Artajona

Siempre la pintamos con cuatro tópicos: la villa del Cerco; los valientes hijos de Artajona que cantan a la Virgen de Jerusalén; su carlismo montaraz… Los más enterados sabrán de su Sociedad de Corralizas o su dolmen de Farangortea… Pero Artajona es algo más que esa horquilla que va de lo oficial a lo populachero, y que deja fuera todo el basamento cultural que durante cientos, o miles, de años, sirvió para levantar, sostener y comunicar la villa y sus gentes.

Hoy parece disparate que en la villa se solicite un aula en vascuence para los niños o, simplemente, rotular en bilingüe sus calles. No faltarán libros e historiadores que digan que el vasco es algo ajeno a Artajona desde siglos ha. Lo malo que tienen estos mareadores de perdiz es que cada libro que se edita, cada archivo que se investiga, siempre les quita la razón.

Por si no lo dejaron claro los estudios de Jimeno Jurio, acaba de publicarse un libro que pone patas arriba todo cuanto hasta hoy se ha dicho sobre las mugas de la lengua. Fernando Maiora ha hecho un trabajo demoledor, que muestra la existencia de euskaldunes nativos de la Merindad de Olite en las lindes del siglo xx.

Durante siglos apenas nadie supo castellano. En 1687 un aragonés no entiende a los vecinos «que todo lo hablaban en esa lengua». Cien años más tarde todo sigue igual. A los vecinos les traducen al castellano en los juicios: «y la que declara le dijo or compon»; y los jóvenes dan cencerradas a las viudas y les cantan «ay ene choria» que en castellano quiere decir ay mi pájaro, gaysua y otras palabras..»; y los muetes llaman «larru» a los flacos y «ordia» a los borrachos; y «el hijo de Sola empezó a gritar a su padre en lengua bascongada ayta, ayta…» o «le decía ator ona»; o «le decía demoniarcodola»… Los que pleitean son los abuelos de los actuales: Jurio, Abínzano, Villanueva, Lacunza… y esto en la balconada de la Ribera.

No eran excepciones: en 1791, todo el Ayuntamiento, la junta de Veintena y el clero de Artajona solicitan por escrito que se cambie el escribano y que se nombre en su lugar a Rafael de Ororbia, «ya que, como nativo de la villa, posee la lengua bascongada, que es la que comúnmente se usa en la misma». La petición fue rechazada y el escribano fue castellano-hablante. Así se forjaron las actuales «zonas no vascófonas». Pero el libro no acaba ahí: en 1815 procesan a 31 jóvenes del pueblo por armar escándalo en Mendigorria. Eran «un tropel de gentes que iban corriendo hablando – en Bascuenz», dijeron los testigos. Pablo Esparza, uno de aquellos mozos, murió en 1876. Evidentemente, no tenían por qué ser ni los únicos ni los últimos euskaldunes. Todavía en 1891 la parroquia convocaba a Sanduzuria – «que en romance quiere decir Santa Blanca…»

Un poco más y llegamos a los 40 de Artajona. Pero hoy ningún derecho se le reconoce a la lengua matriz de la villa. A eso le llaman oficialmente «defensa de la identidad de Navarra». Ser lo que nunca fuimos.