Los catalanes debemos haber sido el único pueblo del mundo cuyas fuerzas parlamentarias pactan una secuencia de preguntas sobre la independencia para dificultar al máximo el voto favorable a la independencia. Sin embargo, si se ha llegado hasta aquí, es decir, hasta el punto de que por primera vez la ciudadanía sea consultada sobre este tema, el soberanismo debe hacer lo posible para que la consulta se celebre. Teniendo presente la nula predisposición del Gobierno español para negociar cualquier cosa que afecte a un cambio de marco político, parece que lo más realista, desde la perspectiva de la Generalitat, consistiría en trabajar con la hipótesis de organizar una votación unilateral. De momento, el grupo parlamentario de CiU ya votó en noviembre pasado en contra de una moción de la CUP que instaba a promover una consulta aunque no hubiese acuerdo con España. Por otra parte, a nueve meses del día D, no hay ningún indicio de un trabajo técnico desde la consejeria de Gobernación que permita asegurar la capacidad de gestionar un pronunciamiento popular sobre las preguntas acordadas. El proyecto de ley sobre las consultas no referendarias, el instrumento que según determinados sectores del soberanismo institucional es necesario activar si el Estado no autoriza el referéndum, continúa embarrancado en el Parlamento.
Sería una irresponsabilidad y una temeridad por parte del estamento político catalán que transcurran muchas semanas más en la inacción, sobre todo teniendo en cuenta la singularidad del proceso planteado, de la que emana una alta complejidad organizativa, una máxima exigencia a la hora de articular las garantías y las condiciones de legitimidad (una circunstancia, por cierto, ya muy debilitada a causa de la falta de claridad de la primera pregunta) y una preparación de un dispositivo de seguridad que, ante la hostilidad del gobierno español y la posibilidad de boicot de algunos ayuntamientos gobernados por partidos unionistas, permita que la consulta se realice sin incidentes en todo el territorio del Principado.
Que los catalanes podamos votar a pesar de la feroz oposición del Estado parece muy difícil pero no es imposible. Me gustaría, en este contexto, hacer una observación y una recomendación. La observación consiste en el hecho de que hay experiencias históricas de referendos unilaterales de independencia celebrados en condiciones muy difíciles. Martí Anglada, en su libro ‘Cuatro vías para la independencia’, explica los casos de Estonia, Letonia y Eslovenia que habría que estudiar por parte de quienes tengan un compromiso con la consulta catalana. De hecho, en el caso de Eslovenia, por ejemplo, a pesar de enfrentarse a una amenaza militar (que se materializó en la llamada «guerra de los diez días» de junio de 1991) en la celebración del referéndum del 23 de diciembre de 1990 la república secesionista disponía de más facilidades competenciales y organizativas que la Cataluña actual. Los recién estrenados procesos electorales eran competencia primordial eslovena, las autoridades del país controlaban el censo y hasta tenían competencia en materia de ciudadanía (lo que facilitó la determinación de los nacionales del nuevo Estado independiente). En Cataluña, como se sabe, la Generalitat no dispone del censo (que es una atribución centralizada en el Instituto Nacional de Estadística) ni tampoco de sindicatura electoral propia.
Finalmente, mi recomendación en el supuesto de que haya voluntad para llevar adelante una consulta unilateral sobre la independencia de Cataluña es que se simplifique al máximo el proceso teniendo en cuenta las ya comentadas adversidades que se interfieren. No es el momento para experimentos que dificulten el logro de umbrales de participación. Yo abandonaría, pues, la pretensión de ensanchar el electorado los mayores de 16 años y a los extranjeros (en puridad, los no nacionales españoles). Aunque sería muy propio de la candidez política catalana, me parece absurdo autoexigirnos unas mayorías y unos requisitos que no se han pedido ninguna parte para que una comunidad pueda enfilar el camino hacia la libertad.
EL PUNT – AVUI