«En primer lugar os pido disculpas por si en algún momento me paso al valenciano. Es mi lengua materna y tengo ese defecto. Si lo hago me perdonáis. Me perdonáis, me avisáis y pasaré rápidamente al castellano». Estas palabras -obviamente en versión castellana- las dijo la alcaldesa de Torrent, María José Catalán, en un acto de proclamación de los candidatos del PP en Valencia. Un momento antes, el alcalde de Vila-real, Juan José Rubert, había sido abucheado cuando inició su discurso en valenciano. «¡En castellano, en castellano!», Le habían abucheado los asistentes, miembros o votantes del mismo partido que él. Rubert y Catalán, dos alcaldes de dos poblaciones valencianas muy importantes, se pasaron al castellano, obedeciendo canitamente a los energúmenos ultracastellanistas que habían ido a escucharles.
¿Es normal que personas con poder político bajen la cabeza de forma tan servil ante un grupo de energúmenos?Tanto la señora Catalán como el señor Rubert deben poseer un conjunto de cualidades y méritos personales que les han permitido llegar a ocupar los cargos que ostentan. Y sin embargo, callan, obedecen, y renuncian mansamente a hablar en su lengua, en un mitin de su partido, en su propio territorio. Más aún, la señora alcaldesa de Torrent pide perdón y califica como un defecto el hecho de ser valencianoparlante.
¡No es un defecto, señora Catalán! Ser valenciano es una condición tan digna como cualquier otra. No es de ningún modo mejor que ser andaluz o manchego. Pero tampoco es peor. Y si ellos no se avergüenzan, ¿por qué narices lo deberíamos hacer nosotros? Un mínimo de dignidad exige que no nos disculpemos por ser quienes somos ni por ser como somos. No importa si somos hombres o mujeres, personas bajas o altas o si tenemos la piel negra. Tenemos derecho a ser como somos y no tener que pedir excusas a nadie por este motivo.
Su partido se ha especializado en el travestismo de todo tipo. En hacer pasar ladrones consumados por gestores honrados, ocultar la orientación homosexual de algunos de sus líderes, que hipócritamente desfilan al frente de manifestaciones homófobas, o hacer proclamas valencianistas cuando sienten -y le dan cobertura política- un odio profundo y amargo por la lengua de su pueblo, y -por tanto- por su mismo pueblo.
Usted -y todos sus cargos y su autoridad- se comportan como vasallos sumisos a los iletrados que tienen la osadía de abuchearle en su casa cuando se expresa en valenciano. No es ya una cuestión de ideología. Y -sin duda- no es una cuestión de españolismo, porque según su propia ideología, los valencianos seríamos tan españoles como los castellanos. ¿O es que no se llegan a creer lo que predican con tanta pasión?
Es -raso y corto- una cuestión de dignidad. De dignidad personal y de valor. Yo tenía entendido que los partidos de derechas conservaban una alta consideración por la autoridad. Pues, si en algún momento, alguien tiene que demostrar quién manda, usted, señor alcalde y señora alcaldesa, han perdido una ocasión magnífica de mostrar que son personas con dignidad y no simples esbirros de un grupo de colonos semianalfabetos, que llegan a estar orgullosos de ignorar la lengua del pueblo que les ha dado de comer durante la mayor parte de sus vidas. ¡Qué paradoja! Ellos, tan pagados de su discapacidad intelectual, y ustedes tan avergonzados de ser valencianos y tan arrepentidos de saber hablar su lengua.
Como alcaldes de Torrent y de Vila-real, representan a toda la gente de sus pueblos. ¿Es esto lo que piensa de ellos? ¿Que tienen el defecto de ser valencianos? ¿Que tienen que pedir disculpas por hablar en valenciano? Si es así, y puesto que de dignidad parece que no les queda nada, tengan al menos la decencia de decirlo en la próxima campaña electoral. Digan a sus conciudadanos que piensan que ser valenciano es una vergüenza que se debe ocultar; que ser valencianoparlante es un defecto por el que se tiene que pedir perdón. Ya que no son dignos, sean -al menos- sinceros.
