El monarca actuó severamente contra esta junta mandando ahorcar y despeñar a varios junteros y azotar a otros.
En palabras de hoy día diríamos que simplemente trataban de organizarse como gremio y que querían obtener el control de su cosechas, cosa natural y comprensible en nuestros días. Por lo tanto deberíamos tener muy en cuenta en nuestro imaginario a todos los reprimidos en los hechos de 1351 y guardarles la más merecida admiración como precursores del movimiento agrario.
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RELACIÓN MÁS DETALLADA DE LA REPRESIÓN CONTRA LOS JUNTEROS DE MILUCE.
LA JUSTICIA DE MILUCE
(….)……..Durante la larga ausencia de la reina doña Juana II, cuya viudez transcurrió en Francia, Navarra fue administrada por un gobernador francés, Jean de Conflans.
Es muy probable que, lejos de toda autoridad directa, la vigilancia de los oficiales reales, casi todos franceses, se aflojó bastante. Algunas quejas también debieron llegar hasta Francia y a los oídos del nuevo Rey (Carlos II) que de todas maneras manifestó muy pronto el deseo de reprimir los abusos anteriores.
Desde Francia prohibió que ningún oficial real saliese de Navarra antes de su venida, con el objeto evidente de obligarles a responder de su gestión.
Y una vez en el reino, pasadas las fiestas de su coronación, abrió audiencia en su corte de Pamplona a fin de oír todas las quejas que le quisieran hacer acerca de sus oficiales.
CASTIGADOS POR MAL ADMINISTRADORES:
– Un portero fue azotado en público durante tres días.
– El merino de Tudela, Hugues de Brion, fue juzgado y anegado, para servir de ejemplo.
Pero si estas muestras de su espíritu de justicia pudieron parecer de buen augurio a los navarros, por otra parte manifestó un ardiente espíritu de reforma y un extraordinario empeño de gobernar por sí mismo:
MEDIDAS ORGANIZATIVAS:
– Empezó por exigir de las Cortes el monedage, o sea una contribución de 8 sueldos por fuego para hacer acuñar moneda nueva, a la cual, por ser baja de ley, tuvo que dar circulación forzada.
– Mandó reformadores a la Baja Navarra la parte más agitada tal vez del reino, a causa de las perpetuas disensiones de las dos familias de Luxe y Agramont.
– Publicó ciertas ordenanzas sobre los pleitos.
– Reorganizó el servicio de porteros.
– A petición de las Cortes, fijó la tasa de los salarios de obreros y jornaleros.
– Hizo revisar las listas de quienes disfrutaban en la Tesorería de mesnadas y Caballerías, reduciendo así las cargas del presupuesto a la vez que rechazaba a los inútiles.
– Obligó a todos los alcaldes a morar personalmente en los castillos que tenían a su guarda.
– Y por fin, sea que tuviese sospechas, sea que quiso renovar una precaución ya tomada por sus antepasados, prohibió en el reino toda junta o cofradía que no tuviese carácter religioso o fines caritativos.
DESCONTENTO POPULAR
El rigor del nuevo gobierno debió disgustar tanto más a sus súbditos, cuanto mayor era el contraste con el abandono del tiempo de la reina doña Juana.
La tasa fijada a los salarios no gustó a muchos, puesto que cinco años más tarde, el mismo Rey tuvo que anularla a petición casi general.
El pueblo estaba mermado y empobrecido por las grandes epidemias de peste que entristecieron los dos años precedentes.
El monedage no fue recogido sin trabajo; no había quien no tratase de escapar a la imposición. El alcalde y el preboste de la Navarrería, que estaban encargados de colectarlo en sus circunscripciones, suplicaron al tesorero «que lo mandase coger a porteros o a quien quisiere, y no a ellos, porque del todo no sean mal quistos de la gente» .
También el séquito del joven Rey, casi exclusivamente compuesto por franceses, debió desagradar a los navarros;
Se hallan indicios de tal animosidad popular: Uno de los familiares del Rey, Arnaud de Han, cuando paseaba en compañía del mariscal del Rey, francés también, por el Burgo de San Cernin y la Navarrería, fué herido por la gente, y hubieron de llamar al amirat de la Población de San Nicolás para restablecer el orden.
Además, no era hombre el Rey para dejar ofender a sus servidores. Por una injuria hecha a Sancho López de Uriz, nombrado merino de las Montañas, el precedente merino, Ochoa de Urtuvia, se vio obligado a atravesar toda la ciudad, con una candela en la mano, escoltado por el amirat de la Población con sus hombres, y a pedir perdón público al ofendido . Espectáculo muy a propósito para herir el alma popular e incitar a la rebelión.
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El espíritu de independencia de los navarros, que los empuja a sacudir cualquier yugo extranjero y a regirse por sí mismos, es un hecho histórico.
