Recupero un texto que he encontrado reorganizando el disco duro de mi portátil. Se trata de una respuesta que di en su momento, hace un año ya, a cierto personaje al que me he referido en anteriores entradas. Aquél que nos quiere hacer a los navarros, maños a golpe de navarroaragonés. Respondí a sus denodados intentos en un tono que yo pretendí que fuera jocoso, por aquello de quitar hierro al asunto, pero que a él le debió de saber a cuerno quemado, pues su réplica fue la de quien se siente profundamente ofendido. Uno nunca sabe cómo acertar. Decidí, por ello, reformular mis argumentos desechando cualquier ironía, y de ahí nació la entrada, mucho más seria, ‘De los creadores de ‘los navarros no sois vascos‘. No me resisto, en todo caso, a compartir aquella primera respuesta, pues no la encuentro exenta de gracia e ingenio. Hasta tal punto alcanza mi… ¿narcisismo? Yo prefiero llamarlo amor propio.
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Tienes toda la razón. Es tanto lo que nos ha unido a lo largo de los siglos, y lo que nos sigue uniendo… Empezando por lo señalado ya en el siglo I a.C. por Estrabón: “Después está la Iacetania, que tiene por ciudad principal a Pompelon”. Calla, calla, que me he saltado una línea, y en realidad dejó escrito: “Después, por encima de la Iacetania, está la nación de los vascones, que tiene por ciudad principal a Pompelon”. Mucho más tarde Picaud, en el Codex Calistinus, señalaría que “navarros y aragoneses son muy semejantes en cuanto a comidas, trajes y lengua”. ¡Ay, no, que patino, que se refiere a los “navarros y vascos”! Diversos pasajes del Fuero General de Navarra utilizan, en el siglo XIII, la voz “aragonés” aplicada a los navarros. Ah, pues no, la voz que utiliza en realidad es “vascongado”. El cronista de Felipe II, Garibay y Zamalloa, señala en 1567 que Navarra exporta trigo a Zaragoza “por la hermandad que ambas naciones siempre tienen”: Espera… nuevo error: menciona a Gipuzkoa, no a Zaragoza. Martín de Vizcay deja escrito en 1621 que “a los reyes de Navarra llaman los mejores historiadores latinos, reyes de los aragoneses”. ¿O era de los vascones? Ah, pues sí. Desde 1632 los estudiantes de la Universidad de Salamanca se agrupan por “naciones”. ¿A cuál se adscriben los navarros, a la zaragozana o a la vizcaína? Apuesta por la segunda, y acertarás. Una década más tarde Axular, el autor de la obra cumbre de la literatura en euskara, incluye a las dos Navarras, la Alta y la Baja, dentro de Aragonia… digo, de Euskal Herria. En 1672 la Diputación del Reino de Navarra utiliza la expresión “Nación Aragonesa” para referirse “a sus hijos y naturales, y a los de las Nobilísimas provincias de Huesca, Zaragoza y Teruel”. No, no cuela; en realidad utilizó la de “Nación Bascongada” para referirse “a sus hijos y naturales, y a los de las Nobilísimas Señorío de Vizcaya y provincias de Guipúzcoa y Álava”. En 1720 Felipe V crea 20 intendencias, una de las cuales, la de Pamplona, incluye a Navarra, Huesca, Zaragoza y Teruel. No, he leído mal, eran Navarra, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. En 1765 se funda la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País, con la participación de destacados navarros. Miento: se trataba de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País.
Sigamos. Von Humboldt, fundador de la Universidad de Berlín, utiliza en 1801 la expresión “Provincias Unidas de España” para referirse a Navarra y… no, Aragón, no: las Provincias Vascongadas. Un año después la Real Academia de la Historia comienza a publicar un diccionario geográfico-histórico de España cuyos dos primeros, y únicos, tomos, están dedicados al “reyno de Navarra, señorío de Vizcaya, y provincias de Álava y Guipúzcoa”. Aragón, ni está ni se le espera. Los ocupantes franceses no crean un periódico llamado ‘El Maño’ “para las cuatro provincias”, sino que crean ‘El Bascongado’. Espoz y Mina no se refiere a los aragoneses cuando señala que “en el interés de derechos y nacionalidad siempre han marchado unidos con los navarros”, sino a los guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses. Durante la Primera Guerra Carlista no se organiza un Ejército navarro-aragonés, sino uno vasco-navarro. Tal término, “vasco-navarro”, se repetirá hasta la saciedad… sin que haya asomo, salvo aplicado a un idioma en desuso, del término “navarro-aragonés”. Cuando en 1841 Víctor Hugo se refiere a “un lazo secreto y profundo, y que nada ha podido romper”, capaz de sobreponerse a fronteras e incluso a los Pirineos… no se refiere al que une a navarros y aragoneses, sino al que une a navarros y vascongados. Cuando en 1848 la Junta Carlista clama “al grito de Laurac-bat, álcense como un solo hombre las cuatro provincias”, ¿a qué cuatro provincias se refiere? ¿Existe algún himno titulado ‘Arbol de Sobrarbe’ que aluda a Navarra, como sí lo hace el ‘Gernikako Arbola’? ¿Existe alguna ‘Carte des quatre provinces aragonaises’, como existe una ‘Carte des sept provinces basques’ (Louis Luciene Bonaparte, 1863)? ¿Ha promovido alguna vez la Diputación de Navarra una Universidad Navarro-aragonesa, como hizo en 1866 con una Universidad Vasco-navarra? ¿Ha propugnado aquélla la “unión patriótica y generosa” de un supuesto “País Navarro aragonés”, como sí ha hecho de forma reiterada con respecto a un “País Vasco navarro”? ¿Llamaron en alguna ocasión Castelar o Cánovas del Castillo a Navarra, la “cuarta provincia aragonesa”, como sí la llamaron en 1873 y 1875, respectivamente, la “cuarta provincia vascongada”?
