Siempre nos habían dicho que la lujuriante vegetación del Mesozoico, con sus enormes coníferas y los extensos bosques de helechos arborescentes, constituía un paraíso nutricio para los grandes dinosaurios fitófagos. Y, claro está, si los fitófagos abundaban, los carnívoros que se alimentaban de ellos no iban a ser menos. Pero resulta que no era así. O, al menos, esa es la opinión del profesor Brian McNab, bien conocido desde hace tiempo por sus importantes estudios sobre el metabolismo y el tamaño de los vertebrados. McNab sugiere que la vegetación de hace setenta millones de años era, en realidad, comida basura para los dinosaurios. En otras palabras, a diferencia de las gramíneas actuales, que entonces no existían, aquellas plantas llenaban la panza pero alimentaban poco, pues había que invertir mucha energía en digerirlas. Y aún así, con tan pobre condumio, hubo dinosaurios que alcanzaron pesos entre seis y ocho veces mayores que los de los elefantes actuales. ¿Cómo explicarlo? El experto dice que por el Efecto Popeye (Proc.Nat.Acad.Sci., 2009).
Se preguntarán, como me ocurrió a mí, qué tendrá que ver Popeye con los dinosaurios. El secreto está en las espinacas. ¿Recuerdan cómo se le inflaban los bíceps a Popeye inmediatamente después de ingerir las espinacas? Transformaba prodigiosamente el alimento en músculo, en masa corporal, y precisamente eso es lo que, al parecer, hacían los dinosaurios. De acuerdo con McNab, los gigantes del Mesozoico tenían un metabolismo intermedio entre el de los mamíferos y el de los poiquilotermos, o animales de sangre fría (como muchos reptiles actuales). Los mamíferos usamos casi toda la energía que consumimos para mantener nuestro cuerpo en funcionamiento, incluyendo, por supuesto, en la regulación estricta de la temperatura. Los poiquilotermos, en cambio, gastan poco en mantenerse, detienen su actividad en condiciones desfavorables, así que emplean en crecer gran parte de la energía que consiguen.
Gracias a su gran tamaño, los dinosaurios lograban sin gran costo mantener relativamente estable su temperatura, y en consecuencia podían transformar con gran eficacia el alimento en masa corporal. También lo hacen así, aunque por otros motivos (el plancton tiene mucha energía y cuesta poco digerirlo), las ballenas que, como es sabido, alcanzan proporciones varias veces superiores a las de los mayores saurópodos. Tal vez las enseñanzas del profesor McNab sobre el efecto Popeye sirvan a aquellas, y aquellos, que hacen dieta: si apenas gastas, a poco que comas engordarás