La politóloga alemana Elisabeth Noelle-Newmann teorizó sobre lo que calificó de ‘espiral del silencio’. Dicho brevemente, Noelle-Newmann observó que ante el riesgo de sentirse aislado de la mayoría, se ocultaba lo que realmente se pensaba. En consecuencia, las dinámicas observables en la opinión pública podían llevar a engaño cuando una parte significativa de la población no se veía con corazón de decir qué pensaba abiertamente.
Este mecanismo fue ampliamente aducido por el unionismo españolista en los momentos de máxima efervescencia independentista. No es que el unionismo no tuviera grandes apoyos en los medios de comunicación españoles y catalanes y en la opinión publicada. Pero es cierto que debido al empuje del soberanismo, en determinados ámbitos de la comunicación nacional, en tertulias en los medios, pero sobre todo en las dinámicas de la sociedad civil, podía sentirse arrinconado. Y, efectivamente, en las elecciones del 21-D de 2017, logró que el unionismo silente se manifestara como nunca lo había hecho, pasando a hacer de Ciudadanos el partido más votado.
Sin embargo, esto es agua pasada. Ciudadanos está a punto de desaparecer porque el sistema político español ya no debe necesitarlo. Tal y como dicen los ministros españoles, Cataluña ya ha vuelto al redil constitucional -yo lo llamaría a la ratonera-, y el españolismo en Cataluña se expresa sin miedo a quedar aislado. Quizás éste ha sido el único éxito de dicha mesa de diálogo: poner públicamente en igualdad de legitimidad pública un unionismo de apariencia civilizada y un independentismo rendido al ‘ir tirando’ autonómico. Basta con ver la composición de las tertulias actuales en los medios públicos y privados en las que los unionistas se muestran desacomplejados y los independentistas, rendidos, se lamen las heridas.
En cambio, de lo que no habló Noelle-Newmann es de las lógicas propias de la ‘espiral del griterío’, que es donde se ha instalado el independentismo. En cierto modo, la ‘espiral del griterío’ también responde a la voluntad de los partidos independentistas de no dejar muda o a la intemperie su militancia y sus electores. Las Redes Sociales, con sus dinámicas endogámicas ayudan mucho a ello. Cada bando entra en una espiral de autocomplacencia, dándose la razón a sí misma. Y, forma parte de esta autocomplacencia el fabricar campañas de descrédito contra el adversario para atravesar la propia burbuja comunicativa y enervar al adversario. Este verano ha estado pleno. Un análisis de estas dinámicas podría describir con mucha exactitud el peso de los clusters confrontados y la eficacia de unas campañas probablemente orquestadas gracias a la propia capacidad de análisis y control de la conversación en la Red.
La ‘espiral del griterío’ también se ha trasladado a los medios de comunicación que de tener que transigir -a menudo de mala gana- con el empuje independentista del decenio anterior a 2017, ahora han vuelto a mostrar sus verdaderas afinidades electivas con el españolismo donde se encuentran más acomodados por interés de mercado. Entendámonos: hablo de mercado gubernamental -subvenciones-, de mercado profesional -oportunidades de promoción y reputación personal-, de mercado empresarial -estabilidad del negocio-, o de mercado político -el peso de las ideologías hegemónicas y las agendas partidistas del sector comunicativo.
Cuál es el balance de la batalla mediática y en la Red entre independentistas, me lo imagino, pero no tengo ninguna evidencia empírica y aquí no la aventuraré. Ahora bien, lo que más me interesa es saber cuál es la consecuencia de esta ‘espiral de griterío’ más allá de la lucha partisana. ¿A quién silencia este griterío? ¿A quién empuja al insulto todo este ruido? ¿Qué puede estar escondiendo la ‘espiral del griterío’, con consecuencias imprevisibles en las campañas civiles o en las futuras elecciones políticas? Una posibilidad sería la de un incremento aún mayor de la desmovilización -este 11 de Septiembre tendremos algún indicio- y, por supuesto, de la abstención. El alejamiento mental del horizonte de la independencia, el relajamiento de la aspiración a una soberanía nacional plena -que quizá sea lo que busca y necesita el independentismo que hace más ruido-, ¿puede hacer desaparecer la lucha por la independencia o puede trasladar el estilo crispado que ya había tenido el siglo pasado, hasta hacer residual el combate?
Tanta defensa del diálogo con el adversario mientras en casa se muestra una absoluta incapacidad para el mismo, no ya de acordar una estrategia independentista básica, sino ni siquiera poder hablar de ello, es desolador para quienes habíamos confiado en ella. Pero, más aún, hace malpensar sobre los verdaderos objetivos y voluntades de todos. Y la desconfianza generalizada lleva a la devastación.
Publicado el 5 de septiembre de 2022
Nº. 1995
EL TEMPS