Solo el pacifismo y la diplomacia que conduzca a la paz son procedimientos justos y eficaces contra las guerras.
Contra la guerra europea Rusia-Ucrania, que afecta directamente a Europa, y que, por lo tanto, también es nuestra guerra, solo hay una respuesta y una actitud concordante con los derechos humanos y con la efectividad a largo plazo, que es el pacifismo. El militarismo no es ni justificable, ni eficaz. La equidistancia frente al militarismo es más militarismo, es decir, el oponer la OTAN al militarismo ruso, por mucho que Sánchez quiera tergiversarlo.
Cuando se cumple un año de guerra, Borrell y los demás cancilleres europeos siguen siendo totalmente incapaces de proponer ni una sola idea de negociación o vía diplomática. Sus exclusivas propuestas y peticiones de más ayuda militar y de más municiones para Ucrania las podría formular un cabo chusquero del más miserable de los ejércitos del mundo. ¿Cómo es posible que se mantenga en la Unión Europea un personaje como Borrell, que es absolutamente incompetente para defender algo que no sea el status quo?
Causa vergüenza y da pena oír las recientes conclusiones del cónclave de cancilleres europeos de Munich, con la única conclusión de pedir más armas para Zelenski. Tienen además la cobardía de propugnar una guerra limitada en la que los ucranios solo pongan la carne de cañón. El ejemplo y la aportación de Europa –y más en concreto de la Unión Europea– debería haber sido impulsar la negociación aunque fuese difícil y aunque en ocasiones pudiera parecer impopular. Lo ineficaz y lo cobarde es seguir propugnando guerras limitadas en las que la carne de cañón la pongan otros; y eso hace la OTAN.
El absoluto rechazo que merece la guerra emprendida por Putin –también cruel, injusta y farisaicamente limitada, sin utilización nuclear pero con amenazas nucleares– solo resulta dialécticamente justificable para quienes defiendan el pacifismo, pero no para quienes propongan una réplica armada, que inevitablemente también será cruel, injusta y aún más farisaica y cobarde que la agresión rusa.
El final de la guerra de Vietnam de hace unos decenios y la reciente salida de USA de Afganistán ponen en evidencia que las guerras se juegan más en la opinión pública y en la lucha ideológica que en los campos de batalla. Norteamérica perdió la guerra de Vietnam en su propia casa, igual que España había perdido la guerra de Cuba y de Filipinas en Madrid. El armamentismo de la OTAN no sirve más que para que efectúen incalculables negocios los constructores y negociadores de armas, así como para aniquilar el proyecto político europeo. Europa solo puede tener voz en el mundo defendiendo el pacifismo, la diplomacia y la negociación.
Los antecedentes de la guerra Rusia-Ucrania no se limitan a una necesariamente rechazable invasión militar. No se pueden olvidar los precedentes de la deposición del presidente pro ruso de Ucrania llamado Yanucovich, que había sido elegido democráticamente y que prefirió dimitir antes de provocar una guerra, y que fue depuesto por movilizaciones sociales promovidas por la internacional derechista. Menudo ejemplo ha dejado la intervención norteamericana en todos los países de Latinoamérica, como para ir ahora predicando la defensa de la libertad en el Este europeo.
Están también los Acuerdos de Minsk, de hace prácticamente 10 años, cuando se libraron batallas en casi los mismos parajes que ahora se están volviendo a llevar a efecto. Ucrania culpa a Rusia y Rusia culpa a Ucrania, del incumplimiento de aquellos acuerdos; quizás tengan razón las dos partes y seguramente ambos los incumplieron. Pero existe base para poder formular líneas de negociación.
¿Por qué los Borrell, Sánchez y compañía no son capaces de llegar a ninguna propuesta que no sea la del cabo chusquero? La explicación está en actitudes como la de no reconocer la independencia de Kosovo –por ser unilateral y fundada en la autodeterminación–, la de despreciar historias como las de Chequia y Eslovaquia o los cambios de chaqueta en temas como el Sáhara, la OTAN, etcétera.
El modelo político europeo tiene que ser diferente a las actuaciones militaristas en las que la defensa de los estados esté por encima de la defensa de los derechos humanos. Hay que comprender a los ucranios que no quieren ser rusos, pero no se puede olvidar que los pro rusos eran prácticamente la mitad de Ucrania y la palabra genocidio no se refiere a territorios sino a personas, igual que el concepto de los derechos humanos.
Es una pena y una injusticia, una injusticia y un desastre que desde Europa no se aborde la solución de nuestra guerra europea desde el pacifismo, y de que estemos esperando a que los mandatarios americanos que han hecho lo que han hecho desde Méjico hasta Tierra de Fuego, vengan a hablar de libertad en Kiev, mientras sus empresas armamentísticas están forrándose.
La exigencia radical de los acuerdos antinucleares y contra la ruptura de los mismos que ha efectuado Putin de forma gravemente irresponsable y peligrosa, solo tiene fuerza desde el pacifismo. Lo que debiera haberse promovido en todas las ciudades europeas son manifestaciones por la paz y contra los armamentos, tanto nucleares como todos los demás. Pretender que con tanques se defiende la libertad es una degradación humana.
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