Un periodista de la televisión inglesa se acercó al baserri reclamando ayuda. Quería hacer unas encuestas entre la gente sobre lo que opinaba de que las víctimas fueran a las aulas. Había conseguido testimonios de quienes estaban totalmente en contra, pero no encontraba a nadie a favor. Después de llamar a los «fachillas» del pueblo, comprobamos que tampoco ellos estaban a favor. Se despidió de nosotros incrédulo. Ante nuestro fracaso, decidió irse a la vecina Vitoria. Ahora bien, el periodista sí percibió la «desvergüenza» del nacionalismo español, que no conoce límites, dijo, y la timidez del nacionalismo vasco. «Timidez -dijo-, por no decir cobardía o torpeza, o ambas cosas a la vez». En relación a lo de llevar el tema a las aulas, explicó, se había encontrado con que los españoles decían que había que evitar situar en el mismo plano la violencia terrorista con otras «expresiones» de la violencia.
O sea, se explayaba, que hay una violencia mala y perversa, la de ETA, y otra que ni siquiera es violencia ni terrorismo, sino que son «expresiones». O sea, incidía, que torturar hasta la muerte es un arte, una expresión, si quien lo hace es
El periodista busca entre sus papeles y encuentra un recorte de El País en el que Aizpeolea incluye las torturas y asesinatos de Lasa y Zabala, cometidos por
Y ante tamaña desviación lógica y pedagógica, dice, el nacionalismo vasca calla y no se planta. ¿No son sus hijos los que van a ser educados? ¿En qué país estoy? No entiendo nada, dice el periodista inglés mientras recoge sus cosas y se va para Vitoria, dejándonos con nuestro fracaso y nuestra impotencia