Una de las cuestiones más difíciles de entender -y de explicar- de toda la Historia de Navarra (al menos desde nuestra perspectiva actual) es la peliaguda cuestión de: ¿Por qué si los beaumonteses fueron los máximos partidarios del príncipe de Viana, acabaron siendo (giro político de 180º mediante) los defensores a ultranza de su medio hermano Fernando el Católico?
Voy a intentar responder, resumiéndolo mucho. En 1451 los beaumonteses apoyaban al príncipe de Viana (el rey legítimo) y los agramonteses al rey Juan II. Lo que ocurre es que esta disputa dinástica era sólo la excusa para dirimir las pendencias incubadas entre los clanes nobiliarios durante las últimas décadas, por no decir durante los últimos siglos. No obstante, ambas facciones amaban a Navarra, sólo que de forma distinta, porque lo hacían a través de sí mismos.
Por eso la guerra civil continuó tras la muerte del príncipe de Viana, que falleció en 1461, exiliado en Barcelona. Entonces el principal líder de los beaumonteses, Johan de Beaumont, que quería volver a Navarra a toda costa porque, en realidad, no se les había perdido nada en Cataluña, decidió reconocer al rey Juan II, hasta entonces su supuesto mortal enemigo. Eso no hizo que aceptasen reconciliarse con sus auténticos mortales enemigos: los Navarra y los Peralta, líderes del bando agramontés.
Pero a esas alturas el usurpador Juan II ya tenía otro hijo: el futuro Fernando el Católico. Éste, en cuanto alcanzó la mayoría de edad, procuró atraerse a los beaumonteses, mientras su padre continuaba sostenido por los agramonteses. Personalmente, creo que fue un plan perfectamente urdido entre padre e hijo para mantener sujeto al reino de Navarra, que funcionó hasta el año 1479, cuando murió el rey Juan.
Para entonces los beaumonteses ya estaban completamente en manos -y a las órdenes- de Fernando, pero los agramonteses se habían quedado sin el señor al que habían servido desde 1451, así que se parapetaron tras la infanta Leonor, casada con el conde de Foix, la última hermana viva del príncipe de Viana, sobre todo porque consideraron que no podían jurar fidelidad al segundo hijo del rey, que en realidad era el dueño y titiritero que manejaba como marionetas a sus rivales, los beaumonteses.
Y de este modo se mantuvieron las luchas entre bandos hasta 1507, cuando los reyes Juan de Labrit y Catalina de Foix desterraron al conde de Lerín, líder de los beaumonteses, poniendo así fin a la guerra civil. Pero el conde continuó siendo sostenido en su exilio por Fernando, mientras que los agramonteses continuaron apoyando a los Foix-Labrit, los últimos reyes legítimos de Navarra. Y ya sabemos todos qué acabó sucediendo tan sólo cinco años más tarde…
Grosso modo, esta es la explicación del difícilmente comprensible (reitero que desde parámetros actuales, porque a todos ellos les pareció entonces de lo más normal), cambio de fidelidad política de los agramonteses y los beaumonteses.