz de Irunberri en el ferrocarril eléctrico de la empresa. Los productos destilados se iban depositando en grandes recipientes de gres para después envasarlos en botellones de vidrio de 65 litros para su transporte a los puntos de venta.
Fig. 2 Vagoneta llena de leña antes de entrar en la retorta .Foto H. Latasa
Para finales de 1910 la fábrica estaba funcionando bajo la dirección del ingeniero Carlos Laffite. El jefe de fabricación y contramaestre era el alemán Enrique Books Winkman, hasta 1922 en que fue sustituido por Ernesto Raschee, marino sajón que fue exiliado a Iruñea desde Camerún unos años antes, durante la primera guerra mundial, junto con una compañía del ejército alemán que combatía allí. Estos militares germanos, instalados en la ciudadela pamplonesa, acostumbraban a bañarse en un lugar determinado del río Arga en el meandro de Aranzadi. Allí pusieron un trampolín para los bañistas y terminaron dando nombre al lugar como actualmente se le conoce, Paseo de Alemanes.
La fábrica era capaz de destilar 60 metros cúbicos de madera por día y producir casi 7 toneladas de carbón vegetal, 450 kilos de alcohol metílico, 150 de acetona, 700 de acético glacial, 350 de acético industrial y como producto residual 135 kilos de alquitrán (Fig. 3). La rentabilidad de la sección de destilación y carbonería fue muy alta en estos primeros ejercicios ya que la salida al mercado de los productos era fácil, por la escasa competencia. En el entorno cercano del País, solo existían dos pequeñas destilerías de madera, una en Latze-Ereñozu (Hijos de J. Puig) a orillas del Urumea y otra en Lizarrusti esta última promovida por el beasaindarra Martín Arana. Además, al quedar el estado español al margen de la primera guerra mundial y cesar las importaciones el mercado estatal se incrementó aún más. El carbón vegetal se vendía con facilidad en Iruñea, en la ribera navarra, en Zaragoza y sobretodo en Barcelona en donde era un combustible escaso en producción pero muy apreciado por las clases humildes por su precio y poder calorífico. Ambrosio Lusarreta, carbonero con almacén en el número 19 de la calle Calderería de Iruñea, consiguió la exclusiva de la venta tanto a particulares como a otras carbonerías. En su anuncio de prensa advertía que el carbón de “El Irati” es inmejorable por su pureza, pues no contiene ni polvo, ni tierra, ni piedras y para que no se confunda con otros carbones, llevarán los sacos un letrero o distintivo de la sociedad “El Irati”.
Fig. 3 El laboratorio químico de Ekai. Foto H. Latasa
La producción en Ekai fue creciendo progresivamente aunque, el movimiento obrero producido tras la revolución bolchevique la frenó y el año 1920 fue de importante conflictividad laboral. Esta afectó también a los trabajadores de El Irati que estuvieron en huelga, prácticamente general, en marzo y en diciembre de ese año por la mejora de dos pesetas en el jornal. En 1922, se firmó un importante contrato con la empresa catalana Cros por el que, esta compraba prácticamente toda la producción de ácido acético cristalizado o glacial y la de acético industrial. S.A. Cros había sido fundada en 1904 por Amadeo Cros en Badalona, dedicándose a la producción de abonos químicos para la agricultura, y el ácido acético era un producto necesario para su fabricación. La venta de abonos químicos en aquellos años, se multiplicaba rápidamente debido a las grandes mejoras conseguidas en las cosechas. La instalación de la sexta retorta en 1931 permitió llegar al tratamiento anual de 41.700 estéreos de madera y la reforma agraria de 1932 tras la instauración de la república produjo además, un gran incremento de la venta de carbón vegetal, aunque los precios del mismo bajaron.
Tras la guerra del 36, las mejoras técnicas y la práctica exclusividad de la producción en el estado español llevaron a la empresa a pensar en expansionarse en este campo de la destilación de madera. En 1940 El Irati decidió poner una fábrica de destilación a partir de madera de eucalipto en Villaverde de Pontones (Santander) pero el rendimiento tanto en carbón como en productos químicos producidos por el eucalipto era claramente inferior al del haya y solo diez años más tarde, en 1950, la instalación se vendió para dedicarla a la producción de celulosa. Siguiendo con la política expansiva promovida por Serapio Huici, El Irati comenzó a entrar también en las subastas de madera de haya del alto valle de Roncal y en 1941 construyó un gran aserradero en el municipio de Erronkari y una instalación aledaña para destilar leña, restos y recortes similar a la de Ekai. De estas instalaciones, hoy día dedicadas a la fabricación de quesos, hablaremos en otra entrega de la serie.
