¿Debemos recordar la historia?

Algunos dicen que Cataluña ha de enterrar los fantasmas del pasado; de otro modo, la sociedad catalana acabará destruida en todos los sentidos. Cataluña no es la primera sociedad que se enfrenta a esta pregunta: ¿debemos recordar? Cuando nos hacemos esta pregunta, es muy importante plantearse primero: ¿quién quiere olvidar? En segundo lugar deberíamos preguntarnos: ¿hay alguna víctima que se haya olvidado? Cuando una nación tiene el coraje de hacerse preguntas sobre su pasado, no se trata sólo de recordar su historia inmediata o lejana, sino de romper el silencio y reclamar la dignidad de las víctimas. Si este es el caso, por tanto, también cabe preguntarse: ¿recordar es un punto final o es el comienzo de un verdadero proceso de reconciliación y construcción de la paz?

Como señala James Joyce, «la historia es una pesadilla de la cual intentamos despertarnos». Para despertar de ello, no debemos ni odiar ni amar el pasado, sino entenderlo y dominarlo. La única manera de hacerlo es siendo fieles a la verdad de la historia. Conocer la verdad de la historia puede ser doloroso, pero sin duda es muy liberador. Es una forma que tiene una nación de hablar con su conciencia y alejar el dolor. En muchos países del mundo, estos procesos dolorosos dirigidos a conocer la verdad histórica se han mantenido atascados durante años. En algunos países de África, de América Latina y Oriente Medio, durante el régimen de sus dictaduras la culpa se impuso a la vida de las personas y la dignidad perdió su valor. Irónicamente, los que se sentían culpables eran los oprimidos, no los opresores. A la gente empezó a desagradarle su pasado, pero no podían cambiarlo. Eran culpables de haber vivido en un mal lugar en un mal momento. Sin embargo, la historia siempre encuentra la manera de juzgarse y condenarse. Veamos el ejemplo sudafricano. La Comisión de la Verdad y la Reconciliación permitió a los sudafricanos hacer frente a su pasado sobre una base moralmente aceptada y avanzar en la causa de la reconciliación. En Sudáfrica, las víctimas situaron la necesidad de verdad y reconocimiento por encima de la necesidad de reparación. La cuestión, en Sudáfrica, no fue la compensación monetaria ni las reparaciones simbólicas (ni ambas cosas a la vez). Lo que se consideró más importante fue la necesidad de verdad y justicia en el contexto de una transición política negociada. Sustituir la recuperación de la verdad por la justicia retributiva fue una manera de poner la información a disposición de todos y al mismo tiempo establecer un relato indiscutible sobre cómo se habían producido las extorsiones y violaciones de los derechos individuales. El descubrimiento de la verdad se tradujo de hecho en la prevención de una violencia futura.

Por volver a las preguntas anteriores, la mayoría de las excusas que se ponen en Cataluña y en España hoy para no recordar la violencia franquista dicen que no deberíamos volver a abrir las heridas del pasado. Pero negar el pasado no llevará nunca a cerrar las heridas. Si una nación tiene que recordar es que no ha olvidado. Perdonar y olvidar es siempre una opción tentadora, especialmente para los criminales y los opresores, pero siempre es mejor perdonar y no olvidar. Este proceso de recordar no sólo debería ser una oportunidad para las víctimas de manifestar su verdad, como hicieron los judíos respecto a la Segunda Guerra Mundial y los campos de concentración nazis, sino también una manera de hacer que la sociedad en general construya una historia común. Es una manera que tienen todas las sociedades de hacer frente a sus pesadillas, de aceptar la responsabilidad de lo ocurrido y de hacer cambios para garantizar que determinadas atrocidades no vuelvan a producirse nunca más. El proceso de recordar también debería ser un punto de partida para ver la historia desde los ojos de las víctimas. Finalmente, recordar debería comportar una nueva visión de futuro. No tiene sentido mirar el pasado si no nos ayuda a crear un futuro mejor.

La memoria de las víctimas del régimen franquista podría convertirse en un inmenso sistema contra el odio y los prejuicios en la Cataluña actual. Sólo una sociedad que sabe recordar conjuntamente sabe respetar la dignidad de la diferencia.

El valor de la historia depende fundamentalmente de hasta qué punto entendemos sus límites. En otras palabras, la historia debe ser escrita por y para las víctimas abandonadas por la historia. No podemos permitir que las atrocidades de la humanidad desaparezcan en el trasfondo de la historia. No debemos olvidar el rastro de sangre y lágrimas que la historia siempre deja tras de sí. Es decir, un pueblo libre no puede permitirse el lujo de olvidar los dolores de su historia. Ha llegado el momento de que los catalanes renueven su visión de la historia mediante la reducción de la brecha entre la memoria de las víctimas y el futuro de la independencia. La historia de la libertad implica juzgar libremente la propia historia.

* Director del Centro Mahatma Gandhi para la Paz de la Universidad Global de Jindal

ARA