«Las negociaciones entre ERC y la CUP-UNCPG también han avanzado en clave nacional. En este sentido, ambas formaciones se comprometen a preparar las condiciones necesarias a lo largo de la legislatura para realizar un nuevo embate democrático, preferentemente en forma de referéndum, mientras se mantiene la apuesta de ERC por un proceso de negociación, para resolver democráticamente el conflicto de Cataluña con el Estado español».
Esta es la frase exacta que, al final del comunicado hecho público el domingo, y tras enumerar varios acuerdos más de carácter social, anuncia cuál es el siguiente paso que proponen Esquerra y la CUP para avanzar, como ellos mismos dicen, en clave nacional. Insisto que es una nota de prensa y, por tanto, puede pasar que el texto no sea lo suficientemente preciso y exacto y sobre todo que no sea tan completo como la versión final del acuerdo. Sin embargo, de momento ya contiene un elemento que me llama especialmente la atención: la propuesta, a largo plazo, de hacer un nuevo referéndum -se supone, porque ni eso no se dice, que de independencia.
La propuesta la había hecho la CUP en campaña pero ahora toma mucha más importancia porque se incorpora al acuerdo de gobierno. Y sorprende, más allá de la insólita moderación de la CUP que implica, porque el Primero de Octubre ciertamente no es un día cualquiera ni es un día comparable, políticamente hablando, a cualquier otro; no sólo del proceso sino de la historia política reciente. Tal como hasta ahora habían resaltado todos, incluidos los dos partidos firmantes de este acuerdo.
Entendámonos: en realidad un referéndum sólo es un instrumento político, una técnica, si se quiere llamar así. Proponer hacerlo, proponerlo, sólo es proponer emplear una herramienta más de la caja que cualquier sociedad democrática tiene al alcance. El Primero de Octubre era eso en un principio, una herramienta más -y hay que recordar que, de hecho, fue la herramienta propuesta por la CUP, precisamente por la CUP, para aprobar el presupuesto. Pero la violencia española y, sobre todo, la decisión popular que hizo posible el referéndum, aquella gran victoria sobre la represión que dejó admirado al mundo y nos hizo sentir poderosos y libres, convirtió el primero de octubre de 2017 no una herramienta más, sino en un momento fundacional. Único. Y por tanto en algo que no se puede repetir. Y menos que se pueda repetir así como así.
Desde la perspectiva que implican las diez mil urnas llegadas de China y el esfuerzo de su custodia en Cataluña Norte, desde la perspectiva del difícil y arriesgado reparto por miles de voluntarios, muchísimos de los cuales de ERC y la CUP, desde la perspectiva de los 2.286.217 votos depositados uno a uno en aquellas urnas, desde la perspectiva de los más de mil heridos de la jornada o de los más de tres mil represaliados que van desfilando por los tribunales españoles desde aquella fecha, amenazados en su vida y su normalidad… simplemente cuesta mucho entender cómo la clase política catalana, una parte de la clase política catalana en la que hay presos y exiliados a causa de aquel referéndum, en lugar de decirnos que harán tanto como puedan para llevar a cabo lo que como pueblo se decidió en aquella votación, liquide la cuestión diciéndonos que a partir de ahora el proyecto es trabajar para intentar crear las condiciones para que algún día, que no sabemos cuando será, se pueda hacer otro referéndum. Como aquel.
Y pregunto: cuando lo hagamos -supongamos que lo haremos si vuelven a llegar diez mil urnas desde China, si vuelven a custodiarlas en Cataluña Norte, si vuelven a existir los miles de voluntarios que las hacen circular, si 2.286.217 catalanes vuelven a ir a votar, si vuelve a haber mil heridos, si vuelve a haber prisioneros y exiliados y más de tres mil represaliados… -, entonces, ¿cuál será la propuesta frente a la violencia y la represión del Estado español? ¿Qué nos propondrán como paso siguiente? ¿Esperar tres años y luego volver a decir que trabajaremos para intentar crear las condiciones para que algún día que no sabemos cuándo será, cuando se pueda, haremos otro referéndum?
La lógica de este discurso es tan absurda, tan inconexa, tan ridícula, que creo que es más sensato, para explicarnos qué pasa, pensar que el impacto del Primero de Octubre es tan brutal y determinante en nuestra vida, en nuestra vida colectiva, que si alguien quiere aparcar la idea de la independencia y la república y conformarse con gobernar una autonomía española mientras van pasando los años no puede hacerlo si primero no mata el recuerdo y la esencia de lo que pasó ese día. Banalizándolo. Como si fuera algo que podemos hacer cada dos por tres. Partiendo de esto, sí que se entiende de qué hablamos: simplemente, tapar el Primero de Octubre es una condición necesaria para poder volver a hacer autonomismo.
VILAWEB