Estamos acostumbrados en Nabarralde a realizar análisis y reflexiones sobre la situación política, considerando el momento presente y la posible evolución de la coyuntura a medio plazo, sin perder de vista el objetivo final de nuestra organización. Solemos plantear los escenarios previsibles con el propósito de hacer consciente a nuestra colectividad nacional de los retos que se pueden presentar desde tal perspectiva temporal y la esperanza de que se adopten las adecuadas decisiones estratégicas en cada momento, dispuestos siempre a la decisión más trascendental de decidir la recuperación de nuestra independencia y soberanía.
En el momento presente aparecen ciertos síntomas de que la evolución política general de Europa puede experimentar una fuerte aceleración, posibilitando cambios muy profundos en el terreno de la organización de las estructuras económicas y del marco político en general. Podría suceder que en el espacio de unos pocos meses nos encontrásemos ante la necesidad de tomar decisiones definitivas para el futuro de nuestra colectividad nacional, incluso la declaración unilateral de la independencia y recuperación de la soberanía estatal.
Entiendo los temores que puedan suscitarse ante la inmediatez de lo que planteo. Un escenario de tal envergadura colocaría a Navarra en una posición de extrema delicadeza por la urgencia de abordar retos para los que consideramos que nuestra colectividad nacional no se encuentra preparada. En ningún caso quiero decir que el desarrollo de los acontecimientos vaya a llevarnos indefectiblemente a tal escenario. La percepción de que no somos nosotros quienes determinamos los pasos a dar, ni dirigimos la evolución de los acontecimientos nos aterra, pensando en la fuerza y decisión de los enemigos que tenemos enfrente; siempre dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias y resolver –de acuerdo con sus presupuestos- el que denominan problema vasco.
En anteriores ocasiones –y no tan lejanas- hemos previsto una situación de crisis generalizada del sistema estatal europeo occidental. De hecho partimos de la base de que no recuperaremos la independencia a través de un proceso democrático; esto es, mediante la aceptación por parte de España y Francia de que constituimos una realidad nacional que ha sido sometida por sus respectivos Estados, a pesar de la manifiesta voluntad de los navarros de ser independientes. Esta voluntad viene siendo expresada con claridad meridiana a lo largo de la Historia y en el momento presente por parte de nuestro colectivo nacional. España y Francia ejercen una manipulación permanente que opera sobre nuestra realidad social y llegan a la amenaza explícita de la intervención armada y violenta en contra de nuestra Nación para el caso en que tomemos la decisión de ir a la independencia, tal y como se recoge en el articulado de la Constitución española. Quiero decir en definitiva, que únicamente una crisis profunda de los Estados que nos someten, permitiría a Nuestro colectivo nacional tomar la decisión de asumir la libertad.
Estoy pensando en una situación de crisis global; crisis que tendría que ser de carácter político y quizás generalizada para gran parte de Europa. Hasta el momento presente hemos considerado poco probable una tal situación, porque Europa se ha mostrado fuerte en el nuevo orden surgido tras la desaparición del Bloque soviético. La evolución del Mundo no ha seguido, sin embargo, las previsiones de quienes habían pronosticado un camino marcado por la ideología occidental tradicional, basado en la economía de mercado y el sistema parlamentario occidental. No es momento éste de analizar los errores de tales previsiones a la luz de la evolución de los sistemas económicos y políticos del Mundo.
A nosotros nos corresponde hacer frente a la situación concreta en la que se desarrolla la existencia de nuestro colectivo nacional, enmarcada en el Mundo occidental; un barco al que pertenecemos por vinculaciones históricas. En este marco hemos sido capaces de asimilar los avances técnicos y económicos de la denominada cultura occidental. Desde el punto de vista del ordenamiento social hemos presentado unos rasgos peculiares en los que ha primado la importancia de lo colectivo. Tal peculiaridad se ha reflejado en el sistema jurídico-político creado por nuestra Nación. Todo ello fue posible gracias a que nuestros predecesores consiguieron crear un Estado soberano. El tal Estado fue destruido mediante un proceso de conquista por parte de los Imperios español y francés. La solidez y cohesión de nuestra sociedad fue capaz, no obstante, de mantener los elementos jurídicos creados, hasta que España y Francia se consideraron lo suficientemente fuertes para destruirlos. En definitiva, aunque asumamos nuestra pertenencia a la cultura occidental, no podemos olvidar que no hemos tenido la capacidad de mantener la libertad e independencia nacionales en el marco de la misma.
