‘Kaputt’ y ‘La piel’ eran dos títulos habituales en las bibliotecas de ciertas casas, acompañando, por ejemplo, a las obras de Stefan Zweig. A mí me despertaba la curiosidad el nombre del autor de las dos novelas: Curzio Malaparte. Me parecía un nombre exótico. Entonces no sabía que Curzio Malaparte realmente se llamaba Kurt Suckert, hijo de alemán e italiana. Curzio era una italianización. ‘Malaparte’ había sido elegido en oposición a ‘Buonaparte’, es decir, a Napoleón. Una elección acertada teniendo en cuenta cómo fue la vida de Suckert. Antes de autodenominarse Malaparte, en 1924 había sido héroe jovencísimo de guerra y miembro del partido fascista creado por Mussolini; después fue encarcelado varias veces por el régimen totalitario y, finalmente, después de la Segunda Guerra Mundial, se adhirió al Partido Comunista Italiano. Malaparte siempre habitó un territorio incómodo de la historia, lo que no le impidió escribir numerosos ensayos de espíritu antiburgués. Uno de ellos, escrito en francés, ‘Technique du coup d’état’, tuvo un éxito resonante y lo llevó a ser considerado en media Europa un autor radical y peligroso. Sin embargo el gran momento, literariamente hablando, de Curzio Malaparte llegó cuando el ‘Corriere della Sera’ lo envió como corresponsal de guerra al frente ucraniano durante la invasión alemana de la Unión Soviética. Allí crecieron, en medio de las hostilidades, los materiales para ‘Kaputt’, gracias, en parte, a que Malaparte dominaba el alemán.
‘Kaputt’ es una novela épica, fría, dura. Con un punto de vista que no es habitual en la narrativa europea dedicada al conflicto bélico: el fatalismo dramático de una fuerza descomunal destinada a ser vencida. Sin maniqueísmos ni moralismos, Malaparte expone la destrucción del gigante a través de la narración de los destinos individuales. Un tipo de técnica narrativa que también utilizará años después en ‘La piel’, con la diferencia que en esta última novela es la misma Europa la que muestra su trágico declive con el nuevo poder estadounidense como espectador privilegiado. Malaparte, el luchador desconcertante, merece sin duda ser releído.
ARA