La Assemblea Nacional Catalana ha anunciado la convocatoria de una manifestación el sábado 13 de julio para denunciar el «golpe de estado» de los jueces que no han aplicado la ley de amnistía. En una rueda de prensa la entidad -con la dirección renovada y plenamente activada- explicó que el día 13 a las 5 de la tarde se concentrarán en la plaza Urquinaona de Barcelona bajo el lema ‘Desobedezcamos a los jueces. Independencia’. La movilización recorrerá la Via Laietana hasta la plaza Sant Jaume. Allí, la entidad quiere aprovechar para presionar al Govern y a los partidos independentistas que inicien una política de enfrentamiento efectivo con el fraudulento gobierno español y le fuercen a oponerse a «las maniobras de una judicatura en rebeldía». Paralelamente, la ANC presidida por Lluís Llach tiene previsto presentar un recurso de apelación contra la amnistía a policías nacionales investigados por las cargas del 1-O.
Bien, una vez convocada la protesta, creo que es necesario aplaudir su iniciativa y pedir a la gente que responda. Por un lado hay que ver un primer paso en la consolidación de una estrategia que contemple una respuesta unitaria a la dictadura judicial del ‘lawfare’ en la que han convertido a España, un Estado que ha dado una deriva muy clara hacia la dictadura judicial y el aislacionismo filofranquista que confirma -una vez más- que lo único que puede ofrecer España a Cataluña es represión, castellanización, desprecio y odio secular. La convocatoria recoge aquella gran constatación de que no podemos esperar ningún trato que no sea la continuidad del brutal tratamiento de los últimos siete años donde han prevalecido las persecuciones y constantes agresiones contra la identidad y el autogobierno de los catalanes
Por otra parte, la iniciativa de la ANC también muestra una continuidad consecuente de la lucha del exilio, una lucha que ahora no podemos dejar descarrilar tras el cúmulo de pequeñas victorias que ha supuesto hasta ahora con cero extradiciones y un creciente descrédito judicial de España a nivel internacional que nos confirma en la necesidad de seguir perseverando. Porque lo cierto es que es ésta la política que ha abierto la grieta fenomenal que se ha producido en el seno del Régimen del 78. La desesperación del cínico Sánchez por conservar a toda costa el poder le ha llevado a ofrecer -con todo el engaño que se quiera, pero ofrecer en definitiva- una amnistía a los catalanes que no podemos obviar qué significa. Está muy bien que el admirable compañero Roger Español renuncie a ello -también nos irá muy bien como estrategia paralela- pero no dejamos de verlo todo como un paso importante en la siembra de un desconcierto corrosivo en las filas de enemigo.
Ciertamente, esto ya no es un humillante “perdón” como los indultos, sino algo mucho más trascendente: es una admisión explícita que en realidad los catalanes no cometimos ningún crimen el 1-O. Y eso -quieras que no- hará explotar la cabeza a no pocos españoles. Es una admisión implícita que todo el “a por ellos”, toda la operación Cataluña, todo el Volkhov, el Pegasus y el Catalangate, no fueron más que un bluf criminalizador totalitario. Ya sé que ésta no es la lectura que hará ‘La Vanguardia’ ni cualquier otro medio unionista. Pero es el relato que debe ser lo suficientemente fuerte como para extender y fortalecer en beneficio propio el independentismo. Les desmonta totalmente no sólo la unanimidad de su discurso linchador sino que de paso es una bomba de relojería que ha caído en el seno de la maquinaria judicial española, que no ha tenido más remedio que caer en actitudes golpistas y anticonstitucionales que son -o deberían ser- el descrédito más absoluto del sistema judicial español.
Qué error tan grande sería quedarse en casa ahora con la cancioncilla derrotista del “ya nos han vuelto a meter un gol” y el “ay que cansados estamos” que se quiere que oigamos. No aprovechar este enorme y contradictorio grano que les ha salido en el trasero a los del Régimen del 78 sería imperdonable. ¿No vamos a aprovechar para meter el dedo en la llaga de una judicatura en descomposición que se les ha revelado golpista y rebelde? ¿Dejaremos de condenar a un Felipe González histérico al que la mascarilla de demócrata, constitucionalista y “antifranquista” se le ha caído ya para siempre, permitiendo quizá por primera vez una radiografía de la Transición como la auténtica estafa que fue? No aprovecharlo sería gravísimo porque sería renunciar al impulso moral que necesitamos para reubicarnos con fuerza en el camino de la independencia de ese estado fallido que es España. Nosotros debemos ser lo suficientemente hábiles como para explotarlo al máximo camino de la consecución de los objetivos de Estado independiente que seguimos compartiendo todos.
RACÓ CATALÀ