A los que la existencia de monarquías nos resulta un anacronismo, no deja de extrañarnos que estados de reconocida tradición democrática como Dinamarca, Holanda, Suecia o Inglaterra las mantengan. Y la verdad, me gustaría saber qué pasaría en caso de proponer los correspondientes plebiscitos para dilucidar su continuidad.
Lo que ya me resulta más intragable es el blindaje, digamos la inmunidad, que las constituciones articulan sobre las actuaciones de estos linajes. ¿Gozan de inmunidad legal ante cualquier delito? Pero, bueno, ¡si el pueblo así lo desea!
El escritor colombiano Fernando Vallejo, con motivo de la asistencia de S.M. Juan Carlos de Borbón al congreso de la lengua de Cartagena, además de rechazar públicamente su visita, le pone en solfa. Yo no sé si las consideraciones y datos que da sobre el monarca pueden ser de recibo o verificables. Algunos, es cierto, hace años que andan por la red. En cualquier caso, pienso que, de no ser ciertos, bien merecerían una intervención por parte de de la embajada o de la diplomacia española.
Acusa el polifacético escritor colombiano al monarca español de las matanzas de osos que Juan Carlos ha llevado a cabo en Rumanía: «mató a escopetazos nueve osos, una osa gestante, un lobo, y dejó malheridos de bala a otros animales; tuvo lugar del viernes 8 al domingo 10 de octubre del 2004, organizado por la empresa Abies Hunting. Se trata del «urusus arctos», especie protegida por la Convención de Viena de 2001″. Invitado por Putin -relata Fernando Vallejo-, mató a un oso domesticado, «Mitrofán», que le soltaron habiéndole emborrachado (por supuesto al oso, no al monarca) con Vodka mezclada con miel».
Sin duda lo más inquietante, caso de ser verdad, son los datos y consideraciones que desgrana en torno a la fortuna de S.M. Comenta Fernando Vallejo que cuando el rey de España arribó a la corona, en 1975, era un pobretón. Esto realmente nadie lo ignora. Hoy la revista Forbes le atribuye una fortuna de 1.790 millones de euros. Realmente, si es así, es para alucinar lo que el desempeño del cargo de la realeza puede dar de sí.
Vallejo atribuye esta fortuna a enormes enjuages «delictivos» -habría que probarlos-, llevados a cabo en comandita con elementos bien conocidos en el campo de las finanzas o del «pelotazo». Integrarían esta lista de bribones Javier de la Rosa, Manuel Prado y Colón de Carvajal, convictos por apropiación indebida y falsificación de documentos (75 millones de euros, que transfirió de la Rosa a Prado para que lo repartiera con el Rey), Mario Conde, los «Albertos» (condenados por estafa y falsificación de documentos)…
Comenta Vallejo que le pidió al Sha de Persia 10 millones para fortalecimiento de la Monarquía. A la monarquía Saudí un crédito de 100 millones de dólares, que la empresa Kuwaití Kío entregó a Manuel Prado. Sería a cambio de que en la operación «Tormenta del desierto» la aviación estadounidense pudiera disponer a su antojo de Rota y Torrejón. Al parecer estos préstamos nunca se devolvieron.
Otros granujas serían el georgiano Zourab Tchokatua, gran estafador inmobiliario; Marc Rich, «el delincuente más inescrupuloso de la edad moderna, perseguido por negocios con la mafia rusa, Milosevich y la empresa Hally Burton de Dich Cheney»…
Lógicamente, todo esto pueden ser infundios, porque en caso contrario, dime con quien andas… Algo así será, porque la denuncia de José María Ruiz Mateos de haberse apropiado de «miles de millones» quedó en agua de borrajas.
¿Tendremos que tomar a Fernando Vallejo por un resentido existencial, que tilda a los españoles de ser «la raza más cerril de Europa» y a España de ser la «gran lacaya de la puta vaticana de Roma»?
Pero supongamos por un momento -insisto- que sus aportaciones sean hechos verídicos y comprobados. ¿Qué pasaría con todos esos españoles para quienes la lealtad y fidelidad a la corona constituye la quintaesencia del orgullo patrio? Y, por el contrario, ¿cómo se sentirían aquellos que, aparte de no ser proclives a la realeza, les gustaría desprenderse de ella?
El primer ciudadano del estado debería ser el primero en dar ejemplo de civismo. Esto parece obvio, hasta el punto de no conformarse con serlo sino incluso de parecerlo.
Y me pregunto: en caso de ser ciertos semejantes datos, ¿qué calidad de estado de derecho o democrático sería el que permitiera que su máximo mandatario fuera un grandísimo delincuente? Para mí sería otra buena razón para no sentirte español.
La verdad, no parece muy creíble que un estado como el español, con semejante vitola de democrático, tolere que el jefe del estado sea un bribón de semejante calaña. Por eso, yo exigiría que el gobierno de España elevara una protesta formal contra este gran escritor colombiano que, al menos esta vez, tan gravemente ha desbarrado. ¿O es que puede haber alguien tan descerebrado que dé crédito a sus infundios?
Y por favor, que no me mencionen a jerifaltes de la realeza tan despiadados y facinerosos como el Sha, el monarca alauita o, bueno… ¡Hay tantos!. Eso pasa en otros países, no en la moderna España, donde los monarcas son un ejemplo de mesura y civismo.