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En su orgía destructiva, los cachorros policiales arremetieron con todo, registraron las salas y las dejaron patas arriba, destrozaron el mobiliario, robaron bienes del centro y de los colectivos que allí se reúnen y llegaron a amenazar con la clausura de este icono del movimiento popular del barrio y de toda Iruñerria.
Según los papeles incautados al cabecilla unionista Rubalcaba, esta cadena de atentados busca desestabilizar el país, alterar el normal desarrollo de la convivencia y frustrar el proceso democrático que quiere poner en marcha la mayoría sindical y política vasca. Desde su guarida del Ministerio del Interior, el ideólogo de la banda habría planeado esta espiral de violencia para atemorizar a los partidos democráticos, extendiendo la coacción a todos los cargos electos y dirigentes políticos que defienden el recurso a la voluntad popular como vía hacia la paz.
En una nueva muestra de cobardía, el Ministro mandó actuar a sus comandos de noche y por la espalda, camuflados bajo sus capuchas y amparados por la fuerza de las armas. “Sin pistolas no son nada”, comentaban por lo bajo dos vecinas a las puertas de Auzotegi. Y lo hacían entre susurros, porque en
El aparato militar del Estado, manejado por el sector duro del PSOE, es el que marca las directrices del entramado colonial. Y parece que su cacique Rubalcaba se ha propuesto impedir que todas las fuerzas políticas concurran a las elecciones en 2011. Firme partidario de la vía militar, este maquiavélico personaje rechaza cualquier posibilidad de diálogo y apuesta por la violencia pura y dura para seguir imponiendo sus delirios españolistas en la sociedad vasca.
A pesar de la férrea disciplina que impone a sus correligionarios, Rubalcaba no consigue acallar las disensiones que surgen en sus sectores más moderados, ya que dentro de ese mundo cada vez son más las voces que piden una tregua a
La reciente ruptura de los pactos municipales con NaBai o el procesamiento de cargos electos por los chupinazos de Berriozar y Atarrabia, ordenados por la cúpula de Ferraz, demuestran el sometimiento de las bases sociatas a las férreas directrices del jerarca madrileño. Y no hay más que leer El País, el buque insignia de su aparato de propaganda, para comprobar que la banda no tiene ninguna voluntad de aparcar las armas y dar el paso a la política.
La alarma social que ha generado en Euskal Herria esta apuesta por la “socialización del sufrimiento” necesita de respuestas cívicas contundentes. Debemos salir a la calle y entonar el “Basta ya”, levantar nuestras manos blancas y decir “Juventud sí, FSE No”, apoyar a las víctimas y exigir que dejen de coaccionar a nuestros cargos políticos. Los ciudadanos y ciudadanas de bien debemos dar impulso a una gran rebelión social para que el estado renuncie de una vez a todas las formas de violencia. Porque la lacra del terror policial no sólo se manifiesta en desapariciones como la de Jon Anza, o en los interrogatorios clandestinos a militantes políticos y sociales, sino también en episodios de “kale borroka” como los vividos la otra noche en Auzotegi y en decenas de locales socioculturales, asociaciones vecinales, centros juveniles, bares, peñas y sociedades de todo el país.
Winston Churchill dijo: «Democracia es que, cuando llaman a tu puerta a las cinco de la mañana, sea el lechero». Y aquí siempre es
(x) Auzotegi Kultur Etxea es el local sociocultural de