Es necesario tener en cuenta estos hechos a la hora de considerar nuestro futuro en un espacio del que no podemos prescindir. Son muchas las razones que nos obligan a plantear el futuro de nuestro colectivo nacional dentro de Europa occidental. El sentido crítico, no obstante, nos debe permitir entender las deficiencias que ha presentado tal marco, que ha significado nuestra servidumbre nacional; todo ello a pesar de que consideremos encontrarnos en un espacio que facilita el desarrollo de nuestra colectividad nacional en tanto que miembros del Mundo europeo occidental. Las líneas que deben seguir la organización de un futuro Estado Navarro son materia que debemos dejar al margen en este momento. Lo que en el momento presente interesa es la situación a la que nos va tocar hacer frente en los meses inmediatos.
Parto de la posibilidad de una crisis generalizada en el espacio de medio año. Sería consecuencia de la evolución de la economía a escala mundial –o simplemente de Europa-. Soy consciente de que los efectos de la crisis pueden ser reabsorbidos y no tener las consecuencias que planteo. La manera en que se ha desarrollado el proceso de crisis hasta el presente permite concluir que los responsables de la economía mundial no controlan los acontecimientos y actúan de una manera inmediata. En las decisiones que toman siguen primando los intereses de corporaciones financieras en general y no responden a una perspectiva de largo alcance y sí únicamente a la percepción inmediata de su beneficio. Los agentes políticos consideran primordial contar con la aquiescencia de los detentadores del poder económico, poder que se traduce en definitiva en el de cada Estado en términos globales. El resultado de esta práctica ha impedido solucionar la crisis, porque tales medidas no tienen sino unos efectos positivos inmediatos para los intereses del conjunto de los grupos económicos dominantes, en todo caso vinculados a los Estados más fuertes. A medio plazo se viene constatando la inoperancia de unas medidas que no buscan otra cosa que garantizar la riqueza de estos sectores en términos contables. Las repercusiones negativas sobre los grupos sociales productivos, disminuyendo su capacidad adquisitiva y sacándolos del mercado laboral provoca la disminución de la actividad productiva real y disminución de la riqueza colectiva a largo plazo, incluida la de los económicamente fuertes que imponen las medidas económicas.
En alguna medida no nos encontramos ante un fenómeno totalmente nuevo. En otros momentos históricos la élite político-económica ha actuado con perspectivas similares, cuando no ha visto otra solución que la disminución de la parte de la riqueza correspondiente a los productores. Únicamente el transcurso de los años permite el análisis correcto de los procesos económicos. Lo que interesa en nuestro caso es pensar en la posibilidad de que la situación económica se degrade a nivel mundial, a resultas de la incapacidad de sacar de la crisis a la economía occidental y pueda llegar a instaurarse el desorden económico generalizado.
Desde nuestra perspectiva nacional es obligado insistir en que el poder de decisión se encuentra ligado a los grandes poderes políticos. En este momento es cuando queda en evidencia la importancia de disponer de una estructura estatal fuerte. De hecho, son los Estados de mayores dimensiones los que se encuentran en situación de incidir de manera más decisiva en los acontecimientos. Es importante disponer de una economía avanzada y de una sociedad modernizada. Con todo, el volumen global del P.I.B. permite a muchos grandes Estados por territorio y población suplir las deficiencias de carácter socio-económico que tienen, comparativamente hablando, con Estados más pequeños y de economía avanzada. El conjunto de las denominadas potencias emergentes constituye la muestra más rotunda al efecto. Entre la izquierda nacionalista tradicional de los grandes Estados europeos -acostumbrada a reducir el conflicto social a la oposición entre la clase poseedora y la trabajadora- se suele proclamar…”el capital no tiene patria”… se puede replicar…”pero tiene Estado”… La negativa a entender que la cuestión nacional responde a la necesidad de las colectividades de ser dueñas de su destino, libre de cualquier opresión, es el camino que ha permitido al Capitalismo adquirir su actual aspecto.
Surge de inmediato la pregunta que nos podemos hacer desde nuestra Navarra, cuando reclamamos la constitución de un Estado de pequeñas dimensiones. No existe contradicción en nuestros planteamientos. Nosotros entendemos que la actual estructura estatal es en gran parte responsable de los graves desequilibrios actuales en el conjunto de la Tierra y entendemos la necesidad de generar estructuras de participación interestatal que abolan las imposiciones actualmente existentes, particularmente por lo que se refiere a la Europa del momento.
Volviendo a la actual coyuntura, únicamente queda por insistir en que en el momento presente parece que la economía se encuentra fuera de control. Dejando a un lado la responsabilidad que en el proceso corresponda a los intereses corporativos y del conjunto de los poseedores de riqueza, los políticos parecen carecer de una perspectiva clara de la dirección a seguir. Dan la sensación de actuar de forma muy espontánea, como si carecieran de un plan general para incidir en las causas reales de los problemas y tomar únicamente medidas coyunturales en las zonas en las que aparecen vías de agua. Se taponan las averías del casco, sin tener claro en donde podrá aparecer el problema siguiente.