Además, gloriosos y dichosos ejemplos les convidaban a hacerlo; no se había borrado aún el recuerdo de la Junta de Obanos; esa celebre Junta de infanzones formada en el siglo XIII contra los Reyes franceses para la defensa de los fueros, y que llegó a ser representada en las Cortes y obligó a D. Luis Hutin, según Madrazo a venir personalmente a Navarra a jurar los fueros.
Esta Junta, que se extendía por todo el reino, se dividía en secciones, una de las cuales tuvo el nombre de Miluce. Cada una tenía sus sobrejunteros y sus consejeros; la Junta fué disuelta en 1314, por lo menos en apariencia, puesto que reapareció en 1328, y más tarde en 1356, aunque sin éxito.
No debe pues extrañar si, durante la ausencia de la Reina doña Juana, tuvo lugar otro ensayo de esas juntas destinadas a dar al pueblo—o a lo menos a una de sus clases sociales—poder de tratar y discutir con la Monarquía.
JUNTA DE LABRADORES DE MILUCE
En este año de 1351, unos labradores, de los alrededores de Pamplona los más, pero también de otras partes del reino, poniéndose primero bajo la protección de cartas de salvaguardia, tenían juntas y se habían ligado entre sí por juramentos, a pesar de las ordenanzas reales, constituyendo así una vasta asociación llamada Junta de Miluce.
Tal vez escogieron este nombre porque el sitio de Miluce, con sus prados a la orilla del Arga y su puente, era muy apropósito para juntas concurridas: no muy lejos de la ciudad, pero lo bastante para desviar sospechas, y de fácil acceso para los vecinos de las demás aldeas de la Cuenca. uno de los ajusticiados era, como lo veremos, de Zizur Menor; o bien ese nombre de Miluce fue escogido por reminiscencia de la sección de la Junta de Obanos.
¿Qué querían precisamente los junteros? Solo podemos suponerlo.
Como en este caso se trata de labradores, y no infanzones, podía ser un ensayo de rebelión popular, como los hubo en Francia en la misma época; pero fue una rebelión concertada y organizada, si debemos creer el mandamiento real del 8 de Julio de 1351 “personas «maliciosas» se esforzaban en poner todas las cargas públicas—oficios de jurados y consejeros, registro del vino y de las cosechas, guarda de los ganados—en manos de cofradías o juntas”.
El proyecto, al llevarlo a cabo, hubiera acabado por dar a la Junta General la administración del reino, y a la gente baja ocasión de defenderse de los nobles, clérigos y burgueses de las buenas villas, únicos representantes en Cortes. De todas maneras, peligraba el poder real.
Y bien se puede creer que el proyecto ya se iba realizando, puesto que los sozmerinos de la Cuenca y de Val de Araquil eran miembros de la Junta y cayeron con ella.
VARIOS JUNTEROS DE MILUCE SON APRESADOS Y AHORCADOS. OTROS MÁS AZOTADOS O DESPEÑADOS.
En este año 1351, el Rey recorrió su reino; estaba en Tudela en Febrero, en Echarri-Aranaz en Marzo; pasó casi todo el mes de Abril en Pamplona, pero el Iº de Mayo se hallaba de nuevo en Tudela, y después en Estella y en Puente la Reina.
Los descontentos debieron de aprovechar su ausencia. Así que, cuando volvió a la capital, en fines de Junio ya estaba pronta la conjuración.
¿Hallóse el Rey en frente de una rebelión abierta, como lo dice la Crónica de Garci López Roncesvalles? ¿O más bien, avisado de las intenciones de los rebeldes, hizo detener a los jefes sin demora?
Eso parece decir el mandamiento real del 6 de Julio, y probarlo el gran secreto de los preparativos de justicia, así como la facilidad con que prendió a la vez a todos los Jefes de la Junta.
Lo más probable es que el Rey, avisado por personas «dignas de fe », hizo detener de improviso a ocho de los capitanes de la Junta de Miluce, por el baile de Pamplona, el amirat de la población de San Nicolás y el de la población de San Miguel.
Mandó hacer de noche, con gran secreto, horcas nuevas en el prado mismo de Miluce; y cuatro de los desdichados sobrejunteros llamados Miguel Pérez de Egüés, Pero Zuri, Pascoal Jhesu y García Martínez de Yza, fueron llevados allí con buena escolta y ahorcados en el mismo sitio que les sirvió de reunión.
Al mismo tiempo dos tribunas fueron alzadas, con el mayor secreto también, contiguas al mercado de Pamplona; en una tomaron asiento el Lugarteniente de Gobernador, don Gil García de Añiz, señor de Otazu, y los alcaldes de la ciudad; en la otra, otros cuatro sobrejunteros, Semeno de Yvero, vecino de Zizur Menor, García Pérez de Beuna, podador, Miguel Pérez de Echarren y Martín de Yza.
