Alvise Pérez frente a Clara Ponsatí: sobre la desviación étnica de las democracias

 

Sammy Smooha, un sociólogo israelí reconocido por la investigación en el ámbito de las relaciones étnicas y la convivencia entre grupos mayoritarios y minoritarios, es valorado por su trabajo sobre el concepto de «democracia étnica». Este concepto describe una clase de sistema político en el que un grupo étnico dominante tiene el poder político y social, pero al mismo tiempo mantiene un marco aparentemente democrático que garantiza ciertos derechos individuales y colectivos a las minorías.

En el caso concreto de Israel, Smooha utiliza este concepto para explicar la realidad de su país como una sociedad donde el grupo judío es dominante y la minoría árabe con ciudadanía israelí –los árabes de los territorios ocupados son otra cosa– disfrutan de derechos civiles y políticos formales, pero siempre con limitaciones significativas en cuanto a influencia real en el sistema político.

Aunque las instituciones democráticas existen, y las minorías tienen el derecho de votar y participar en la política, la realidad es que hay barreras cotidianas que les impiden siempre llegar a la plena igualdad. En una democracia étnica, las minorías pueden defender lo que quieran, mientras no intenten ponerlo en práctica.

De acuerdo con este esquema, no son perseguidos necesariamente y en todo momento todos los ciudadanos que pertenecen a una minoría nacional, pero en cambio todos los miembros de una minoría nacional saben que son sospechosos de una forma especial y que serán tratados de manera discriminatoria en caso de que les pase algo. Tan sólo por el hecho de que no pertenecen a la “nación central”, a aquella que monopoliza el control del Estado, la nación “judía” en el caso de Israel –y ya me perdonarán la inexactitud de la definición–, la española en nuestro caso.

Esto, a efectos prácticos, significa que la misma pelea de bar te envía a la cárcel durante muchos años si pasa en Altsasu y eres vasco o ni siquiera interviene la policía si ocurre en Madrid y los participantes son españoles. O que la propia policía te pega violentamente si intentas votar la autodeterminación en Cataluña, aunque esto sea legal, pero no te pega y te deja hacer si eres un nacionalista español, te comportes como te comportes. Porque una democracia étnica implica que el comportamiento del Estado es diferente no por los hechos que acontecen, sino por la condición nacional, étnica, de grupo, de los individuos concernidos.

Y ayer tuvimos una prueba más, y nueva. Y escandalosa. Un dirigente de la extrema derecha española que responde al nombre de Alvise y es eurodiputado se alojó en un hotel rural de Madrid. Esto hizo saltar una alarma policial, porque es perseguido por varios crímenes. La Guardia Civil española se dirigió a ella inmediatamente e intentó detenerlo. Pero en ese momento Alvise enseñó su acreditación de eurodiputado y la policía española dio un paso atrás y le dejó en libertad. ¿La explicación? Tiene inmunidad como diputado europeo.

El caso no tendría gran cosa de sorprendente si no fuera por el contraste con lo ocurrido en Clara Ponsatí, entonces también eurodiputada, detenida por la policía en Barcelona el 28 de marzo de 2023. Ponsatí, al igual que el tal Alvise, también enseñó la acreditación, pero esto en su caso no le evitó la detención.

¿Exasperante? Bien, es una manera de verlo. Estamos muy hartos, sí.

Pero la otra forma de verlo es leer a Smooha. Él cuenta con pelos y señales hasta qué punto este modelo es en realidad una fuente permanente de inestabilidad y, por tanto, aunque parezca contradictorio, un peligro inmenso para el grupo étnico dominante, porque está obligado a mantener una tensión insoportable entre los principios democráticos y la supremacía étnica de su grupo. Lo que origina tensiones crecientes, hace imposible la cohesión social, quita legitimidad al sistema y termina siempre –y siempre significa siempre– en una transformación autoritaria del poder étnicamente dominante y en una crisis imposible de gestionar políticamente. Y no hace falta ir muy lejos para comprobarlo. He aquí qué ocurre en el país que él ha estudiado más y lo que es, en realidad, la base de su teoría: Israel.

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