En los años cincuenta llegó el que podríamos considerar como el avance técnico más importante en la historia de la destilería de Ekai, la incorporación de un horno continuo sustituyendo a las viejas y ya casi obsoletas retortas. A finales de 1949 miembros de El Irati se desplazaron a Marbehan en Bélgica para conocer de cerca el funcionamiento del horno continuo SIFIC de la fábrica Lambiotte. El horno se encargó finalmente a la casa Basconia de Bilbo y fue terminado de montar en junio de 1952. Utilizando gas oil como combustible, con forma cilíndrica y de unos veinte metros de altura, era de carga superior y la madera se subía por una escala sin fin. El carbón vegetal se descargaba, ya frío, por la parte inferior del horno directamente a las vagonetas para llevarlo a las carboneras. Desde su parte superior se recuperaba el ácido piroleñoso para su posterior destilación (Fig. 4). A los pocos meses de funcionamiento sufrió el primer contratiempo con un aparatoso incendio que obligó a su parada y reparación. Este parón en la producción, en un año en que también la destilería de Erronkari estuvo parcialmente parada por reparaciones y el rendimiento de la de Santander ya estaba muy cuestionado, teniendo presente que las inversiones habían sido muy fuertes, hizo que el rendimiento financiero de la sección de destilería llegara a los niveles más bajos de toda su historia. Además de la instalación del horno continuo, en 1949 se compró a la fábrica francesa Usines de Melle la patente de un rectificador con objeto de obtener directamente el acético del piroleñoso mediante el acetato de etilo. Esta patente costo millón y medio de pesetas y el montaje del rectificador se encargó a la casa Mercier de Zaragoza. Eso supuso que ya no fuera necesario el acetato de cal para su producción, dejando en desuso el pequeño horno de cal y abandonando el transporte de caliza desde Irunberri (Fig. 5).
Fig. 4 El horno continuo y la chimenea reflejados en la laguna. Fototeca Príncipe de Viana
Fig. 5 Obreros de la destilería. Foto cortesía de T. Cosín
Con estas importantes innovaciones técnicas desaparecieron las viejas retortas que se habían utilizado durante cuarenta años y la producción de carbón se incrementó de forma importante, de 12 a 16 toneladas diarias. Sin embargo, pronto desapareció el mercado del gasógeno que en los años cuarenta, como decíamos, suponía un tercio de la producción, el consumo doméstico se redujo de forma importante y hubo que buscar otras salidas. En los últimos años una buena parte de la producción se exportaba a Francia o a una empresa gallega llamada Silicio de Sabón e incluso el cisco –el polvo y los pequeños trocitos de residuo-, se vendía a la empresa de pilas Cegasa o a Explosivos de Río Tinto. Así mismo, el cierre de la principal empresa compradora de formol, la catalana Matas y Ferrer, hizo que se abandonara la producción del mismo aunque el metanol se siguió vendiendo a la fábrica de Produits Chimiques du Ciron en la ciudad aquitana de Podensac, cerca de Bordeaux.
En 1961 El Irati S.A. ya en grave crisis, con el ferrocarril desmantelado y su producción eléctrica absorbida por Fensa-Iberduero, se integró con otros inversores en El Irati Forestal. La nueva empresa subsistió de forma precaria hasta 1981 en que se convirtió en la cooperativa Carbones y Destilados del Pirineo produciéndose el cierre definitivo de la factoría en 1991.
En la actualidad, el estado del conjunto de las instalaciones de El Irati S. A. en Ekai no merece otro calificativo que el de patético. Tras terminar su actividad sus naves fueron abandonadas y dejadas en manos de desaprensivos e incontrolados maleantes, quedando sólo edificios en ruina y basura. Sus magníficas e históricas instalaciones se van deteriorando con tal rapidez, que la fotografía de hoy es diferente a la de hace un mes. La titularidad privada de los terrenos y la declaración de suelo contaminado no debe servir de excusa para la inacción de gobernantes y responsables del patrimonio. Camino de Agoitz, mirando a nuestra derecha, la hermosa y ya renqueante chimenea del Barrio Aserradero nos invita a visitar un desolado paisaje en ruina. (Fig. 6).
Fig. 6 El paisaje en ruina. Foto VME
Bibliografía básica:
- EGIA ASTIBIA V.M. (2014). El Irati S.A. El sueño de Domingo Elizondo. Edit. Nabarralde