https://www.lavanguardia.com/files/content_image_desktop_filter/uploads/2021/12/22/61c34bbe2a91c.png
30 AÑOS DEL FIN DE LA UNIÓN SOVIÉTICA / Y 4
El mapa de la actual Asia Central lo dibujaron en realidad los dirigentes soviéticos en las décadas de 1920 y 1930, cuando fueron creando las repúblicas soviéticas en esa parte del imperio rojo. Cuando la URSS se desintegró se formaron cinco nuevos países según las fronteras existentes en 1991. Aunque éstos hayan sufrido periódicos episodios de inestabilidad, en este tiempo han hallado su propio camino y se han consolidado como independientes.
“Tras el colapso de la URSS, y en especial en plena guerra civil de Tayikistán (1992-1997), había muchas dudas de que lo consiguieran”, dice a La Vanguardia Andréi Grozin, director del departamento de Asia Central en el Instituto de Países de la CEI (Comunidad de Estados Independientes) en Moscú. Sus sistemas políticos son diferentes: autoritarismo en cuatro de ellos (con la versión extrema de Turkmenistán) y democracia en Kirguistán. Pero tienen en común “una maraña de problemas socioeconómicos que determinan la región: desempleo, una difícil situación de la corrupción o emigración masiva, sobre todo a Rusia”, enumera desde Almatý el historiador Bolat Asánov.
Kazajistán
Ser el motor económico de la región ha ayudado a dar estabilidad al país, aunque no ha escapado a las turbulencias. En 1997 Nursultán Nazarbáyev trasladó la capital de Almatý a Astaná, hoy Nur-Sultán en su honor. Quería neutralizar la amenaza del separatismo que se planteaba ocasionalmente en el norte, con una población mayoritariamente de habla rusa. Nazarbáyev dejó la presidencia en el 2019, pero sin soltar la cuerda. “Que Nazarbáyev decida su sucesor tiene su lógica –dice Asánov–. Después de todo, como señaló en 1919 el general Alexánder Dútov, atamán de Oremburgo, en la estepa no hay partidos y política, sólo una lucha de nacimientos”. Grozin añade que “el actual presidente, Kassim-Zhomart Tokáev, no lo es de pleno valor”, pues las principales decisiones las sigue tomando Nazarbáyev.
Tayikistán
Se da por hecho que Emomalí Rajmón entregará el poder a su hijo mayor, Rustam Emomalí (34 años), alcalde de Dusambé. “Fundarán así una especie de régimen monárquico como los de Oriente Medio”, dice Grozin. El mismo esquema se está preparado en Turkmenistán. “Quieren consolidar su legado y la elite formada durante sus mandatos”. Emomalí Rajmón se convirtió en el tercer presidente de la menor de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central durante la guerra civil, que hizo de Tayikistán uno de los países más pobres del mundo. Estableció un régimen personal en el que medró el llamado “holding de Dangará”, su pueblo natal. Esa tendencia ha causado no pocos descontentos, así que no se pueden descartar conflictos dentro de la elite.
Turkmenistán
El régimen creado tras el fin de la URSS por Saparmurat Niyázov es uno de los más rígidos del mundo, comparable solo al de Corea del Norte, y también uno de los más fantásticos, por el excéntrico culto a la personalidad del líder. Niyázov decidió aislarse incluso de sus vecinos. Turkmenistán no se integró en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), el bloque político-militar que lidera Rusia. La implacable dictadura siguió tras su muerte, en el 2006, con Gurbangulí Berdimujamédov, quien ahora prepara a su único hijo, Serdar –de 40 años–, para que le suceda en la presidencia.
Uzbekistán
Islam Karímov también instaló un régimen autoritario duro, aunque de corte clásico. En política exterior maniobró acercándose a Rusia y a EE.UU. En 1999 abandonó la OTSC y en el 2001 cedió la base aérea de Karshi-Khanabad a EE.UU. para sus militares, que habían empezado a actuar en Afganistán. Pero tras la masacre de Andiján, en el 2005, muy criticada por Occidente, expulsó a los norteamericanos. En el 2006 volvió a ingresar en la OTSC, pero la dejó otra vez en el 2012. Karímov falleció en el 2016 y, “para mantener la estabilidad, la elite se consolidó muy rápidamente, encontrando un candidato que convenía a todos”, explica Grozin. “Se mantiene el mausoleo de Karímov en Samarcanda, sus logros internos no se van a revisar, pero ninguno de sus familiares ha ganado”. Su hija mayor, Gulnara, a la que se llegó a considerar sucesora, está en prisión. El actual presidente, Shavkat Mirziyóyev, se ha ganado fama de reformador, aunque eso no se traduce en apertura política.
Kirguistán
Es el país más inestable de la región, pero también el único donde ha prendido la democracia. Ha sufrido tres revoluciones, 2005, 2010 y 2020. En la primera, tras la expulsión de Askar Akáev, se llegó a temer que el país se dividiese en dos. En la última Sadir Zhapárov logró echar a Sooronbái Jeenbékov y desde entonces ha forzado reformas criticadas por la oposición para imponer un sistema presidencialista fuerte. “En Kirguistán respondemos a la injusticia y al gobierno deshonesto de una manera diferente a otros países”, ha dicho al diario Kommersant Rosa Otunbáyeva, presidenta del 2010 al 2011, tras el derrocamiento de Kurmanbek Bakíev.
Influencias externas
Si Rusia se mantiene como principal actor político-militar externo, uno nuevo ha entrado en escena: China. De momento, su influencia solo es económica. “Tarde o temprano, tendrá que intervenir en seguridad y en política para defender sus intereses, aunque repita el mantra de que solo le interesan los negocios”, opina Andréi Grozin. Su presencia actual y la que sea en el futuro tendrá que hacer frente a un fuerte sentimiento antichino muy extendido en la región, debido a la opresión de los musulmanes de Xinjiang, que también incluye a población de etnia kazaja y kirguís. Además, cree Grozin, “la estrategia china puede encontrarse con una fuerte oposición de EE.UU., y será algo con lo que tendrán que convivir los países de Asia Central”. También puede influir lo que ocurra en Afganistán. Si sus problemas saltan la frontera, los cinco países de la región estarán muy atentos a la ayuda que presten Rusia y China.
LA VANGUARDIA