Las lecturas recomendadas de hoy son dos grandes novelas de la literatura española: Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sénder, y Los santos inocentes, de Miguel Delibes. Son dos novelas magistrales, no tengan ninguna duda: si a usted le gusta leer, disfrutará de verdad; si ya hace años que las ha leído, le gustará revisarlas. Ahora bien: si, en cambio, usted es de los que se prepara ahora mismo para abandonar este artículo un comentario sobre el origen xarnego de su autor (del cual me enorgullezco, por supuesto) o sobre la supuesta inferioridad mental de los escritores en lengua castellana, le recomiendo que lo deje correr. O bien, que aproveche la ocasión para desahogarse y dejar aquí abajo, al pie del texto, su contribución: como mínimo, habrá esparcido un poco de suciedad.
Si usted, sin embargo, forma parte de la primera categoría, sabrá que la novela de Sénder retrata la desesperación de aquéllos que, un día, soñaron con una España libre, democrática e igualitària, y se toparon dolorosamente de morros con el cariz vivo de su fracaso: un fracaso que tuvo sus efectos, que todavía hoy padecemos. Y que el relato de Delibes se centra en la explicación de la miseria de las clases más bajas durante la satrapia franquista: una miseria tan honda que, en sus características más esenciales, se acercaba mucho a un tipo de feudalismo desarrollado en pleno siglo XX. En Cataluña, aunque haya quien no lo quiera admitir, este tipo de atraso no tan sólo fue padecido en desmesura: también fue consentido por algunos de los que, desde dentro, se proclamaban más patriotas que nadie.
Han pasado los años y España ha dejado muy atrás su condición de país en vías de desarrollo (esta era la fórmula que nos enseñaban en la escuela, a los de mi edad) para convertirse, dicen, en la duodécima potencia del mundo. Y esto también debe de ser verdad, cuando menos en parte. Hoy, España es un país rico, pionero, capaz de tratar de tú a tú con el resto de líderes del Primer Mundo.
Una evolución óptima, si no fuera por una pequeña pega: la del déficit democrático que arrastra. Esta evolución espectacular, desde la miseria hasta la opulència, se explica principalmente por la contribución que Cataluña ha hecho en términos de PIB, y que es perfectamente medible. Cuando alguien, sea del partido que sea, se ha preguntado si esta contribución no tenía características de robo, la respuesta española siempre se ha producido en forma de exabrupto y amenaza. Y así hemos llegado hasta la consulta de Arenys de Munt: lean las dos novelas mencionadas al comienzo, comparen sus relatos con la situación que vivimos hoy mismo, y saquen sus conclusiones. La histeria española por un referéndum de pueblo se entiende mucho mejor después de estas lecturas, porque se puede medir en dinero. Aunque haya quien no se lo crea, la literatura siempre ilumina la realidad.