De provincialismos y otras extravagancias


Muchos son los males que aquejan a este país y no es el menos grave el aire de provincialismo que envuelve a instituciones, colectivos y clubes de fútbol en general. Un aire que a veces se convierte en galerna, en disputa y, en muchas de las ocasiones, en contumaz pérdida de tiempo y de esfuerzo. Somos un país relativamente pequeño, diverso y plural en opiniones, modos de vida, en paisaje y paisanaje. Razón de más para que, salvando las particularidades locales, que enriquecen nuestro patrimonio, incluido el lingüístico, realicemos un esfuerzo añadido para acentuar lo que nos une y cohesionar en vez de dividir. Un ejercicio que, tan sólo por ponerlo en práctica, enriquece nuestro espíritu al margen de los resultados últimos que se puedan llegar a cosechar.

Existen miles de ejemplos para retratar el fenómeno provincialista y localista que frena el progreso y la cohesión nacional del país. Pondré algunos a título de ejemplo. La autopista de pago que conecta Bilbo con Donostia está gestionada por dos empresas paraforales, Interbiak para el tramo vizcaíno y Bidegi para el guipuzcoano. ¿Hay mayor absurdo? Pero no queda ahí la cosa. La división provincial afecta a múltiples cuestiones cotidianas. Otro ejemplo relacionado con las comunicaciones es el referido a las tarjetas de descuento para viajes en metro, autobús o tranvía. Todas ellas tienen un límite provincial y mientras en Bizkaia se utiliza Creditrans, en Gipuzkoa se usa la Txartel Bakarra de Lurraldebus y en Nafarroa Garaia la Tarjeta Ciudadana. Si viajas de Donostia a Bilbo en bus puedes utilizar tu tarjeta de descuento en la ida y en la vuelta, pero en el viaje que hagas desde Termibus a Deusto, por poner un ejemplo, deberás utilizar el creditrans. Otro absurdo.

No se trata de problemas técnicos, sino de concepción segregada del país. Para tres millones de personas tenemos un abanico impresionante de gobiernos centrales, autonómicos, departamentales, provinciales, comarcales y locales. Un despliegue institucional que en vez de facilitar la vida a los ciudadanos, se la complica, colocando barreras invisibles pero efectivas, que además chocan con el principio de igualdad de todas las personas.

El provincialismo, una vieja enfermedad enraizada en leyes y costumbres, nos recorre de norte a sur y de este a oeste. Los periódicos nacionales son una excepción y los que más venden se refugian en sus respectivos ámbitos provinciales. A la hora de crear una nueva facultad universitaria, el problema mayor no es el desarrollo y profundización de su calidad, su plan de estudios o sus relaciones con otras facultades europeas o americanas, sino su ubicación provincial. Si se decide que ésta sea Araba, protestan las fuerzas vivas de Bizkaia y Gipuzkoa, o viceversa. Es un continuo agotamiento, una guerra de posiciones que no hace sino minar la concepción nacional del país.

La disputa provincial ha llegado a convertirse en el talón de Aquiles de un partido como el PNV, que sufrió una escisión en base a la diferente estructuración del país en la famosa Ley de Territorios Históricos. Una herida que sigue sin ser restañada, por cierto. Ahora mismo tenemos la sensación de que desde las diputaciones provinciales se va a tejer una red de oposición a las decisiones que tome el Gobierno de la CAPV. Y es que al final, se echa en falta un criterio de actuación en clave nacional, y no solamente en las filas jelkides.

Es más, el actual modelo de autonomía basado en criterios territoriales y no ciudadanos, que desde la ley electoral discrimina positivamente a los ciudadanos alaveses, ha sido crucial a la hora de producirse el último vuelco político en el Parlamento de Gasteiz. Amén de la ilegalización de la izquierda abertzale, el peso de PP y PSOE en Araba ha decantado el juego de mayorías hacia los partidos de ámbito español.

La dispersión territorial, elemento clave en la disgregación política que sufre Baskonia, debe ser combatida con inteligencia, sin crear nuevas disputas y observando un fino equilibrio entre las partes. En mi opinión, es necesario romper las barreras provinciales mediante la colaboración entre municipios vecinos que comparten muchas cosas. La zona del Bidasoa-Txingudi es un ejemplo de ello. Al final se ha conseguido renovar la carretera, pero con muchos años de retraso. La conurbación Ermua-Eibar-Elgoibar puede ser otro ejemplo de ruptura de mugas provinciales, como la relación natural entre Aiara y las comarcas de Nerbioi y Enkarterriak. Por no hablar de las dos navarras, la alta y la baja, o las relaciones entre las comarcas centrales de Araba y Nafarroa.

Somos un país pequeño en el que todo esfuerzo que se haga para frenar la dispersión será poco. El irredento afán de separatismo que anida en muchos de nuestros barrios y aldeas, siempre dispuestos a desanexionarse de sus núcleos principales, es una fuerza centrífuga que no podemos permitirnos por más tiempo. El rico concepto de auzolan, el trabajo en común, debería sustituir a esta fiebre separatista interna que nos retrotrae a antiguas guerras banderizas entre oñacinos y gamboínos, agramonteses y beamonteses, tirios y troyanos. El día en que la cohesión nacional se halle salvaguardada mediante instituciones comunes asentadas será el momento adecuado para discutir sobre la estructuración interna del país y el respeto a la indudable diversidad existente. Mientras tanto, intentemos actuar con inteligencia, teniendo en cuenta que a los enemigos de esa futura institucionalización nacional les interesa fomentar las disputas provincialistas con el ánimo de socavar las energías soberanistas y de extender el desánimo entre todos aquellos que aspiran a una Euskal Herria con voz propia en Europa.

Publicado por Nabarralde-k argitaratua