A la vista de todo Pamplona, los azotaron, y les pusieron resina en las frentes.
El Rey procuró hacer otros escarmientos; el sozmerino de la Cuenca fue condenado a ser despeñado; el de Val de Araquil fue ahorcado.
Otro sobrejuntero fue perseguido de noche y alcanzado en el palacio de Assiain. Otro, Juan de Bayllarin, fué banido del reino, y su casa derribada por orden real.
A fin de que sirviese de ejemplo a todo el reino, el Rey mandó pregonar en las aldeas y mercados la ejecución que hizo de la Junta de Miluce, y renovó la prohibición ya hecha el año precedente de tener otras cofradías que no fuesen las consagradas al servicio de Dios o a obras benéficas.
De la fecha de la ejecución, solo sabemos que fue antes del 6 de Julio, y probablemente muy pocos días antes.
Descabezada la Junta, los junteros vinieron a merced del Rey, quien por su parte hizo esfuerzos para calmar la agitación; por lo menos, el 9 de Julio renovó el privilegio concedido por sus padres a los vecinos de la Navarrería, gracias al cual podían liberar sus casas de censo a perpetuo, pagando el módico rescate de 20 sueldos.
Esta justicia del Rey en el pueblo de Navarra recuerda la sangrienta represión que hizo el mismo Rey en Francia algunos años más tarde en los Jaques.
De la agitación pasada, sólo quedó el recuerdo del rigor del Rey; aunque no se deba de apresurar en juzgarla exagerada.
No sabemos hasta dónde pudo llegar lo osadía de los rebeldes; y los suplicios ordenados, por bárbaros que nos parezcan hoy en día, no pasaban de lo corriente en esta época, en la cual ahorcaban por meros hurtos, y quemaban vivos en calderas a los falsos monederos.
Rigor cuánto más necesario en el principio del reinado de un príncipe de 18 años, que se disponía a volver a Francia y quería sin duda dejar respetada su autoridad.
Ya don Arturo Campión había probado que el nombre de Miluce era mucho más antiguo que el acontecimiento, y por consiguiente que el puente no toma su nombre del suceso. Además, puede tener en euskera, es la hipótesis de un erudito pamplonés, otra etimología; no, lengua larga, sino, estrecho y largo, como denominación del prado adjunto al puente, al que pasó, ya del mismo puente, que posee esas mismas características.
En cuanto al Rey, ¿recibió desde entonces el sobrenombre de Malo, como lo dice Piscina?
Es mucho más verosímil el pensar que este nombre le fue dado más tarde y en Francia, después de acontecimientos de sobrada importancia para los Franceses.
Este nombre, los Navarros contemporáneos suyos no tuvieron ocasión de mejorarlo, puesto que la desdicha de sus guerras y el poco éxito de su política los dejó al tiempo de su muerte vencidos y arruinados…… (….)
SUZANNE DUVERGÉ.
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TOPONIMIA
Segun nuestro paisano Patxi Salaberri, miembro de Euskalzaindia, el topónimo Miluze es sinónimo de hinojal, lugar donde crece el hinojo. Hoy esta opinión es comunmente aceptada por los filólogos.
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Si os interesa leer al completo el artículo de donde he sacado el extracto sobre los hechos de Miluce no tenéis más que pinchar aquí para acceder al PDF donde el texto está enriquecido con numerosas notas al margen.
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SUCESOS DE FALCES EN TIEMPOS DE CARLOS II
Leemos de Wikipedia:
A mediados del siglo XIV, los falcesinos estaban sometidos a unos fuertes impuestos, dado que Carlos II de Navarra estaba siempre metido en guerras y le hacía falta mucho dinero.
Los vecinos del pueblo se negaron a pagar más, y el rey envió a Falces al Infante Don Luis. Los labradores salieron en masa a su encuentro y atacaron a la desprevenida comitiva, llegando a poner en peligro la vida misma del hermano del rey, que tuvo que huir a uña de caballo. No hubo muertos en la contienda, pero si heridos en la escolta del infante.
Los sediciosos temiendo la cólera del Infante huyeron hacia el Ebro para ganar Castilla y así escapar de la Justicia. Pero esta llegó, y por lo menos ocho de los diecinueve condenados sufrieron la pena de la horca. Además los oficiales reales arrasaron con todas las cosechas y bienes que se encontraron a su paso. Difícilmente se habrá hecho en Falces una expoliación tan sistemática y total como la que se realizó aquellos días.
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Si quereis leer sobre el alzamiento de la Jacquerie (los campesinos) en Francia y el papel que jugó Carlos II en su represión pinchad aquí.
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Desde aquí mi admiración por los movimientos populares que desde tan antiguo trataron de mejorar la precaria situación del campesinado.
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http://ujue-uxue.blogspot.com/2011/05/carlos-ii-de-navarra-reprime-la-junta.html