La escenografía avanza. Primero fueron los indultos, presentados como un gesto de la parte española a pesar de que era evidente la presión internacional para que fuesen otorgados. Y ahora se asoma el referéndum. Un referéndum no sé sabe muy bien sobre qué, pero que aparece, repentinamente, en un horizonte más o menos inmediato. De ello hablan los ministros españoles, contradictoriamente. Y habla buena parte del independentismo también.
Contradictoriamente, porque el Estado español, atrapado en su error de 2017, ahora ya se encuentra forzado a decir una cosa y la contraria en la misma frase y eso no es fácil. Ayer publicamos una entrevista a Guiomar Amell, la mujer que se plantó ante Pedro Sánchez cuando terminaba su discurso del Liceo. Y cuenta que Sánchez le dijo que los referendos dividen. Es un argumento que hemos oído mucho estos días, también en esta entrevista que publicó el sábado a José Luis Rodríguez Zapatero, pero que, curiosamente, sólo se refiere al referéndum catalán de autodeterminación. Los referendos sobre la entrada en la OTAN o sobre la constitución española o el referéndum, obligatorio, sobre el estatuto de Cataluña, estos parece que no dividían. Acertada, y muy dignamente, Guiomar Amell le respondió: «Su argumento es pobre.»
Tan pobre que, de hecho, mientras dicen que un referéndum divide afirman también que lo que se acuerde en la mesa de diálogo, si alguna vez se acuerda algo, se debería votar en referéndum por los catalanes. ¿En qué quedamos, pues? ¿Los referéndums dividen o no? ¿O es que dividen los referendos que el Gobierno no quiere y no dividen los que le interesan? ¿Es este el criterio?
De cualquier modo, es evidente que vamos entrando en un período de maniobras importante. Mientras aquí la represión continúa, e incluso se intensifica, en medio de la desmovilización programada del independentismo que denuncia tan bien Lluís Llach, allí parece que se van moviendo cosas. Que no sabemos a dónde llevarán pero que, aparentemente, fuerzan a España a adoptar una posición distinta a la del 2017. La presión exterior contra la represión violenta y antidemocrática española hace mella -de ello habla Resina en su artículo de hoy, contando también experiencias personales-. Mucha mella. Como lo hace la presión aritmética en el congreso de los diputados, donde ERC es imprescindible ahora mismo para salvar la piel de Pedro Sánchez. Y la ineficacia de la batalla mediática contra el independentismo, plasmada en el récord del 52% de los votos -piénsese que ellos partían de la idea de que en las elecciones del 2017, las del 155, eran el final del independentismo- y tres años después tienen eso. Hace mella, pues, la persistencia de ganar unas elecciones tras otras. Y es evidente que hace mella también la llegada de Pere Aragonés a la presidencia de la Generalitat, cambio que permite al PSOE justificar otro estilo.
Hay que decir, en este contexto, que es llamativo e interesante que el Gobierno ahora diga que está dispuesto a negociar en lugar de limitarse a invocar a la policía y la fiscalía, en lugar de amenazar a diestro y siniestro, de decir que los presos cumplirán la pena íntegra o afirmar que «traerá a España» al president Puigdemont para que ingrese en prisión. Bastante interesante y, sin embargo, ya veremos si todo ello acaba en algo.
Y mientras tanto es mucho más interesante también que António Guterres, secretario general de la ONU, diga ante Pedro Sánchez -en una conferencia de prensa conjunta y cuando le hacen una pregunta sobre Cataluña- que hay un «principio global esencial» que dice que «todos los problemas deben resolverse políticamente». No con la violencia, por lo tanto. Y es más interesante aún que el señor Guterres opte por callar cuando los periodistas españoles le preguntan si Cataluña tiene el derecho de autodeterminación. Dominados como estamos los medios por el marco mental hispánico, ni nosotros mismos hemos sido capaces de poner de relieve que en 2015 el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo en público, respondiendo a la misma pregunta de los mismos periodistas del mismo país, que Cataluña no se encontraba entre los territorios sin autogobierno a los que la ONU reconoce el derecho de autodeterminación. Sin matices y con rotundidad. Una afirmación que ahora Guterres ya no se atreve pronunciar. Las cosas, sobre todo fuera, es evidente que se mueven y los informes de la ONU sobre la violencia española, aquellos informes que hacían reír tanto en Madrid hace pocos meses, llevan un precio incorporado en la etiqueta. Véalo usted mismo aquí.
Pero, a raíz de todos estos movimientos, los ciudadanos no deberíamos de perder el norte ni hacernos esperanzas exageradas. Y menos deberíamos depositar en otro la confianza de hacer el trabajo que sólo nosotros podemos y sabemos hacer. Por eso creo que sería bueno centrar el debate sobre este posible referéndum, recordando cinco detalles clave.
- El referéndum puede ser el instrumento, pero por sí solo no es nada.
El objetivo no es hacer un referéndum, sino ejercer la autodeterminación. No se debe confundir nunca el método con el objetivo.
- Hay muchas maneras de hacer referéndums, pero un referéndum de autodeterminación no es un referéndum cualquiera.
El problema no es como hacer el referéndum, cuántas respuestas tiene la pregunta o qué porcentaje de votos son necesarios para validarlo. La cuestión es mucho más simple: un referéndum únicamente es de autodeterminación si pregunta a la población afectada si quiere convertirse en un Estado independiente o no. Todo lo demás es palabrería.
- El referéndum de autodeterminación del Primero de Octubre no puede ser aparcado y negado sin más.
Esto sería una contradicción esencial, que negaría el proceso de autodeterminación. Si queremos ejercer la autodeterminación no podemos pasar por alto que ya se ejerció el Primero de Octubre. De lo contrario, lo negaremos desde la base. Aparte de que es evidente que cualquier referéndum acordado que se pueda hacer, si se hace alguna vez, en los próximos años se hará precisamente porque se hizo unilateralmente el Primero de Octubre.
- La autodeterminación es legal, incluso sin necesidad de referéndum.
Vuelvo al primer enunciado. No confundamos el método con el objetivo. La autodeterminación -por tanto, la constitución del Principado en una república independiente- se puede hacer con referéndum o sin referéndum. Y, ni que decir tiene, se puede hacer a partir del acuerdo pero también, perfectamente, a partir de la decisión unilateral. Porque la autodeterminación siempre es un acto válido, de acuerdo con la ley internacional. Es mejor para todos si hay un referéndum acordado, sí. Pero no es obligatorio, ni mucho menos.
- La autodeterminación es un instrumento legal de la sociedad internacional, pensado sólo para que nosotros, y no ellos ni ellos con nosotros, decidamos si queremos ser independientes.
El derecho de autodeterminación es el derecho que tiene un pueblo o nación de decidir si quiere ser independiente o no. No es más que eso; no presupone la voluntad ni obliga a ninguna nación a hacerse independiente. Se limita a afirmar que cualquier pueblo o nación tiene el derecho de decidirlo. En términos jurídicos, es el derecho de cualquier país de «elegir la soberanía y el estatus político, sin compulsiones externas ni interferencias». Y, por tanto, por definición, el derecho de autodeterminación en sí ya identifica la existencia de un sujeto político autónomo, que es aquel que quiere ejercer la autodeterminación y que no se puede condicionar con «compulsiones externas ni interferencias». Así pues, todo lo que no se haga partiendo del reconocimiento de la existencia de este pueblo o nación y asumiendo que Cataluña tiene el derecho de resolver su futuro político sin interferencias externas es negar el derecho de autodeterminación. Digan que digan.