Constitución navarra

Dicen de los navarros que somos tenaces y perseverantes de tal forma que cuando nos proponemos algo no paramos hasta conseguirlo. También dicen que nos caracterizamos por ser muy bravos y que no nos arrugarnos ante nadie ni ante nada, que hablamos alto y claro y que no escondemos nada. Dicen de nosotros que somos gente auténtica y noble, que vamos de frente. Las tradiciones que se conservan en nuestro reino desde hace siglos nos hablan también de nuestra forma de ser: gentes muy apegadas a su pasado y a sus costumbres ancestrales. Sí, somos los descendientes directos de los antiguos vascones y ejercemos como tales.

¿Nos hemos olvidado los navarros del siglo XXI de que Navarra fue un reino? Que va. Tanto los navarros de la Montaña como los de la Ribera tenemos plena conciencia de que Navarra fue durante varios siglos un reino independiente que se regía por sus propias normas, por sus fueros, y que si no llega a ser invadido y conquistado por los castellanos y aragoneses seguiríamos siendo hoy un Estado independiente. Navarra es el único reino cristiano en la Península Ibérica que fue conquistado. Sucedió en 1512, veinte años después de que finalizase la reconquista. Navarra era un reino pequeño que necesitó castillos y fortalezas como ningún otro para defenderse contra unos enemigos más poderosos. Y todos nuestros castillos y elementos fortificados medievales fueron destruidos por los invasores. Quinientos doce años después, aquí seguimos los descendientes de aquellos navarros suspirando por la recuperación de nuestro reino. Somos muchos los navarros con la mirada anclada en el pasado y que mantenemos la herida de la conquista abierta. Por eso no cicatriza. Ha pasado mucho tiempo, pero a los navarros no se nos olvida lo que hicieron con nuestro reino: lo partieron en dos. No tuvieron piedad ni consideración con Navarra.

La conquista de Navarra sigue suscitando polémica hoy en día por la forma en que se produjo: un reino cristiano es conquistado dos décadas después de que finalizase la Reconquista. ¿Qué hicieron los navarros del siglo XVI para que les castigasen de semejante forma? Esa invasión fue a todas luces una agresión injusta que nunca tuvo que haberse producido. No fue ni mucho menos una hazaña la conquista del pequeño reino navarro por los ejércitos castellanos y aragoneses, sino más bien algo de lo que deberían avergonzarse. Las injusticias históricas terminan siempre por ser reconocidas, por merecer la condena universal y la reparación debida. Los navarros de hoy exigimos una reparación consistente en recuperar la condición de reino.

La Ley Orgánica de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra recoge en su preámbulo que Navarra se incorporó al proceso histórico de formación de la unidad nacional española manteniendo su condición de Reino, con la que vivió, junto con otros pueblos, la gran empresa de España. Ahora el Parlamento navarro va a iniciar la modificación de dicha ley para transformar un estatuto de autonomía en una auténtica constitución navarra. Esta constitución deberá recoger el irrenunciable derecho de Navarra a considerarse reino para siempre, con los mismos derechos que tenía en el momento de su anexión a la Corona de Castilla en 1515. La Constitución navarra deberá recoger en su articulado el derecho de la Baja Navarra a su reunificación con la Alta Navarra. Como quiera que ambos territorios navarros pertenecen a distintos países de la Unión Europea (España y Francia) habría que habilitar un mecanismo que posibilite la unión política de todos los territorios navarros sin menoscabar la unidad de los Estados español y francés. Así podría establecerse una cosoberanía, o soberanía conjunta de España y Francia, sobre toda Navarra y todos los navarros podrían compartir la doble nacionalidad, española y francesa. La reunificación de las dos navarras debería ser ratificada mediante referéndum en todos los territorios navarros.

Sigue habiendo algo dentro de Navarra que va a emerger, la conciencia de lo que fue el Reino, nuestra nación. Esa conciencia no han podido eliminarla. El reino de Navarra va a resucitar. Nosotros, los navarros del siglo XXI, lo vamos a conseguir. La forma de blindar Navarra pasa por recuperar la condición de reino, un reino al que podrían incorporarse territorios que pertenecieron en el pasado a Navarra. Los fueros son la constitución del reino y se requiere la existencia de un monarca que jure respetar los fueros y libertades de los navarros. El juramento real se reafirmó históricamente como antorcha máxima de una tradición ininterrumpida y eficazmente operativa, exponente de unos derechos originarios e históricos imprescriptibles. Por ese motivo, el rey Felipe VIII de Navarra (Felipe VI de España) estaría obligado a jurar los fueros de Navarra.

¿Una quimera? No, basta con proponer la anulación de la Ley de Modificación de Fueros de la Provincia de Navarra, norma aprobada por las Cortes Generales de España el 16 de agosto de 1841, que suponía la pérdida de la condición de reino para Navarra. Esa ley española fue un contrafuero, una ilegalidad, un castigo contra Navarra. La Diputación navarra ya expresó que “Navarra se unió a Castilla con ciertos pactos que no se pueden en rigor alterar sin su mutuo consentimiento”, por lo que de no seguir una actuación semejante “quedaría disuelta la sociedad; y la Diputación desea evitar a todo trance este extremo”. El Parlamento navarro debe solicitar formalmente a las Cortes Generales la anulación de esa ley y así, de forma automática, Navarra recuperaría su condición de reino con los mismos derechos que tenía hasta el año 1841.

Las últimas Cortes de Navarra, de 1828-1829, hicieron la última apelación al monarca español recordándole que los fueros del reino “se han mantenido por más de once siglos, porque la dilatada serie de los señores reyes que han sucedido en él han cumplido religiosamente la sagrada obligación de guardar los fueros y libertades de los navarros”.

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