Con motivo de la Revolución francesa y de sus consecuencias inmediatas, las autoridades de Baiona ordenaron que todas las comidas del día se realizaran en la calle, frente al portal de cada vecino. Oficialmente la orden fue dada “para que los ricos no tuvieran un mejor régimen que los pobres” aunque, oficiosamente, las razones eran más cercanas. El ejército, acantonado en los conventos que habían sido incautados, se llevaba todas las reservas alimenticias de Lapurdi, lo que produjo situaciones delicadas. En una ocasión, un grupo de mujeres atacó una barcaza que llegaba desde Pau cargada de comida para las autoridades revolucionarias, hecho que vino a ahondar la creencia de que la mayoría de la población pasaba hambre, mientras que los dirigentes se daban grandes festines. Para acallar esos rumores, los representantes revolucionarios del pueblo se aplicaron también la medida y almorzaban frente al Ayuntamiento. La historia no nos lo dice pero podemos imaginarlo. Después de extender la creencia de la igualdad, en la ocuridad de las vieviendas, los ricos y los nuevos políticos surgidos de la Revolución, continuaron dandose los grandes festines. De la Revolución francesa llegó la democracia moderna. La corrupción, más vieja, se hizo compañera.
AZKEN BERRIAK
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