Masiva manifestación en Pamplona en solidaridad con los procesados por Aroztegia Iban Aguinaga
Señores y señoras de alcurnia fueron los de Aroztegia y antes y ahora fuente de conflictos.
En el año de 1584 Catalina de Arretxeberro y su marido Gartzia de Etxaide, también llamado de Aroztegia, eran los dueños del palacio.
Gartzia llevaba ya cuatro años fuera de casa, sirviendo al rey Felipe II. Catalina, su mujer, no sabía en concreto dónde estaba, acaso en Castilla, quizás en Portugal.
La dueña de Aroztegia pide justicia ante la Corte Mayor del Reino, denunciando que varios vecinos de Lekaroz han roto la cerca de un campo suyo, dejando sin protección al sembrado que había en el interior, de manera que se podía perder la cosecha.
Ella denuncia a los que, asegura, han sido los autores del desaguisado. Cita expresamente a Juanes de Hararrunetxe y a Joanot de Ortiberro, este último casualmente antepasado mío. Había seguido la huella de mis ancestros y por eso me encontré con este caso judicial que comprometía la libertad y la hacienda de uno de ellos.
A la inicial sorpresa le sucedieron algunas preguntas. ¿En que andaría metido Joanot de Ortiberro, mi lejano aitatxi lekaroztarra? La declaración de la rica señora de Aroztegia no lo dejaba bien parado. Lo señalaba como malhechor. Y sin embargo, conociendo otros episodios de mi historia familiar pensé enseguida que en medio de aquel asunto podía haber una lucha entre clases sociales. Eso creí y no me equivoqué. Pronto supe la verdad de lo sucedido.
Los asaltantes de la heredad de Aroztegia, en respuesta probablemente a la denuncia de Catalina de Arretxeberro, también acudieron a los tribunales del reino para contar lo que ocurría en Lekaroz. Confesaron ante los jueces que efectivamente habían atacado la propiedad de los poderosos porque los de Aroztegia se habían apropiado de un camino existente entre el pueblo y un arroyo, imposibilitando el paso de personas y ganados que necesitaban el agua de aquella regata.
La Corte Real da la razón a Miguel de Agerre, Pierres de Larretxe, Miguel de Gortari, Martin de Tutxuketa, Juanes de Indart, Miguel Martinena y Joanot de Ortiberro y ordena que los de Aroztegia abran el paso que habían cerrado para que todos los vecinos de Lekaroz puedan usar el camino.
Razón convincente tenían mi antepasado y todos sus compañeros de rebeldía. ¡Que alegría saber que no siempre ganan los ricos y pierden los pobres! La dueña del palacio había pedido justicia y eso es lo que hubo. Era el 8 de abril de 1587.
Me toca ahora ser fiel a la memoria de Joanot de Ortiberro, aquel aitatxi lekaroztar que me precedió en la genealogía familiar y del que me siento orgulloso.
Basta ya de conflictos entre Aroztegia y el pueblo de Lekaroz. Que se olviden de proyectos agresivos y miserables que las gentes rechazan. ¡Libertad sin cargos para los siete baztaneses encausados! ¡Hagan desaparecer las multas que pretenden amedrentar a los defensores de la tierra de Baztan!
Aroztegia gelditu behar dugu.
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