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» En primer lugar os pido disculpas por si en algún momento me paso al valenciano. Es mi lengua materna y tengo ese defecto. Si lo hago me perdonéis. Me perdonáis, me avisáis y pasaré rápidamente al castellano «. Estas palabras -obviamente en versión castellana- las dijo la alcaldesa de Torrent, María José Catalán , en un acto de proclamación de los candidatos del PP en Valencia. Un momento antes, el alcalde de Vila-real, Juan José Rubert , había sido abucheado cuando inició su discurso en valenciano. «¡En castellano, en castellano! «, lo habían abucheado a los asistentes, miembros o votantes del mismo partido que él. Rubert y Catalán, dos alcaldes de dos poblaciones valencianas muy importantes, se pasaron al castellano, obedeciendo cainitamente a los energúmenos ultracastellanistas que habían ido a escucharlos.
¿Es normal que personas con poder político bajen la cabeza de forma tan servil ante un grupo de energúmenos? Tanto la señora Catalán como el señor Rubert deben poseer un conjunto de cualidades y méritos personales que les han permitido llegar a ocupar los cargos que ostentan. Y sin embargo, callan, obedecen, y renuncian mansamente a hablar en su lengua, en un mitin de su partido, en su propio territorio. Más aún, la señora alcaldesa de Torrent pide perdón y califica como un defecto el hecho de ser valencianoparlante.
¡No es un defecto, señora Catalán! Ser valenciano es una condición tan digna como cualquier otra. No es de ninguna manera mejor que ser andaluz o manchego. Pero tampoco es peor. Y si ellos no se avergüenzan, ¿por qué narices lo deberíamos hacer nosotros? Un mínimo de dignidad exige que no nos disculpamos por ser quienes somos ni por ser como somos. No importa si somos hombres o mujeres, personas bajas o altas o si tenemos la piel negra. Tenemos derecho a ser como somos y no tener que pedir excusas a nadie por este motivo.
Su partido se ha especializado en el travestismo de todo tipo. Hacer pasar ladrones consumados por gestores honrados, ocultar la orientación homosexual de algunos de sus líderes, que hipócritamente desfilan al frente de manifestaciones homófobas, o hacer proclamas valencianistas cuando sienten -y le dan cobertura política- un odio profundo y amargo por la lengua de su pueblo, y -por tanto- por su mismo pueblo.
Ustedes -a pesar de sus cargos y su autoridad- se comportan como vasallos sumisos a los iletrados que tienen la osadía de abuchearle en su casa cuando se expresan en valenciano. No es ya una cuestión de ideología. Y-sin duda-no es una cuestión de españolismo, porque según su propia ideología, los valencianos seríamos tan españoles como los castellanos. ¿O es que no se llegan a creer lo que predican con tanta pasión?
Es -raso y corto- una cuestión de dignidad . De dignidad personal y de valor. Yo tenía entendido que los partidos de derechas conservaban una alta consideración por la autoridad. Pues, si en algún momento, alguien tiene que demostrar quién manda, Vd., señor alcalde y señora alcaldesa, han perdido una ocasión magnífica de mostrar que son personas con dignidad y no simples esbirros de un grupo de colonos semianalfabetos, que llegan a estar orgullosos de ignorar la lengua del pueblo que les ha dado de comer durante la mayor parte de sus vidas. ¡Qué paradoja! Ellos, tan pagados de su discapacidad intelectual, y ustedes tan avergonzados de ser valencianos y tan arrepentidos de saber hablar su lengua.
Como alcaldes de Torrent y de Vila-real , representan a toda la gente de sus pueblos. ¿Es esto lo que piensan de ellos? ¿Que tienen el defecto de ser valencianos? ¿Que tienen que pedir disculpas por hablar en valenciano? Si es así, y puesto que de dignidad parece que no les queda nada, tengan al menos la decencia de decirlo en la próxima campaña electoral. Digan a sus conciudadanos que piensan que ser valenciano es una vergüenza que se debe ocultar; que ser valencianoparlante es un defecto por el que se tiene que pedir perdón. Ya que no son dignos, sean -al menos- sinceros.