Unos años antes de la victoria electoral de Obama, el profesor de Harvard Joseph Nye definía en un libro lo que entendía por soft power . Ahora ese libro ( Soft power: the means to success in world politics , 2004) y el concepto son utilizados y debatidos usualmente entre analistas y políticos de todo el mundo. En resumen, la idea nuclear del politólogo es simple. En el mundo de las relaciones internacionales entre estados, sobre todo en esta fase aguda de globalización, hay dos tipos de poder fuerte y coactivo (hard power ): el poder de las armas y el de las sanciones económicas. Sin embargo, emerge en la esfera internacional un nuevo poder de las naciones (soft : suave, débil) que pretende alcanzar también, y de hecho lo consigue, cambios de conducta en los demás por procedimientos no basados ni en la fuerza militar ni en el la económica. Nye define este tercer poder como la habilidad de las naciones de usar un capital moral y cultural para persuadir y atraer a los otros.
Esta idea, que en general se aplica a las relaciones entre estados, resulta de un interés indudable para las naciones sin Estado, como Cataluña y los países catalanes, Quebec, Escocia, Chechenia, el Kurdistán o el Tíbet, por citar algunos casos más significativos. Ofrece una perspectiva explicativa de las potencialidades de una comunidad nacional en la esfera internacional y da herramientas para establecer estrategias y programas de actuación en orden al reconocimiento y a la aceptación internacionales de la propia diferencia. De hecho, esta ha sido la vía seguida por buena parte de las nuevas naciones europeas que han llegado recientemente a la soberanía de forma pacífica.
En el caso de la nación catalana, ¿podemos asegurar que estamos utilizando estas habilidades para hacer cambiar a los demás en el sentido del reconocimiento de nuestra nación? De entrada, hay que conceder que hemos fracasado en una cuestión fundamental: el reconocimiento por los Estados implicados y por el conjunto de Europa de la unidad de la nación en sus territorios históricos. Ahora bien, la perspectiva de usar estratégicamente el potencial nacional catalán en el ámbito internacional abre un sugestivo campo de acción. Primero porque se trata de un auténtico poder con el que hay que contar hoy. Y segundo, porque este poder, a diferencia de los recursos del hard power, está al alcance de todos: cualquier miembro de la comunidad nacional, sea donde sea, haga lo que haga, puede convertirse en un activista.
En este sentido, sería bueno identificar y evaluar los núcleos del capital moral y cultural catalán que son recursos de poder y de influencia. A título de inventario a desarrollar, quisiera proponer un primer listado de seis núcleos de soft power catalán especialmente pertinentes. Primero, la lengua, creación colectiva y patrimonio inmaterial único, que objetiva la diferencia y la iguala con el resto de lenguas nacionales, como pregonaba Fabra.
Segundo, la historia de la nación con sus instituciones de autogobierno, que hacen del caso catalán, como recordaba Pau Casals ante Naciones Unidas, un caso primigenio en Europa de paz y democracia.
Tercero, la cultura de marca catalana, con toda la rica variedad de creaciones y géneros, de Ramon Llull y Ausiàs March a Pa negre.
Cuarto, Barcelona, la primera capital, símbolo de un país y de una historia compleja de revoluciones y de proyectos cosmopolitas, síntesis de lo viejo y de lo nuevo, lugar de acogida y de conexión con el mundo.
Quinto, el Barça y su entorno, con la Masía, Pep Guardiola y los tres candidatos al Balón de Oro 2010 como embajadores mundiales de unos valores y un estilo de juego y de vida singulares.
Y sexto, TV3, la televisión nacional que se afana por serlo, y que es de hecho el único gran referente mediático general del país para nacionales y no nacionales.
Ni que decir tiene que estos núcleos más densos de poder catalán soft se integran en un mapa en red de infinitos otros núcleos que actúan en circuitos de influencia determinantes en el mundo global, como son el ciberespacio, los foros políticos, la universidad, los flujos migratorios o el turismo.