Pablo Antoñana contemplaba la certeza de la muerte con una zozobra -«no saber qué va a ser de las cosas que en el curso de la vida tengo recogidas»- y con un convencimiento gozoso – «en mi casa, la pasión por la lectura es grande; no hay peligro de que se rompa»-. Me lo confesó en la radio – 19 de octubre de 1993- en la primera entrevista larga que concedía a una emisora navarra, transcrita en el libro recopilatorio Textos y pretextos , editado en 1996, año de su premio Príncipe de Viana de la Cultura. Textos de conferencias y artículos, y Pretextos , entrevistas con el escritor. La dedicatoria impresa: «A mis hijas Elvira y Blanca, que saben quién soy mejor que nadie». Dedicatoria manuscrita: «A Carlos Pérez Conde, que tanto me ha hecho sufrir ante el micrófono». Pablo Antoñana, que entonces contaba 65 años de edad, asumía su temperamento como herencia paterna y reconocía la influencia materna en su capacidad para la narración. Campesino ilustrado, agnóstico, republicano, hombre de duda absoluta. «Procedo de la pobreza digna y esta condición, gracia o desgracia, tiene como divisa la honradez, arma apta sólo para ser nadie. La coherencia mantenida de las convicciones es una cruz que soporto. Mi forma de ser es una desgracia». El joven Antoñana quiso estudiar Filosofía y Letras para leer y escribir, pero la falta de porvenir en esa carrera «supuso un desvío en mi vocación» y «desanimó a mi padre». Estudió Derecho y vivió del trabajo de secretario municipal. Alumno de instituto en Logroño, Pablo invertía su paga en libros de la colección Austral, algunos de los cuales eran quemados por su madre y hermana, censores familiares «con sana intención», pues se les había transmitido la malquerencia al libro por dañino y consultaban el índice Lecturas buenas y malas , del padre Ladrón de Guevara. Antoñana, que puso admirable empeño a edad tardía en el estudio del euskera, leía también en inglés. Durante aquella conversación radiofónica, Pablo Antoñana transmitió su pensamiento. Utopía: «Pedir lo alcanzable es pedir la mediocridad. El límite de lo alcanzable siempre es reducido luego por el poder, interesado freno de los sueños humanos. Luchar por lo alcanzable no es luchar. Abortadores de sueños son los políticos que se dicen pragmáticos». Actitud intelectual: «Hay que ser adicto a la curiosidad, camino para buscar la verdad». Literatura: «Es trabajo y constancia. Ha de hacerse en silencio y con sufrimiento». Navarra: «Esta tierra no ha sido fecundada por la literatura profana. Tierra de curas y caciques. Pensar por cuenta propia significa oprobio». Memorias: «Prefiero el silencio y no molestar a nadie en vida; ni después, ya muerto». Reconocimiento póstumo: «Me trae sin cuidado la posterioridad». Sería de justicia contrariarlo.
AZKEN BERRIAK
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