Cuando hace muy poco que el nuevo lehendakari, el socialista Patxi López, ha tomado posesión del cargo gracias al pacto que mantiene con el PP, ha llegado una decisión muy grave, y que constituye una auténtica agresión contra el pueblo vasco. El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ha suspendido, cautelarmente, el uso del euskera como lengua vehicular en la enseñanza.
Alguien podría decir que se trata de una decisión judicial, no política. Y habría que contestar que la separación de poderes no existe en lo que se refiere a Euskadi, como tampoco existe en Euskadi el Estado de derecho, en el sentido en que suele entenderse. Basta con echarle un vistazo a ese esperpento jurídico llamado ley de partidos, que es un engendro totalitario y antidemocrático.
En todo lo referente al País Vasco, los jueces y los políticos son la misma cosa. Son el Estado en manos de nacionalistas españoles que no toleran ni la existencia ni el desarrollo de la nación vasca. Allí, los jueces están al servicio del poder político. Si no, que le pregunten a Ibarretxe o a Juan María Atutxa, entre otros.
También podría argumentarse, como supuesta prueba de la existencia de un poder judicial independiente, que el Tribunal Constitucional ha rechazado la decisión del Tribunal Supremo de no permitir a la candidatura abertzale II-SP presentarse a las elecciones europeas. Pero esta decisión es, simplemente, el resultado de algunas peleas internas entre jueces por celos, protagonismos y envidias, y no el reflejo de un intento de respetar la legalidad democrática. Entre otras cosas, porque esa legalidad está representada por la ley de partidos, que en una democracia normal, no sería legal.
La suspensión del euskera viene de dentro de Eukadi, del Tribunal Superior del País Vasco, y la decisión se produce inmediatamente después de la llegada de los socialistas, apoyados por el PP, a la lehendakaritza. Obviamente, no estamos ante un casualidad.
Estamos ante un ensayo. El ensayo es el pacto PP-PSE en Euskadi, un pacto que está sirviendo a los sectores más intolerantes y reaccionarios del nacionalismo español para realizar una prueba, consistente en comprobar si es posible en el Estado español un vuelta atrás en la configuración del Estado de las autonomías, es decir, una regresión autonómica. O dicho con otras palabras: un intento del nacionalismo español más ultraconservador de acabar con los restantes nacionalismos del Estado.
La ofensiva contra los nacionalismos no españolistas se está planteando desde distintos ámbitos. Por ejemplo, y por hablar de lo más reciente, utilizando un asunto tan sensible para los ciudadanos como la crisis económica, para argumentar que la ruptura del mercado nacional a causa de la existencia de las autonomías impide tomar medidas eficaces para superar esa crisis.
Es sólo un ejemplo. Pero indica por dónde van las cosas. Porque esta vez no se trata sólo de cuatro ultraderechistas vociferantes y ridículos. Esta vez, el asunto es más serio, y el planteamiento regresivo está muy extendido no sólo en el PP, sino también en amplios sectores del PSOE.
Por eso se está presionando, desde diversos ámbitos, para que, ante la situación de crisis, el PP y el PSOE formen un «gobierno de concentración nacional». Naturalmente, las nacionalidades del Estado serían las primeras víctimas de ese gobierno. En nombre de la lucha contra la crisis, en nombre de la democracia, o en nombre de lo que sea. Argumentos no le faltarán a esta gente.
El ensayo se hace en Euskadi. Y la agresión al euskera es un proyectil de gran calibre. Se ha escogido uno de los objetivos preferidos para sus ataques por la caverna españolista: cualquier lengua del Estado que no sea el castellano. Y además, el proyectil va justo contra la línea de flotación, la enseñanza, que es el ámbito óptimo para la recuperación y la normalización de las lenguas reprimidas en el Estado español.
Atención. Porque si el ultranacionalismo españolista se convence de que puede hacer impunemente lo que ha hecho con el euskera, pasarán a otros ámbitos y a otros territorios del Estado. Atención, porque los argumentos que ha utilizado el Tribunal Superior vasco contra el euskera son perfectamente utilizables contra el catalán y el gallego. Y después de dedicarse a las lenguas, podrían dedicarse a otras cosas.