¿Cómo tituló a su más conocida obra Navarro Villoslada, ‘Amaya o los aragoneses en el siglo VIII’, o ‘Amaya o los vascos en el siglo VIII’? En 1878 se funda en Pamplona la Asociación Éuskara. Ni rastro de una Asociación Navarro-aragonesa. En el siglo XIX se suceden diversas divisiones territoriales encaminadas a mejorar la gobernación de España; muchas de tales divisiones unen a las cuatro provincias vascas, mientras que ninguna de ellas une el destino de Navarra al de Aragón. En 1893, durante la Gamazada, el Ayuntamiento de Estella utiliza la consigna “vivan las provincias Vasco-Navarras”; el Orfeón Pamplonés no se cansa de entonar el Gernikako Arbola, y despide a la delegación navarra animando a los “valientes euskaldunas”; los paloteadores de Monteagudo, por su parte, la recibirán con las coplas “Vivan las cuatro provincias/que siempre han estado unidas/y nunca se apartarán/aunque Gamazo lo diga”. Ni rastro de apoyo o solidaridad por parte de nuestros supuestos hermanos aragoneses. Ello tiene reflejo en el monumento erigido en conmemoración de la Gamazada, en cuyas inscripciones no se lee “nusatros os autuals aragoneses” sino “gu gaurko euskaldunok”. En 1901 se funda en Pamplona el Banco de Vasconia; la idea de un Banco de Aragonia, al parecer, no llegó a cuajar. Diario de Navarra, decano de la prensa navarra actual, hizo, hasta fechas relativamente recientes, profesión de vasquismo, y se declaró acérrimo defensor de la lengua vasca (no del navarro-aragonés), “símbolo de nuestras gloriosas tradiciones y emblema de las virtudes de la raza eúskara” (1903).
En 1911 su director, Garcilaso, señala a San Miguel de Aralar como “excelso patrón de los vascos”. Por tal motivo se le ruega a “Mikel gurea”, que guarde “Euskal Herria”. A la Pilarica, en cambio, no se le pide nada. En 1918 Víctor Pradera, precursor del navarrismo, se proclama navarro y vasco, y se refiere a “sus hermanos de raza” y a su “patria euskérica”. Ese mismo año nace la Sociedad de Estudios Vascos/Eusko Ikaskuntza, bajo el patrocinio de las diputaciones de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya. No consta el interés, por parte de la de Navarra, de promover una Sociedad de Estudios Aragoneses/Soziedat d’Estudios Aragoneses. En 1924 se crea en Elgeta la Federación Vasco-Navarra de Alpinismo. Tampoco consta interés alguno por crear una Federación Navarro-Aragonesa de Alpinismo… y mira que el Pirineo oscense resulta mucho más atractivo para los mendizales navarros que los Montes Vascos. En 1931 y 1932 se gestan sendos estatutos de autonomía para Vascongadas y Navarra. La propuesta de un estatuto conjunto para Aragón y Navarra habría provocado carcajadas. Unamuno da carta de naturaleza, en 1931, a un País Vasco-Navarro, y lo mismo hará dos décadas después, en 1953, Pío Baroja en ‘El País Vasco’, donde señala que “cuatro son las provincias que comprende el País Vasco español: Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya, cuyas capitales respectivas con Vitoria, San Sebastián, Pamplona y Bilbao”. Ya antes, en 1949, su sobrino Julio Caro Baroja había recogido tal circunstancia en su obra ‘Los vascos’. En 1955 lo haría Orson Welles en el documental ‘Around the world with…’. Y en parecidas fechas, Ernest Hemingway. Incluso Manuel Iribarren, Premio Nacional de Literatura en 1965 y falangista, señalaría que “Navarra es la porción más meridional y extensa de todo el País Vasco”… ¿Es que nadie sobresaliente, al referirse a Navarra, ha posado sus ojos también en Aragón?
Desengañaos. O, mejor dicho, no intentéis engañarnos a los demás. El navarro-aragonés fue un idioma que, efectivamente, unió en el plano lingüístico a una parte de Navarra y a Aragón, e incluso a algunas zonas del Levante limítrofes con este último territorio. También es cierto que las lenguas son germen, probablemente el principal, de naciones. Lamentablemente para el navarroaragonés, y para vuestras tesis: a) el navarroaragonés se dio de bruces, aquí en Navarra, con una nación ya creada en torno al euskara; b) el navarroaragonés no pudo hacer frente al castellano, que recibió el impulso de los reyes castellanos, y acabó, corregidme si me equivoco, siendo una lengua residual. Con semejantes mimbres, veo muy complicada vuestra surrealista propuesta de estrechar lazos, más allá de la simple buena vecindad, entre aragoneses y navarros. Lo poso muito.