El mercado no puede seguir siendo el centro de la economía y si éste quiere perpetuarse no tendrá más remedio que supeditarse a las leyes físicas de la naturaleza. En un mundo limitado como el nuestro desde la ciencia se sostiene que deberíamos prestar una atención especial a las leyes de la Termodinámica, deberíamos buscar la consecución de la sostenibilidad, es decir, el equilibrio entre el uso que el sistema económico hace de los recursos naturales y la posibilidad de regeneración de los mismos. Si queremos sobrevivir a nuestro fatal destino al que nos conduce nuestra esclavitud y supeditación al lucro y a la usura, la economía deberá incorporar aquellas nociones biofísicas centradas fundamentalmente en principios y/o postulados energéticos que son los que, verdaderamente, explicarán nuestra viabilidad económica. En otras palabras, deberá ser sostenible.
Sabemos por la 1ª Ley de Termodinámica que la materia y la energía ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman. Por la 2ª Ley de Termodinámica o Ley de la Entropía, sabemos que la materia y la energía se degradan continua e irrevocablemente. Así pues, podemos acordar que lo que confiere valor económico a las materias primas y la energía es su disponibilidad para ser utilizadas. La forma disponible de la energía es la única forma que les sirve a los seres humanos para realizar trabajo. A la parte de la energía que no puede utilizarse para producir trabajo se conoce como entropía. A medida que generamos más basuras convertidas en desperdicios de difícil reutilización los niveles de entropía del sistema siempre aumentan. La economía tradicional se ha despreocupado siempre por el marco biofísico en el que se desarrolla la actividad humana. En su ecuación fundamental todos los factores son ilimitados. No tiene en cuenta su condición de sistema abierto y dependiente de la energía que intercambiamos con la naturaleza. Cuando se trata de un sistema termodinámicamente cerrado, la 2ª Ley de la Termodinámica nos establece que el crecimiento de la entropía de cualquier sistema viene marcado por la degradación energética que sufre dicho sistema. Por lo tanto, el crecimiento exponencial de la economía mundial es imposible. Es decir, la consecuencia económica de esta idea supone que los procesos tienen limitaciones que les impiden explotar infinitamente los recursos perecederos, por mucho capital o tecnologías que utilicemos para ello.
El principal objetivo de la economía debería ser la autopreservación de la especie humana. La amenaza del cambio climático es tan grave que sólo el hecho de continuar haciendo más de lo mismo -poniendo en peligro la viabilidad de la especie humana- debería condenar a los gobernantes por imprudencia temeraria, acompañados de los consultings chupaculos que les rodean y arropan para desgracia nuestra. A su vez, los bienes que producimos deberían ser clasificados en base a su potencialidad para ser utilizados también en el futuro, y no en base a sus precios especulativos. De este modo, la ciencia y la tecnología podrían ser más útiles a la hora de buscar soluciones económicas a la gestión de los recursos del territorio, de forma que se asegure la viabilidad sostenible de la producción. Las reservas de materias primas, los niveles de reutilización de los residuos, así como los niveles de precios y demanda, actuales y previsibles, en el futuro, son factores clave.