Democracia carpetovetónica

La trifulca que el franquismo organizó en el debate de la Ser no deja de ser una más, entre las tantas que impunemente suele ritualizar el fascismo español. ¿Que ahora nos enseñan sus garras…? Más o menos apaciguados, siempre han estado ahí.

Tras la dictadura —toda enterita me la tragué—, el bipartidismo ha soportado sin grandes sobresaltos los exabruptos tan chulescos como rufianescos de la “fachenda” franquista.

A España le sienta bien el bipartidismo. Ya se sabe: Cánovas Sagasta, Felipe Aznar, zapatero Rajoy… Los partidos de derecha dormitan confortables con los cachorros franquistas. En cuanto a los de “izquierda”, se la veía acomodados, incluso agradecidos. Eso, que rezumaban tanto izquierdismo como el ínclito Felipe sudor de currante.

Su connivencia con el franquismo, hasta la llegada del multipartidismo, no parece haberlos incomodado. Muy al contrario, ha permitido, que la salsa en la que se han cocinado las instituciones carpetovetónicas siga siendo franquista.

Doy por sentado, que hoy por hoy, no conozco ningún país con una democracia, por así decirlo paradigmática. Envidiable sí, si la comparamos con la que campa por nuestros lares. Parece que en los entornos de algún fiordo nórdico. Pero bueno, que según como se mire, tampoco están como para echar cohetes.

Ahora, lo de aquí, si no fuera tan dramático, me parece una chirigota —nada de chispa gaditana— tan cutre como descarada y peligrosa.

¿Seguro que a esto se le puede llamar democracia?

Dirán lo que quieran los santones de la transición, pero un servidor jamás percibió un cambio real, digamos democrático, en las estructuras del estado.

Las mismas mafias franquistas se apalancaron en la judicatura —¿A cuantos jueces honestos se les impide levantar cabeza? —. Me produce miedo y escándalo, ver como engullen sin ningún empacho todas las algaradas, gritos de muerte fascistas, y empluman a cualquier demócrata por un quítame allá esas pajas.

Escándalo produce los miramientos para emplumar a los grandes tiburones del latrocinio del tesoro público… Peperos y otras calañas…

Escándalo, rabia y vergüenza como ser humano sus dictámenes contra violadores que dejan a tantas mujeres humilladas, rotas y desparramadas en el polvo.

¿Se puede hablar de democracia mientras cierta ralea de inquisidores prolifere por las audiencias? El gran pilar de una auténtica democracia es una judicatura ejemplar, no parece que este sea el caso.

Me acuerdo del trato superdraconiano que tales togas nos daban—entrábamos casi todos los vascos— a los del MNLV. Nada comparable con su complacencia con franquistas, nazis, fachas etc… Claro que unos atacaban a la sacrosanta unidad patria, y los otros… Bueno los otros… pues eso, que los segundos son consubstanciales con el alma carpetovetónica. Están en su ser, aunque de vez en cuando te armen alguna contienda civil que otra.

¿Qué decir de los cuerpos policiales? Los veo inhumanos, torturadores, perdonavidas, fachas… Me producen el mismo pánico que los maderos franquistas y los antros de aquellas comisarías. Me pasa como con esos jueces de palo y tente tieso a la “plebe” y sonrisas y manitas al hombro y a los cayetanos…

Y luego, tan orgánicos —por lo de la fusión hormonal que padecen—.  Y con impunidad quasi-absoluta en sus palabras y porras… ¿Son demócratas?

Del ejército solo puedo decir que el espíritu patriótico y el ardor guerrero de esta especie planetaria, es para un servidor, el corcel rojo del apocalipsis. La gran pandemia, que mientras no desaparezca de la faz de la tierra, el hambre, las desigualdades sociales, la rapiña de los pueblos etc… siempre nos emponzoñarán.

Y si mi visión es cierta, ¿alguien que conociera al ejército franquista, cree que sus herederos se han bautizado en la democracia, o siguen en lo de liquidar toda la España roja?

Y si ejército y democracia fueran incompatibles…

Con los milicos siempre la Iglesia católica, apostólica y romana. La espada y la cruz que hacen el imperio hacia Dios…

Van desvelándose los demonios endémicos de la Iglesia. La pedofilia, todo un drama. Su apego al cepillo, al tilín de la plata, al boato de los palacios etc…

¿Y que decir de su misoginia? Aun recuerdo aquellos tiempos oscuros en que para las sacristías, parecía que la mujer solo podía ser monja, sufrida madre y esposa, o ramera.

Todas estas, viejas adiciones veladas, cuando no santificadas por el franquismo.

¡Ay de esta clerecía hipócrita, soberbia, creyéndose la poseedora de la única verdad, displicente con los que se fían de ella! ¡Por Manitú que la santa parafernalia y la democracia siempre se han repudiado!

Vivos estuvieron los clanes más lameculos del franquismo en aferrar y aferrarse a la llave de la por entonces, desnutrida peseta, “la pela”. Hoy son los grandes prebostes de la banca. Grandes muñidores del bipartidismo y de la gran mafia mediática. Los que con la pusilánime súplica de los gobiernos —lo mismo da Pedro que Pablo—tanto les da agotar el erario público, que hinchar sus descaradas alforjas, dejando a miles de patriotas en las colas del hambre… Y sus escandalosos emolumentos descansando en la paz criminal de los paraísos fiscales…

Dueños o accionistas de los grandes medios, son los que manipulan todo el circo mediático. Mentiras, medias verdades, campañas contra los críticos del sistema, lo que sea con tal de que “la plebe” no espabile, sienta la democracia y ponga patas arriba la corrupción del sistema. Eso sí, se les llena la boca de espuma democrática, con su peculiar democracia patriótica.

De la cosa esa de la monarquía, ni comentar, porque los sujetos esos de la corona, son inviolables, impunes, intangibles. Encajar democracia y monarquía excede el trabajo de mis neuronas. Si se pudiera hablar de ellos sin represalias, me faltarían palabras para definir eso que para algunos nos resulta una auténtica pandilla, carísima por supuesto, de camastrones.

Acabaré con una reflexión que va para los franquistas y para los que tan felizmente han cohabitado y cohabitan con ellos: El franquismo ha sido una tenebrosa noche oscura, desplegada sobre la historia de los pueblos y personas de este país, que dicen parecerse a una piel de toro, ¿cómo no?

Con todo esto y alguna otra historia, hoy nos encontramos así con una democracia que es un auténtico colador de derechos humanos.