Los Estados Unidos del presidente Biden han reconocido el genocidio que asesinó a principios del siglo XX a casi dos millones de armenios en Turquía. Esto ha tensado sus relaciones con la Turquía actual, que no admite la existencia de este genocidio. Alguien podría preguntarse si tiene sentido que una relación geopolítica muy importante dependa del juicio sobre algo que pasó hace cien años. Si hemos de condenar a los biznietos por lo que hicieron los bisabuelos. Si tenemos que hacer depender la política presente del juicio sobre el pasado. Quizá no, excepto en un caso: que los biznietos nieguen, asuman o aplaudan lo que hicieron los bisabuelos. Si la Turquía de Erdogan niega la existencia del genocidio o la asume, si se enfrenta con los que dentro o fuera del país denuncian y condenan aquella matanza, entonces el problema no está sólo en el pasado, está en el presente. Para que haya perdón y reconciliación lo primero que tiene que haber es reconocimiento de los hechos y condena. Porque si no condenas el pasado estás diciendo que ya te conviene, que si hiciera falta lo volverías a hacer en el futuro. Lo que hizo la Turquía de los Jóvenes Turcos lo juzgan los historiadores. Pero cuando la Turquía de Erdogan lo niega o lo asume hoy lo convierte en un problema político y moral actual. Nuestro.
ARA