En el periódico DIARIO DE NOTICIAS del sábado día 18 de Febrero de 2008, en su espacio MAR DE FONDO, Xabi Larrañaga expone sus consideraciones con respecto a las consecuencias derivadas de los incidentes ocurridos en Lazkao, en los que cobra un destacado protagonismo el joven Emilio Gutierrez.
Nos parece que habría que precisar algunos aspectos, y trataremos de hacerlo con todos los respetos que nos merece un profesional que dice lo que piensa y procurando no herir los sentimientos de nadie.
Dice que «…también se enfrentará al juez quien, sumando la desesperación de tres décadas y la rabia de la víspera…«. En este país algunos llevamos más que el doble de tres décadas y muchísimas vísperas de rabia sintiendo cómo intentan destrozar el alma de nuestro Pueblo y soportando agresiones permanentes de quienes lo vienen haciendo desde hace siglos, utilizando toda clase de métodos, desde los más violentos (conquistas, ocupaciones,…) hasta los más sofisticados (legislaciones, manipulación de la Historia, descalificaciones morales…) al abrigo de esa «ley seguramente imperfecta , siempre mejorable«, cuestionada en las más altas instancias internacionales y dictada por los herederos (y continuadores) de un sistema empeñado en atentar contra nuestros derechos más elementales. (Para que no haya dudas acerca de la «imperfección» de la ley, resulta muy recomendable la lectura del libro de Joan E. Garcés «Soberanos e intervenidos»). Difícilmente puede servir para defendernos cuando ha sido dictada (insistimos en el término) para proteger la sacrosanta unidad de España, aunque para ello tengan que utilizar la violencia.
Pues bien, a una sociedad tan cruelmente tratada no nos parece que se le debe acusar de «vaga naturalidad y sumisa fatalidad«. Se nos hace durísimo decírselo a la cara a los padres, madres, esposas, maridos, hijos, en fin, al entorno de las víctimas no reconocidas por las fuerzas que dictan (de nuevo es intencionada la utilización del término) las leyes a las que hace alusión.
No es esta la primera vez que en sus reflexiones nos encontramos con una manifestación en ese mismo sentido. En la misma sección del periódico del día 10.06.2006, en un artículo que titulaba «CAFRES, PERO NUESTROS» en el que señalaba las acciones violentas contra Arcadi Espada y otros en un mitin en Cataluña, se preguntaba «qué sucede en una sociedad para que un acoso y amenaza evidentes no produzcan más que una ligera protesta y un blandengue silencio«.
Intentaremos darle una respuesta. Para ello utilizaremos el testimonio de Josep Plá. Lo hemos elegido por tratarse de una persona que nos parece que no causará rechazo por su posicionamiento político. En su libro «Lo que hemos comido», dice: «El carácter analítico del catalán ha sido muy estorbado por la Historia del País. ¡Qué Historia, Dios mío!. Cataluña es una marca. La han invadido innumerables veces por los cuatro puntos cardinales. Los primeros gobernantes lograron con mucha inteligencia la unión de los viejos condados. Crearon el país. La unión con Aragón se hizo, probablemente, para dar profundidad a la marca. Fue una unión que no dio ningún resultado: una unión sobre el papel de dos pueblos que en realidad no se querían unir, y esto es lo peor que le puede pasar a una unión. Los reyes ya no fueron tan buenos como los antiguos gobernantes, y todo lo que ha podido manifestar la historia romántica sobre este periodo, no ha servido para nada. Más tarde, entrados ya en un vasto imperio, nuestra historia se convirtió en una angustia casi permanente. De este imperio no hemos conocido ninguna ventaja, sólo la decadencia. La historia moderna ha consistido en una serie de desastres consecutivos. Un milenio de historia semejante ha generado, como es comprensible, un país de historia interna dual, nunca unánime, siempre fanático y dialéctico. Así las cosas, no ha habido tiempo para nada. La historia ha sido un constante hacer y deshacer. De una manera sistemática los valores personales más auténticos han tenido una vida interrumpida, rota. La picardía ha pasado a ser la esencia de la vida cotidiana. El catalán, como creía Maragall, a menudo ha hecho servir su tendencia al análisis para la destrucción. Y así hemos llegado a los momentos presentes«.
Lo encontramos suficientemente clarificador y, podríamos, afortunadamente, incorporar gran cantidad de pronunciamientos de destacadas personalidades de todos los ámbitos de la vida catalana que coinciden en su análisis. Con estas reflexiones. que nos parecen de una acertadísima visión, exigir una respuesta contundente en un ejercicio de responsabilidad cívica a sociedades tan largamente castigadas, nos resulta, si se nos permite la expresión, una ligereza, considerando, además, la, cuando menos, inmoral utilización por parte de la clase política de situaciones poco deseables. Una clase política cada día más alejada de la sociedad y en la que ésta ha perdido totalmente la confianza
Y volvemos a sus comentarios del artículo del día 18 de febrero pasado en el que dice que «Esa respuesta no es corriente ni colectiva, así que tampoco constituye un problema social. Es una excepción«. Nuestra apreciación es que la sociedad la constituyen múltiples excepciones. De hecho, cada persona es una excepción y no nos atrevemos a decir cuántas excepciones harían falta para que se considere un problema. De todas maneras, nos parece que la acción del joven Emilio Gutierrez no es un problema. Es una consecuencia. Puede ser un síntoma. ¿Nos atreveremos a enfrentarnos a la enfermedad, o seguiremos tratando los síntomas?.