Ciudades a la venta

Tengo 48 años. Nací en Benavente (Zamora) y vivo en Madrid. Casado, dos hijos y cinco gatos. Me licencié en Periodismo. Doy talleres de escritura. En política espero la era de la penumbra, es el movimiento que veo en toda Europa. Lo más cerca que he estado de un sentimiento religioso es a través de la música. (Foto: Emilia Gutiérrez)

Jorge Dioni, escritor, publica ‘El malestar de las ciudades’

Se crio en Benavente, vivió diez años en el centro de Barcelona y ahora vive en Madrid. Su perspicacia y espíritu crítico le llevó a escribir La España de las piscinas, premio al mejor ensayo del Gremio de Librerías de Madrid. Describe la periferia de las grandes ciudades españolas a la que se ha trasladado la clase media, chalets al estilo norteamericano. Ahora nos describe en El malestar de las ciudades (Arpa) el modelo neoliberal que se ha apropiado de las ciudades, convertidas en un producto de consumo internacional en el que manda el precio, poniendo la ciudad a la venta y desplazando a sus residentes. “La apuesta es vender la propia ciudad cuanto más cara mejor en lugar de producir. Así, las ciudades acabarán consumiéndose mientras alimentan nuestro miedo con sucesos, ruido de fondo que acaba distrayéndonos de lo esencial.”

Estoy incómoda en mi ciudad.

Es normal, porque vive usted en un parque temático y tiene que compartir espacio todos los días con gente que tiene intereses muy distintos a los suyos.

¿Los turistas?

Sí, las grandes ciudades abrazan al turista y ahogan al vecino porque el turista tiene una disponibilidad de gasto superior y acaba definiendo la ciudad según su interés.

El turista está de paso.

Por eso si tengo una ferretería mejor la cierro y abro una pizzería, me irá mejor.

¿El rentismo ha sustituido a la producción?

Sí. Dividir un piso y alquilarlo por habitaciones es más rentable que alquilárselo a una familia con un contrato de cinco años.

¿Y qué hacen los ayuntamientos?

Actualmente su función principal es atraer los flujos de fuera, sea en inversión, nómadas digitales o turistas… Los ayuntamientos entran en competición unos con otros. Las administraciones se han convertido en empresarios de la ciudad, y eso tiene buena prensa.

¿Las ciudades se han convertido en un producto y cada vez más caro?

Sí. Las ciudades se han convertido en marcas que necesitan atraer nuevos inversores aunque eso signifique que la gente que vive en ella no pueda competir con ese capital que viene.

¿Y a qué nos aboca este modelo?

Al crecimiento del área urbana. Europa es un refugio, un lugar magnífico para las rentas altas del mundo porque hay una sociedad más o menos estable y apenas hay violencia, así que todos quieren una casa y un pasaporte, y eso desplaza a los nativos.

Madrid y Londres, las ciudades más desiguales de Europa.

En el centro de Madrid en Semana Santa los bomberos tuvieron que hacerse cargo de la cofradía porque allí ya no viven madrileños. Cuando se pone una ciudad en el mercado, corres el riesgo de que te la compren.

¿Y la desaceleración, las ciudades más humanas y más verdes?

Sí, y sin vehículo privado y con comercio de proximidad, es una idea que acabará imponiéndose por una cuestión de supervivencia, ¿pero seguirán siendo solo para el que las pueda pagar o para todos?

¿Qué va a pasar con la España de las piscinas y la sequía?

De nuevo se trata de un uso privado de un bien público. El uso privado son las piscinas, el regadío y el sistema de explotación a través de hotel más campo de golf.

Pero eso ya no es posible.

Yo tengo la sensación de que la advertencia no vale. Cuando uno está en mitad de la fiesta solo le para el susto de que “ya no hay más agua, se acabó”.

Y el susto vendrá en Andalucía y Castilla-La Mancha, donde siguen con ese modelo de convertir cultivos de secano en regadío, utilizar regadíos ilegales y establecer urbanizaciones más campo de golf y proyectos urbanísticos basados en piscinas.

Vemos turistas borrachos en bañador por el centro de la ciudad a las siete de la tarde.

El proyecto político que defendía que había que limitar ese modelo no ha ganado las elecciones.

Ya.

Y sucede lo mismo en Baleares, la idea del “ya no podemos más” ha perdido las elecciones. España es un lugar vinculado a la fiesta, que es una palabra internacional gracias a Hemingway.

¿Es nuestra gran aportación al mundo?

Pamplona tiene 15 días de julio que se vuelve loca, que sufre una catarsis, una afluencia turística descomunal, pero no se ha convertido en una ciudad turística todo el año.

¿Porque no ha querido?

No ha hecho la apuesta de que el turismo sea su principal industria, ni tampoco Bilbao, donde tienen el foco de atracción que es el Guggenheim pero a la vez han reindustrializado la ciudad. Sin embargo, Barcelona, Madrid o Málaga viven del turismo.

¿Y eso adónde nos lleva?

A ciudades muy multiculturales con grandes áreas urbanas donde vive la gente que trabaja en esa ciudad. Los Ángeles es el gran espejo en el que mirarnos

¿Modelos basados en la segregación urbana?

Sí, donde no hay interacción entre los diversos grupos sociales, y eso hace que las ciudades acaben siendo conflictivas, lo vemos en EE.UU. o en Francia, donde tienen periódicos estallidos de violencia. La ciudad es la mezcla, la convivencia en la que hay que llegar a acuerdos.

¿La desigualdad es más que un error?

La desigualdad es un modelo que muchos consideran bueno porque promueve la creatividad y la competencia. Y si se privatizan ciertos servicios pasas de ciudadano a cliente, y ese también es un modelo.

La Vanguardia