De los cronistas antiguos y de los documentos del pasado se puede entresacar una galería de curiosas denominaciones para la ciudad
Actualizado el 25/05/2022 a las 15:44
Toda una galería de denominaciones, algunas fantásticas y otras más afortunadas, la mayoría olvidadas en la actualidad, pugnaron a lo largo de la historia por convertirse en el topónimo de referencia en Pamplona.
El cronista musulmán Al-Himyari, en el siglo X, dejó escrita una descripción sobre la ciudad en la que la citaba como Bambaluna, un nombre que debía evocar al rey visigodo Wamba y a su mujer, Alona, quienes según la leyenda la habrían rebautizado en el siglo VII con la unión de sus nombres (como vemos, quienes apodaron a Brad Pitt y Angelina Jolie como «Brangelina» no inventaron nada…). De todas maneras, el nombre de Bambaluna no tuvo demasiado recorrido, quizá porque el propio Al-Himyari no fue muy benévolo con ella en sus textos: «Se encuentra en medio de altas montañas y valles profundos, está poco favorecida por la naturaleza. Sus habitantes son pobres, no comen suficientemente y se dedican al bandidaje«, escribió, en unas líneas que no invitaban a que los turistas de la época la visitaran.
Documentos relacionados con el Monasterio de Leyre fechados en el siglo XI la citan con el nombre Yronía, posiblemente una variante de Irunia, que a partir del siglo XIX se convirtió en Iruñea e Iruña en los textos en euskera. Y el Príncipe Carlos de Viana, autor en el siglo XV de una célebre crónica del reino de Navarra, se hizo eco de apelativos anteriores a la romanización tan románticos como Martua, Atanagria y Sansueña («San Saturnino convirtió a Santsueña, que agora es Pamplona»). La autenticidad de estas denominaciones, dada la ausencia de otros registros arqueológicos o documentales que la atestiguen, es de difícil comprobación.
Otro caso diferente es el de una moneda romana que en su anverso dice proceder de la ceca de Olcairun, que algunos historiadores consideran que puede ser el primitivo nombre del «asentamiento protohistórico» al que hizo mención el romano Salustio.
Y, por supuesto, desde el 75 antes de Cristo, momento en el que el general romano Pompeyo fundara su célebre asentamiento militar en el contexto de las guerras civiles sertorianas, documentos de todas las épocas recogen el título de Pompaelo y sus derivados: desde las antiguas Pompelon o Pompeyopolis a las medievales Pampilona (latín), Pampelune (francés), Pampalone (gascón), Pampalona (occitano, hablado en los burgos francos del Camino de Santiago) y Pomplona (romance navarro, predominante en los documentos de los reinados de las casas de Champaña y Evreux, y sobre todo en la corte de Carlos III el Noble), según recopiló el historiador José María Jimeno Jurío.
Actualmente, Pamplona e Iruña/Iruñea son las denominaciones oficiales de la ciudad, pero siguiendo la pista de la historia bien podrían haber sido otras… y tampoco sabemos si en el futuro lo serán.
Diario de Navarra