Asqueados en el hartazgo

Recientemente, cualificados militantes del PSOE me comentaban avergonzados que en efecto, tras las elecciones generales españolas, en caso de que Zapatero revalidase su cargo, trataría de volver a “dialogar”, ya que no cabe otra vía objetiva de resolución, “no hay otra salida” sic.

Esto lo reconocen en privado, a nivel público el discurso de “estas referencias del socialismo vasco-navarro” es cruda y desvergonzadamente similar al que durante los últimos 30 años han desarrollado los diferentes gobiernos españoles, basado en la reivindicación y justificación de la represión, la tortura y la persecución de ideas y asociaciones, en nombre de la salvaguarda del “orden vigente”, por ellos denominado falazmente “estado de derecho”, es decir la “Unidad Nacional”.

Al margen de la poca entidad política que transmiten los personajes mencionados, vista la escasa capacidad de ser coherentes con lo que decían, por ejemplo, en torno a las negociaciones PSOE-¿PSN?-Nafarroa Bai y lo que luego hicieron tras el fiasco, más mediático que de fondo por cierto, del tan cacareado “cambio” en la Navarra residual, o sea, nada; es obvio, que lo que plantean lo piensa mucha gente. Pero ¿en qué escenario nos movemos?

El ejemplo mencionado es el paradigma claro que define los parámetros de mediocridad estructural del sistema político vigente. La mediocridad se afianza desde el momento en el que la política para la mayoría de los políticos en activo, sobre todo los de la actual generación ¿postfranquista?, es el ámbito en el que hay barra libre para desarrollar cuales sean las actividades pertinentes en la protección y ampliación de los intereses propios, tanto partidarios como personales, como objetivo prioritario, conjugándolo con el fatuo discurso general electoralista de “la responsabilidad hacia el interés común”, la “buena fe de la praxis política propia” y “la coherencia entre programa (para qué hablar de ¿ideología?) y políticas públicas finalmente desarrolladas” como faz publicada. Es decir, vestir el santo del interés espurio personal de la política como negocio y forma de vida, con los asuntos de interés común y máxima prioridad social y política como pantalla e instrumento de legitimación.

En este contexto general, el PSOE, que ha vertebrado geopolíticamente su legislatura en torno al denominado “proceso de paz”, antítesis, nunca más diáfana que hoy, de: “proceso de resolución”, está desarrollando una ultima fase de lo que corresponde a un muchas veces teorizado y utilizado a nivel internacional “procedimiento de pacificación”. Es decir, no ha tenido reparos en vender tácticamente humo negociador para luego utilizar el marco de distensión con objeto de desactivar definitivamente a la parte contraria. Hay mucha escuela de ello. Procesos previos han ido en el mismo sentido, pero El Salvador, Guatemala, Palestina, Sahara o Chechenia, cada uno en su contexto, han sido espejos de lo que es un procedimiento de pacificación, es decir, la utilización táctica por parte de uno de los contendientes, generalmente el más poderoso, de los protocolos del diálogo para debilitar o desactivar a la otra parte. Ahora toca sacar réditos electorales de la dureza y tratar de debilitar extremadamente toda estructura del contrario, para retomar “los contactos” en los parámetros negociadores que estratégicamente desde el inicio han estado sobre la mesa: Rendición sin condiciones y proceso de reinserción administrativa y política, ya que “en España se pueden defender todas las ideas”, siempre sin contrariar el “ordenamiento vigente”, es decir, sin poder nunca materializarlas. “Constitución, constitución y constitución”. No hay resquicio posible para negociar nada fuera de la “entrega de las armas”. Un argumento puramente putiniano: rendición o liquidación. ¡Buena agenda para negociar de igual a igual en un “proceso de paz”!

Y así, tras siglos sojuzgados, 40 años de dictadura y 30 de propina, En pleno 2008 del siglo XXI el original programa electoral del PSOE parte de la base de que, “Euskal Herria es un mito inexistente”, “la sociedad vasca ya se autodetermina en todas y cada una de las elecciones” encuadradas en “el marco democrático definido el actual marco vigente” basado en que “España es una unidad indivisible” y el “orden establecido vigente” lo garantizan las FFAA, que son constitucionalmente “garantes de la unidad nacional”.

Solo que algo no va. Tras tantos años de intentar asimilarnos, cual aldea gala de Goscinny, las resistencias imponen lógicas contradictorias a las gentes que aplican el “original” discurso, antes mencionado, desde la modernidad del “patriotismo constitucional no nacionalista”. El affaire de las negociaciones por la gobernación de la Navarra residual demostraron, que en efecto la excepción que confirma a regla del anteponer el interés particular al general se deriva de las vicisitudes que tenga España en el sometimiento de los díscolos navarros o vascones. De ahí que una campaña electoral española en Euskal Herria se caracterice por la utilización del sufrimiento humano a modo de detenciones políticas, encarcelamientos políticos, ilegalizaciones políticas, procesos políticos y demás. La catadura de los sujetos a los que nos estamos refiriendo de modo permanente se define por si misma. Si fueran consistentes con lo que dicen pensar hace años que debieran haber abierto los estadios, cual campos de concentración pinochetistas, para encarcelar a las miles de personas que siguen cuestionando desde el independentismo más heterodoxo y radicalmente democrático el actual marco y estatus de opresión nacional de Euskal Herria. Utilizar la represión política como mero instrumento de propaganda electoral es muy clarificador de la poca entidad de fondo que tienen los que hace meses eran campeones del talante, el dialogo entre civilizaciones y la defensa de los derechos humanos en… Argentina.

