La buena noticia es que
Y la noticia verdaderamente mala es que los “centristas” del Congreso no son capaces o no están por la labor de sacar la conclusión evidente, que es que necesitamos mucho más gasto federal en la creación de empleo.
Respecto a esa buena noticia: no hace mucho la economía estadounidense estaba en caída libre. Sin la ley de recuperación, es probable que la caída libre hubiera continuado, cuando los trabajadores en paro hubieran empezado a recortar gastos, los gobiernos estatales y locales sin un céntimo hubieran efectuado despidos masivos, y más cosas.
El estímulo no ha logrado evitar del todo estas consecuencias, pero ha bastado para romper el círculo vicioso de declive económico. La asistencia a los parados y la ayuda a los gobiernos estatales y locales probablemente fueron los factores más importantes. Si quieren ver la ley de recuperación en acción, visiten una clase: su escuela local probablemente habría tenido que despedir a muchos profesores si no se hubiera aprobado el estímulo.
Y la caída libre ha terminado. El informe sobre el PIB de la semana pasada mostraba que la economía había reanudado el crecimiento, a una tasa anual del 3,5%, mucho mejor que la prevista. Como afirmaba recientemente en un testimonio Mark Zandi, de Moody’s Economy.com, “el estímulo está haciendo lo que se suponía que tenía que hacer: atajar la recesión y espolear la recuperación”.
Pero no está haciendo lo suficiente. Supongamos que la economía siguiera creciendo a una tasa del 3,5%. Si eso sucediera, el desempleo empezaría a disminuir con el paso del tiempo, pero muy, muy lentamente. La experiencia en la época de Clinton, durante la cual la economía creció a una tasa media del 3,7% durante ocho años (¿lo sabían?), indica que, con el ritmo actual de crecimiento, tendríamos suerte si la tasa de desempleo cayera medio punto de porcentaje al año, lo que significa que tardaríamos una década en volver a algo parecido al pleno empleo.
Y lo que es peor, no está ni mucho menos claro que vayamos a seguir creciendo a este ritmo. Los efectos del estímulo se irán notando con el tiempo -sigue siendo probable que cree o salve un total de alrededor de tres millones de puestos de trabajo- pero su impacto máximo en el crecimiento del PIB (en comparación con su nivel) ya ha quedado atrás.
El crecimiento sólido continuará sólo si el gasto privado coge el relevo cuando el efecto del estímulo desaparezca. Y de momento no hay signos de que esto vaya a suceder.
Por eso el Gobierno tiene que hacer mucho más. Desgraciadamente, las perspectivas políticas de que vayan a tomarse más medidas no son buenas.Lo que oigo a Washington repetir una y otra vez es uno de estos dos argumentos. El primero, el estímulo no ha funcionado, el paro sigue aumentando, así que no debemos hacer nada más, o el segundo, que el estímulo ha funcionado, el PIB está aumentando, así que no necesitamos hacer nada más. La verdad es que el estímulo era bueno pero insuficiente -que ayudó, pero no era lo suficientemente grande-, parece ser demasiado complicado para una era en la que la política se reduce a frases facilonas y pegadizas.
¿Pero podemos permitirnos hacer algo más? Lo que no podemos permitirnos es no hacerlo. El desempleo elevado no sólo castiga a la economía hoy; también castiga al futuro. En vista de que la economía está deprimida, las empresas han recortado su gasto en inversiones, tanto el gasto en instalaciones y equipos como las inversiones “intangibles” en cosas como el desarrollo de productos y formación de los trabajadores. Esto lacrará el potencial de la economía durante años.
A los halcones del déficit les gusta quejarse de que la juventud de hoy día acabará teniendo que pagar impuestos más elevados para amortizar la deuda en la que estamos incurriendo actualmente. Pero cualquiera que esté verdaderamente preocupado por las perspectivas de la juventud estadounidense estaría demandando mucha más creación de empleo, ya que la carga del desempleo elevado repercute desproporcionadamente en los trabajadores jóvenes, y los que se incorporan a la población activa en años de desempleo elevado ven sus carreras permanentemente perjudicadas y nunca se ponen a la altura de los que se licencian en épocas mejores.
Hasta la afirmación de que tendremos que pagar por el gasto actual en estímulos con impuestos más altos en el futuro es básicamente incorrecta. Gastar más en la recuperación llevará a una economía más fuerte, tanto ahora como en el futuro, y una economía más fuerte significa más ingresos para el Gobierno. El gasto en estímulos probablemente no se financie a sí mismo, pero su verdadero coste, incluso en un sentido estrictamente fiscal, es sólo una fracción de la cifra que señalan los titulares.
Vale, ya sé que no estoy siendo práctico: los programas económicos importantes no pueden ser aprobados por el Congreso sin el apoyo de demócratas relativamente conservadores, y estos demócratas andan diciéndoles a los periodistas que se les han quitado las ganas de los estímulos.
Pero espero que pronto empiecen a sonarles las tripas. Ahora sabemos que el estímulo funciona, pero que el que hay no es ni mucho menos suficiente. Por el bien de los parados de hoy, y por el bien del futuro de la nación, tenemos que hacer mucho más.
Paul Krugman es profesor de Economía en
© New York Times Service, 2008.
Traducción de News Clips.