Ecos de Quebec e interseccionalidad nacional

Este domingo he pasado buena parte del día comentando la situación política en Cataluña y Quebec con un diputado del Bloc Quebequois, Stephan Bergeron, con una larga trayectoria en la lucha por la independencia de su país.

 

Mientras proyectábamos, analizábamos e imaginábamos escenarios, encontrar similitudes entre nuestras naciones y los problemas que afrontan no era difícil. Las falsas promesas, la minorización planificada de la propia lengua o la desmovilización causada por la renuncia a luchar resonaban como un eco familiar fuera uno u otro quien tuviera la palabra.

 

Lo que estaba claro es que ambos movimientos necesitan una sacudida. Tanto para defender la lengua como para reanudar el camino de la independencia. Tres anécdotas/reflexiones me han llamado la atención.

 

La primera. Contaba el diputado quebequés que recientemente en una visita a París en la embajada canadiense con varios diputados, los diplomáticos se disponían a hacer todo un ‘briefing’ (1) en inglés porque uno de los diputados que formaban parte de él no entendía un borrador de francés. El diputado Bergeron se sorprendió y reivindicó que la charla fuese en francés y que en todo caso fuera el diputado unionista quien se pusiera auriculares y traducción, como así fue finalmente. Debió de ser un momento incómodo, pero también necesario. De encuesta sociolingüística en encuesta sociolingüística muchos catalanes hemos llegado a la conclusión de que debemos defender nuestros derechos lingüísticos aunque a veces esto genere incomodidad. No porque sea fácil, sino porque cierta mentalidad supremacista castellana (todo el mundo debe conocerme y yo no tengo porque adaptarme) puede acabar haciendo desaparecer el catalán de los espacios públicos y de socialización simplemente por el miedo a molestar. Como les ocurre a los quebequeses, querer caer simpáticos adaptándonos siempre a los demás no sólo no salvará la lengua, sino que puede llevarla al abismo.

 

La segunda. Hablando de la problemática del inmovilismo me recordaba una frase que a menudo le dicen a él y que espero traducir bien: “no puedes hacer florecer estirando el tallo”. Queriendo decir que no se pueden forzar las cosas y que, con cierto fatalismo, las cosas son como son. Que debemos aceptar la realidad de la vida que dicen algunos. Él me decía en cambio, que esto está muy bien, pero que las plantas hay que regarlas para que florezcan, que hay que ponerles música, cuidarlas. La desmovilización es un bucle autodestructivo, aquí y en Quebec. Y una excusa para la parálisis y el acomodo que en última instancia facilita la llegada al poder del autonomismo no independentista. No podría estar más de acuerdo.

 

La última. Quebec fue convencido de continuar en Canadá no por la fuerza de las porras, pero sí gracias a una serie de falsas promesas que nunca han sido realizadas y sin embargo el discurso de dar “la última oportunidad” a Canadá surge y resurge como si el pasado no contara para nada. Familiar. Más aún lo que les dijo un primer ministro ante un escándalo por haber favorecido a empresas unionistas en un paquete de inversiones hecho en Quebec: “cuando uno está en guerra, no mira a quién proporciona las municiones”. Cuando uno está en guerra, decía. Guerra no violenta y sutil para mantener Quebec dentro de las filas de Canadá y evitar su independencia, pero guerra sin embargo. Una mentalidad interesante que conocemos también muy bien porque esto es exactamente lo que ha hecho el Estado español para mantener a Cataluña en su interior.

 

La conversación ha continuado por otros senderos, sobre las debilidades de la división partidista tanto en Quebec como en Cataluña y las dificultades para encontrar y construir espacios en común para avanzar, deseando uno al otro lo mejor sabedores que del triángulo entre Quebec, Escocia y Cataluña las victorias de unos llevan a las de otros. Sin los referendos quebequeses de 1980 y 1995 no podría entenderse la normalización y pacificación total de la idea de la independencia en Cataluña y Escocia.

 

Todo esto me ha recordado sin embargo, que Cataluña lleva un ciclo de desmovilización e impotencia que dura ya cinco años prácticamente. Y mi impresión es que utilizar el diálogo como coartada para no mejorar lo que falló en 2017 o para evitar la represión al precio que sea no ha dado más fruto que el desinterés general.

 

Por otra parte, la ideología supremacista que emana el Estado español sumada al práctico abandono de las políticas lingüísticas y la mala práctica de cambiar de lengua a la mínima para “facilitar” las cosas a los interlocutores está llevando a la lengua a una situación más grave de la que había vivido incluso en la peor de las dictaduras. En las redes se empieza a notar una reacción, pero ahora es necesario que las instituciones hagan su parte.

 

La defensa del catalán y de la soberanía de Cataluña requiere un enfoque de lo que ahora llaman interseccional. Es necesario que todas las políticas que hagan las instituciones catalanas y municipales tengan en mente la defensa y futuro de la lengua y de la desconexión económica y política respecto al Estado español. Es necesario que cada decisión por pequeña que sea se tome con ese enfoque. Desde el impacto sociolingüístico del turismo masivo hasta las partidas necesarias para realizar una política de acogida con cara y ojos, pasando por las necesarias políticas de soberanía energética o de consumo estratégico. En el independentismo y en el catalanismo pues necesitamos una mirada interseccional, que lo abarque todo. Y tener claro que la gente está ahí, pero si se quiere la independencia será necesario que nuestra clase política de nuevo lidere con el ejemplo y esté dispuesta a pagar su precio.

NACIÓ DIGITAL

(1) https://www.cyberclick.es/que-es/briefing