Hasta ahora se han arbitrado soluciones de urgencia en Grecia e Irlanda. Se es consciente de la debilidad que afecta a España. Resulta fácil explicar que las dificultades de los pigs son resultado de los vicios de sus estructuras económicas. Sin que deje de ser cierta esta percepción, se puede perder de vista que el problema afecta al conjunto de la economía americano-europea, que la causa de la crisis se encuentra en el conjunto del funcionamiento del sistema y de que, a medio plazo, aparecerán los problemas en todas las partes. Hasta el momento no lo han hecho sino en los puntos más débiles.
A decir verdad, me siento incapaz de prever acontecimientos. Tengo la sensación de que podemos encontrarnos en un momento crítico de la Historia Contemporánea. No es mi propósito ser profeta. Podría suceder que los problemas presentes quedasen reabsorbidos y volviésemos a la situación anterior. Me parece, no obstante, que muchos de los altos responsables del funcionamiento de la economía a nivel mundial también se encuentran preocupados, aunque por el momento eviten exponer sus temores de una manera más clara. El Director gerente del F.M.I. acaba de declarar veladamente que la economía presenta un mal aspecto y que el papel futuro de Europa se verá modificado muy profundamente.
La posibilidad de una degradación profunda de la Economía comprometería el conjunto del sistema socio-político imperante en el momento. La cuestión económica se transformaría en el problema político en un grado que condicionaría absolutamente la política global. En definitiva planteo un escenario más de desintegración económica que de simple crisis. Pienso en una situación similar –y aun de mayor gravedad- que la sobrevenida en los años 30 del pasado siglo. Se observan actitudes de recelo en los Estados más fuertes. No hemos alcanzado una situación de…sálvese quien pueda…, pero aparecen cierto síntomas de que el proceso puede llegar a tal punto, con solo que la crisis afecte gravemente a algunos estados importantes. Me pregunto si no estamos en los umbrales de una situación en la que el Estado español –por ejemplo- pierda su capacidad de sostener su propio aparato de estado y que tal situación pueda difundirse a otros Estados del entorno. Es una crisis del sistema estatal en lo que estoy pensando, de la que difícilmente podrían liberarse ni las economías más saneadas, ni los Estados más consolidados y menos cuestionados.
El supuesto parece extremo. La percepción de la realidad por parte de la sociedad europea cambiaría totalmente y los referentes económicos y de poder vigentes podrían desmoronarse. No quedaría otra solución que la remodelación general del ámbito de nuestra existencia.
Estoy pensando en un resquebrajamiento de la estructura estatal, similar –y más grave- a la que tuvo lugar en los años 90 en el bloque soviético. Las estructuras estatales saltarían por los aires y la necesidad de reconversión sería perentoria. En una situación como la propuesta los riesgos para nuestra colectividad nacional serían impresionantes. Se prevé el desmoronamiento del Estado español y su inviabilidad futura. A pesar de todo, la coyuntura sería enormemente delicada para nosotros; entre otras cosas porque se mantendrían durante algún tiempo ciertos elementos del aparato del viejo Estado, particularmente el ejército y medios de represión. Quienes tuviesen en sus manos estos resortes no dudarían en una utilización contundente de los mismos, particularmente en contra de Navarra. La parte social del Estado español que seguiría manteniendo en un principio la fidelidad a la vieja nación y sus dirigentes impulsarían el ataque contra nosotros, en mayor medida que en contra de Cataluña, a la que consideran más fuerte. Estoy pensando en una situación similar a la que se produjo en la ex Yugoeslavia en la que Eslovenia y Croacia fueron mejor preservadas, frente a una Bosnia más débil.
Aquí se encuentra el momento crítico en el que, quizás, tendríamos que pensar ya. Es cierto que en ese momento la improvisación puede resolver muchos problemas. Contamos con la capacidad de iniciativa y de autorganización que caracteriza todavía nuestra sociedad y con las indudables dificultades de reacción que tendrían nuestros enemigos. Todos estos factores pueden sernos favorables, pero es mejor prever los escenarios más difíciles.
No pretendo asustar, sino que trabajemos desde ahora pensando en lo que pueda suceder. Tarde o temprano deberemos afrontar decisiones de importancia y cualquier preparación que tengamos será de gran utilidad. Quiero una vez más advertir que no pretendo ser profeta. El proceso actual puede evolucionar de muchas maneras y no alcanzar la gravedad que he intentado señalar.