Winston Churchill (1874-1965), aquel hombre rollizo, sonriente y distante, de mejillas carnosas, que empezaba el día con un vaso de whisky y que aparecía siempre con un puro habano en los labios o en la mano, fue uno de los políticos británicos más relevantes del siglo XX. Autor de algunas frases ya históricas, como la referencia al activista Mahatma Gandhi como “aquel anoréxico medio desnudo” que hacía temblar al imperio británico, dijo también esto: “Por muy bonita que sea la estrategia, de vez en cuando habría que mirar sus resultados”.
Me ha venido a la cabeza esta cita, una vez conocidos los resultados electorales en España, los Països Catalans y Cataluña. Visto lo que han votado los electores en el Principado, nadie diría que se trata del mismo territorio donde existe una mayoría, en su Parlamento, de diputados pertenecientes a partidos oficialmente independentistas y con dos millones de personas, al menos, que comparten su objetivo final. Si así fuera, ¿cómo puede ser, pues, que los tres partidos más votados (PSC/Sumar/PP) en Cataluña hayan obtenido mejores resultados que ERC/Junts/CUP y les hayan pasado la mano por la cara de una forma tan evidente?
Los tres partidos españoles mencionados tienen, antes que ninguna otra consideración, una estrategia española y no la esconden. Sin embargo, ¿disponen los tres partidos catalanes de una estrategia catalana, cuentan con pasos tácticos, coherentes y bien definidos que estén en la línea de una estrategia nacional que los ampare, justifique y explique, para la consecución de la independencia política? Diría que no, producido este paseo electoral triunfante del partido de Pedro Sánchez por las cuatro circunscripciones electorales, en compañía de su socio en el gobierno español, con cartera ministerial incluida.
La victoria del PSC/Sumar en el Principado denota, al menos, un par de evidencias. Por un lado, el electorado catalán, ante el espantajo atizado a diestro y siniestro de un gobierno PP/Vox, ha priorizado su cultura democrática, antifascista y pragmática, por encima de la ilusión independentista. Por otro, lo ha hecho como gesto útil de autodefensa, como voto seguro dado que las elecciones eran españolas y sin demasiados problemas de conciencia. ¿Cómo se debería comportar, si ERC en Madrid ha sido un aliado fiel de PSOE/Sumar y, en Cataluña, los republicanos con Junts y la CUP han ido a carrera hecha a compartir gobiernos en la administración local, comarcal y provincial, sin manía alguna?
¿Quién puede atreverse a criminalizar a los electores que han optado por hacer lo mismo que, día tras día, hacen los tres partidos independentistas? Desestigmatizado el PSOE del 155 o el Sumar de la frase «el programa de Sumar En Común Podemos no existe, sólo existe el programa electoral de Sumar». Son los tres partidos catalanes los que normalizaron absolutamente su condición de agentes democráticos y que, en consecuencia, los apoyaron en Madrid, con el acceso a la presidencia del gobierno, los presupuestos y las leyes básicas. ¿Por qué debería estar mal, pues, que electores catalanes hayan dado su confianza a las urnas a fuerzas a las que, previamente, ya se lo habían dado los partidos independentistas, antes y después de las elecciones, en ayuntamientos, consejos comarcales, diputaciones, etc.?
700.000 votos independentistas que se han fundido son, francamente, muchos votos. De hecho, siempre ha habido cierta abstención en clave nacional cuando se trata de enviar representantes catalanes a las cortes españolas, al considerar que no son “nuestro” Parlamento. La llamada a la abstención hecha por alguna entidad, ciertos colectivos y activistas individuales ha hecho subir cuatro puntos la abstención. Pero también hay que reconocer que ha habido una tercera posición independentista en las elecciones del 23 de julio que ha sido dar el voto a formaciones como el PSC y Sumar que no son, ni han sido nunca, fuerzas de carácter independentista.
La pérdida sensible de fuerza del independentismo catalán en Madrid es innegable. No está claro que ERC y Junts dispongan de grupo parlamentario propio en el Congreso y la CUP ha desaparecido. Y en el Senado serán testimoniales. Llama la atención que, pese a gobernar en solitario la Generalitat, los republicanos hayan obtenido resultados inferiores, en escaños, pero sobre todo en votos, a los que este partido obtuvo en 2004, hace 19 años. Pero lo más sorprendente es que, como ya ocurrió en las municipales, no se haya producido después del derrumbe electoral la más mínima autocrítica, ni se haya expresado la necesidad de revisar el acierto y la eficacia de la estrategia llevada a cabo hasta ahora que ha conducido hasta estos resultados y la pérdida evidente de apoyos electorales.
Revisar con ánimo constructivo y crítico la estrategia no es, sin embargo, tan sólo una tarea imprescindible que afecte sólo a un partido, sino que les afecta a todos. E iría bien que hicieran lo mismo las entidades sociales, sindicales y culturales, así como nosotros, los ciudadanos, reflexionando sobre el acierto o el error de nuestro comportamiento electoral en relación con los objetivos legítimos de independencia nacional. Cada uno de nosotros, en grado diverso, somos también responsables de este callejón sin salida al que hemos llegado y deberíamos ser capaces de aportar nuestro esfuerzo individual para dar la vuelta a esta situación tan adversa de desmoralización, desencanto y desesperanza.
No haremos nada, ni en Madrid ni en ninguna parte, si no dejamos de una puñetera vez la improvisación, pensar con las tripas y la falta de visión de futuro, y adoptamos avances tácticos que no sean aislados, sino que tengan la fortaleza de formar parte de una estrategia a largo plazo y que así sea percibido por la gente. Si no es así, si cada paso depende sólo de la circunstancia del momento, y no de una mirada estratégica, da igual si en Madrid los “nuestros” ayudan, se abstienen o bloquean la gobernabilidad del Estado, porque será tan sólo una acción aislada, puntual, sin mayor trascendencia, al margen de una planificación nacional bien estructurada. Al menos, tan bien estructurada como los partidos españoles tienen la suya. Pero, tal vez, esta revisión de la estrategia difícilmente podrá hacerse sin una renovación en profundidad de liderazgos y nombres quemados que, en estos momentos, ya estorban más que sirven a la causa liberadora. Hacer limpieza, pues…
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