Asquea ver a los portavoces que hace un año hablaban de ese diálogo, de interlocutores, de respeto, de vocación por la paz, de no hay vuelta atrás… hacer el ridículo escénico mintiendo patéticamente sobre los encuentros de Loyola previos a la T4 y situarlos después del atentado de Barajas, (en los que, por cierto, si no hubo acuerdo, como dicen ahora, demuestran claramente las aviesas intenciones predeterminadas y quien dio por terminado el “proceso de paz”) en pleno apogeo del discurso más rancio posible sobre detenciones, “que se pudran en la cárcel”, ilegalizaciones “respetemos la independencia del poder judicial” etc.

Y no repugna menos ver como los que plantean que los “vascos ya se determinan elección tras elección desde 1977” construyen un escenario electoral artificial a medida mediante ilegalizaciones, en el que, además de ganar representación de modo claro al anular casi dos centenares de miles de votos, insultan a la inteligencia al contradecir la mayor de sus afirmaciones: si nos autodeterminamos elección tras elección ¿por qué se anula una de las opciones mayoritarias?

Pero mal que les pese a los mediocres y “originales” dirigentes españoles del PSOE, tanto a los lejanos de la Metrópoli como a sus “delegados en provincias” (por cierto, estos sí que pueden presumir de tener autonomía “respecto a su organización político militar”), Euskal Herria, el pueblo del euskara, es más Nación que nunca en su Historia. Nunca antes ha habido más conciencia nacional euskaldun, más euskaldunes o vascoparlantes, más desarrollo colectivo multidisciplinar y más deseo de ser dueños de nuestro destino. Todas las encuestas y resultados demoscópicos, desarrollados, eso sí, en un contexto de falta de libertad (¿hay libertad de opciones?), demuestran que la mayoría de los habitantes de Euskal Herria, no comparte para nada los axiomas que el programa del PSOE plantea y está, evidentemente, a años luz de sus perspectivas y rutas geopolíticas, planteamientos de resolución basados en el fondo, al margen de la paja mediática, en los criterios infantilistas y totalitarios de los neocon españoles discípulos de el inefable George Bush Jr. Por supuesto, algo que se correspondan con lo que anhela nuestra heterodoxa sociedad, al margen de los espurios intereses de los que viven del conflicto y fundamentan de ello su praxis política, nada de nada.

Pero los procesos electorales occidentales en general y españoles en particular están bien montados. Son la base del actual sistema representativo. Si fueran radicalmente democráticos y buscasen el verdadero reflejo de la opinión pública, de los deseos de los ciudadanos, los mecanismos y protocolos organizativos, representativos y jerárquicos del actual modelo sería evidentemente otros. Hay un abismo entre las opiniones demoscópicamente recogidas y las valoraciones concretas de los ciudadanos y el espacio y formula de elección que se les propone. El reduccionismo electoral bipartidista estatal, que se deriva del maniqueo voto útil; el interesado reparto del valor electoral de mapa de circunscripciones electorales en función de intereses partidarios; la propaganda narcotizante generalista; la distorsión que difumina la realidad mediante la virtualidad electoral que genera la campaña-espectáculo; la abducción simbólica al margen de los contenidos… son recursos inherentes al actual proceso de “autodeterminación electoral sistemática” que caracteriza a “nuestra democracia” utilizando terminología psoística (decir “socialista” sería un escarnio innecesario para los socialistas).

Y así, cada día son más los referentes públicos, ni que decir los privados que demuestran su hartazgo ante esta situación. Este ciclo hace mucho que está agotado y el hedor de la putrefacción comienza a ser asfixiante. La mayoría de nuestra sociedad, sigue presa en el marco impuesto por dinámicas electorales exógenas que solo interesan a los que enfatizan la prioridad representativa en función de parámetros basados en el interés partidario, más que por los criterios de interés general que exige la mayoría de la población. La mayoría de la gente espera «en sus aposentos» una inflexión de la situación que la anime definitivamente a movilizarse de modo determinante. Son tiempos de exigencia colectiva y tiempos de iniciativas históricas. Tras tantas décadas de negacionismo sistemático (¡si niegan tu existencia colectiva, cómo van a respetar tu decisión colectiva!) urge la generación de dinámicas que exijan un nuevo proceso multilateral de consensos del que emerja una representación de carácter nacional hegemónica ,que sea una verdadera referencia institucional suprapartidaria como pueblo. Una interlocución integral con visión nacional, ajena al politiqueo partidario, poderosa ante posibles tacticismos, que desde la integralidad trilateral que emerge del «necesitamos, queremos, somos» haga frente a la mediocridad politiquera de los interlocutores, llevando la voz colectiva a los foros necesarios para que de una vez por todas se generen dinámica que obliguen a las Metrópolis a reconocer de entrada la existencia nacional de Euskal Herria y el derecho a decidir de sus ciudadanos, como base para un proceso definitivo de resolución del conflicto en clave democrática.