Danborrada

Un año más Donostia vivirá las noches conmemorativas de su santo patrón, San Sebastián, con una celebración que, al menos desde 1871, tiene un componente muy representativo en dos aspectos: el musical, con marchas y polcas, y el escenográfico en forma de desfile y kalegira.

Con ocasión de la colocación por primera vez de forma oficial de la ikurriña en Danborrada de 1977, quienes asistimos aquella noche y hemos acudido esporádicamente en sucesivos años tenemos la percepción de una fiesta original enormemente arraigada en la cultura popular Con una cierta connotación militarista, es de gran vistosidad, elegante, no afectada de añadidos que alteren su sentido etnográfico, como los publicitarios y donde espontáneamente todavía es necesario reivindicar derechos fundamentales de nuestro pueblo: el repudio a la tortura, a la destrucción del medio ambiente, TAV o la independencia.

Como muchas festividades tiene un contenido artístico de representación el que inicialmente más se memoriza, especialmente por un forastero, donde concurren una gran cantidad y variedad de hermosos uniformes y vestimentas que aportan colorido junto con diversos instrumentos y utensilios creando una melodía tradicional muy característica y arraigada.

La Plaza de la Constitución recobra así una de sus funciones principales que es congregar a la población entorno a la fiesta, donde el urbanismo enmarcado de excelente arquitectura presta un encuadre bellísimo. Como tal constituye una extraordinaria escenografía donde en la que un orden, composición de bandos y jerarquías musicales que poseen una indudable estética. Protagoniza el acto la Sociedad Gaztelubide con su Tambor Mayor Juan Mari Abad al frente de un conjunto de gastadores, tambores, barriles y músicos junto con miembros de otras sociedades. Este año con motivo del 75 aniversario de dicha Sociedad la celebración tendrá más relevancia con la presencia de 120 integrantes de Donostiako Orfeoia. El acto tiene también un componente de transmisión, especialmente por televisión, que posibilita su disfrute desde otros lugares centrándose la conmemoración en la Plaza.

Las diversas formas de contemplación, tomas de televisión o desde las balconadas permiten apreciar perspectivas que no se ven desde el nivel del suelo de la plaza y es aquí donde se pone de manifiesto una alteración que desde hace ya demasiados años produce irritación por su inoportunidad y torpeza. Se trata de los locutores, fotógrafos, cámaras y otros individuos al servicio de la noticia que entrometiéndose absurdamente en la plataforma-escenario de la actuación rompen el orden establecido, destrozan toda la composición, incordian a los intérpretes, en ocasiones incluso aparecen en las imágenes creando un absoluto desconcierto y no aportan nada. Existen otras formas más respetuosas de grabación.

Hace ya también muchos años que esta provocación formal debería haber sido prohibida. A nadie se le ocurriría entrometerse en medio de un concierto, una ópera, una procesión religiosa o en un desfile de cualquier tipo para grabar o hacer una entrevista en una pausa. Por todo ello es necesario que el propio director, responsable máximo de la actuación, si posee una elemental autoestima del sentido de la fiesta, controle todos los detalles de lo que sucede en ese espacio escénico para que la interpretación se realice con absoluto rigor y calidad formal, suprimiendo radicalmente tan absurda profanación prohibiendo la presencia de estos distorsionadores. Por dignidad cultural y etnográfica no puede admitirse más esta incomprensible degradación. Quizá con tan señalado aniversario y la participación del D.O. debe exigirse que se respete por fin y para siempre la imprescindible integridad absoluta del aspecto representativo de la Danborrada. No es un festejo hecho para la televisión.

Danborrada es, como otras fiestas, ritos y celebraciones de Euskal Herria, un acto socio cultural que rememora un acontecimiento histórico de enorme relevancia ciudadana y urbana por lo que constituye una tradición. Como tal conmemoración social integrante de la tradición popular vasca adquiere el rango de patrimonio etnográfico inmaterial con una serie de valores que se consideran básicos para su calificación como fiesta cultural de interés nacional:

1º. Histórico. Continuidad histórica acreditada y respetuosa con esta tradición.

2º. Tradicional. La antigüedad y perpetuación de la efemérides y su validez actual como referencia evocadora constituyen una indudable tradición.

3º. Social. Posee un indudable arraigo en la colectividad que la celebra durante generaciones con una multitudinaria participación ciudadana suscitando incluso un interés que trasciende de lo meramente local.

4º. Simbólico. Los personajes y elementos propios de la fiesta responden a una simbología característica muy vinculada con el hecho o conmemoración de dicha fiesta.

5º. Singular. El hecho celebrado y su forma de representación, son modos de expresión originales. Su interés es mayor cuanto más singular sea o escasos otros testimonios similares.

6º. Identitario. Representar unos valores sociales urbanos y culturales propios y característicos del ámbito geográfico donde se realiza.

7º. Cultural. El componente musical de la conmemoración es un repertorio de enorme relevancia, popularidad y genuino del hecho memorado, adquiriendo el rango de signo melódico de la ciudad.

8º. Etnográfico. La vestimenta propia y exclusiva de los intervinientes en la festividad es de gran importancia documental, creativo y de notable vistosidad plástica.

9º. Artístico. La escenografía del acto es un elemento más que contribuye a un mayor realce e identificación de la fiesta.

Es por tanto necesaria una inmediata reacción colectiva con un reconocimiento absoluto y generoso de las diversas administraciones competentes de Euskal Herria en todos los aspectos, especialmente los de adecuada representación.

La difusión y protección de la cultura popular y tradicional propia de especial arraigo y relevancia necesita, además del interés y apoyo social, también de un cierto amparo legal a todos los efectos. Y así debería estar, si fuésemos un país culto y sensible, catalogada y protegida por la Ley 7/1990, de 3 de julio, de Patrimonio Cultural Vasco, adecuada a la realidad, que ya en su Capítulo V «Del Patrimonio Etnográfico» al menos lo permite, declarando Danborrada festividad tradicional de carácter nacional.