Bizcaya, Sabino y su realidad histórica

SABINO de Arana y Goiri, cuando escribió sobre Bizcaya por su independencia, se refería a algo completamente diferente a lo que hoy entendemos como Bizkaia. Y es que el pueblo que habla el euskera, que este sí es uno de los más antiguos de Europa, ha sabido mantener sus señas de identidad, sabiendo adaptarlas a las diferentes épocas históricas.

Lo que Jon Nikolas llama en su libro Arquitectura de las naciones «nicho ecológico» que hace miles de años se extendía desde lo que hoy es Asturias hasta casi los Alpes, a ambos lados de los Pirineos, se fue fragmentando en parte por los nuevos pueblos indoeuropeos que fueron llegando por oleadas a Europa. De ahí que los territorios hayan ido evolucionando y resituándose en el mapa, llamémosle político, de cada época. Más si cabe cuando fue con Roma cuando los «vascos» alcanzan una cierta unidad que luego se aplicaría a la Bagaudia, que el mismo Nikolas afirma en El surco de Babel y que sería provechoso para el Ducado de Vasconia, el Reino de Pamplona y el Reino de Navarra. Diferentes nombres, un mismo pueblo. El que habla euskera.

El paso del tiempo hizo que en la zona de Asturias, León y Galicia surgieran diferentes reinos, herederos tal vez del pueblo celta. Por el otro lado, y desde Wilfredo el Belloso, con Carlomagno, Catalunya empieza a tomar forma. Y finalmente quitarían la categoría de Reino a Aragón (¿Aran-Goi quizás?) para subsumirlo como Corona de Aragón. Y en medio, el Reino de Navarra que en el año 1200, y tras 9 meses de asedio continuado a Gasteiz, se fragmenta en dos partes. Y Bizkaia surge con fuerza, como núcleo sobre el que pivotarán, sobre todo después, con el acceso a la edad moderna.

Bizkaia entonces aglutinaba bajo sí, como se puede comprobar por ejemplo en los mapas de la última planta del museo etnográfico del país vasco (plaza Unamuno del Casco Viejo de Bilbao), a cuatro territorios: la llamada Bizcaya propia, parte de lo que hoy es Gipuzkoa (salvo Irun y Hondarribi), gran parte de lo que hoy es Araba (y quizás la parte norte de La Rioja (¿Herri-Otza tal vez?) y la mayor parte de lo que hoy es Cantabria. Evidentemente, además de ser políticamente incorrecto señalar esto, pues significa dar potencia, contenido y razones a Sabino por engrandecer Bizkaia y en su contraposición al eje navarro, es impracticable, dado que el retroceso del euskera en amplios territorios a lo largo de los siglos ha sido brutal. En Huesca hace no demasiado se hablaba euskera. Hace dos siglos, Marcelino Iglesias, ribagorzano, lo hubiera tenido como propio.

El pueblo que habla euskera evoluciona a lo largo de la historia. De ahí que afirme que es importante conocer nuestra historia, pero reivindicar hoy esa Bizcaya es impracticable, lo mismo que lo es el reivindicar la reinstauración del Reino de Navarra, sino más bien el pueblo del Euskera, Euskara Herria, Euzkadi, que fue la adecuación de Sabino Arana, patriarca del primer partido de Euzkadi, EAJ/PNV, a lo que es el hoy histórico, a donde la gente quiere apostar por un futuro propio, vasco y de progreso.

Cuentan la anécdota de que los nacionalistas franceses de finales del siglo XIX decían que la nación histórica la debían definir y decidir los vivos y los muertos (con aplauso de Balmes y demás pensadores del nacionalismo español de la época). Y le respondieron que para esa época, un siglo más tarde, los que hicieron la revolución francesa ya eran parte de esa nación histórica. Se habían añadido a ese humus. Dejando en evidencia ese argumento. Los tiempos van adaptándose, o los vamos adaptando entre todos. Por ello, sin olvidar lo esencial, sin dejar de ser, teniendo nuestro pasado presente, es preciso que podamos decidir, los que aquí estamos, independientemente de otras consideraciones, cuál pueda ser nuestra configuración para garantizar que ese pueblo del euskera siga existiendo, no ya en este siglo XXI, sino a lo largo de todo el tercer milenio.

 

Publicado por Deia-k argitaratua