Hay dos frases en la cultura universal unidas a un hecho impactante, que fue el asesinato de César en las escaleras del Senado de Roma. Una es la dirigida a su asesino, y al parecer familiar suyo, llamado Bruto, atribuida al propio César: «Tu quoque fili mi!», o sea «También tú hijo mío».
La otra frase famosa es la expresada, según dice la tradición, por Cicerón: «Mortuus est tyrannus, sed non tyrannidem»; es decir: «Ha muerto el tirano, pero no la tiranía».
De aquel hecho sangriento se han hecho infinidad de análisis y elucubraciones a lo largo de los 2.000 años largos que han transcurrido desde entonces. Pero lo que la evidencia histórica pone de manifiesto es que allí acabó el debate entre república e imperio que hasta entonces había subsistido en Roma, y terminó precisamente con la derrota y proscripción de la reivindicación republicana, que era la que sostenía Cicerón, el cual fue, incluso, víctima de la liquidación de aquella pugna.
Es decir, que el asesinato de quien encarnaba el símbolo de la idea de imperio acabó confirmando a dicha opción, que ya nunca fue discutida con cierto nivel en estado de Roma. Algo parecido se ha solido interpretar del Tejerazo; los protagonistas aparentes Tejero, Armada y Millans fueron suavemente proscritos, pero los muñidores de fondo se salieron con la suya de que la reforma se quedase inservible para hacer la justicia y reparación, que eran democráticamente imprescindibles para borrar las consecuencias de la dictadura. ¿Y qué decir del GAL y compañía? Pues lo mismo de lo mismo. Ahora, frente al cambio de cúpula en el imperio que manda en todo el mundo, pero que solo lo eligen las norteamericanas y norteamericanos, muchas y muchos nos sentimos aliviados de que Trump y su clan hayan tenido que sacar de la Casa Blanca camiones y camiones de pertenencias
También nos tranquiliza un poco el hecho de que Norteamérica vuelva a la OMS y al Acuerdo de París, o que aborde nuevamente la solución de los 60 millones de ciudadanas y ciudadanos sin atención médica que el imperio americano tiene como tercermundistas en su seno. Incluso nos ha hecho esbozar una sonrisa el que a Trump se le haya cortado el acceso a las redes sociales Pero ahí puede empezar el error. Nada era y es más importante que dejarle a Trump y a otras y otros como él que sigan metiendo la pata en público, y no tienen nada de fiables quienes quitan y ponen esos accesos, como quienes quitaban y ponían reyes antaño. Porque el trumpismo no ha muerto. Porque el imperio y lo que el imperio significa siguen dominando nuestras vidas y el mundo. Es cierto que antes de irse y de hacer el jeta otorgando los perdones presidenciales, muchísimos a diestro y ninguno a siniestro, Trump ha querido emular a los papas del Medioevo. Sus ofensivas y criminales proscripciones de Palestina, Sáhara y Kurdistán no solo atentan contra el derecho de gentes y toda la normativa internacional y de la ONU, sino que también constituyen afrentas a la democracia.
Cuando Aragón pretendía pasar de condado de Pamplona a reino independiente en el siglo XI precisaba el reconocimiento papal, y cuando Navarra recuperó su independencia en el siglo XII también precisaba tal reconocimiento. Trump ha hecho gala de una arrogancia criminal, y a la vez ridícula pero enormemente peligrosa, pretendiendo dictar por encima del derecho a decidir qué es y qué no es Israel o Marruecos o pretendiendo comprar Groenlandia O convertir Puerto Rico en la 51ª estrella de la bandera americana, que eso sí que se va a acabar haciendo. Pero lo más deprimente resulta, una vez más, la mísera diplomacia española.
¿No tiene nada más que decir que remitirse a las resoluciones de la ONU? Si la reforma nació ensuciada por muchas renuncias, no fue la menor de ellas el abandono de los saharauis con el engaño de la Marcha Verde, y seguramente por la red de sobornos de anteriores y posteriores jefes de estado y sus clanes y entornos que se ha perpetuado en el tiempo.
Por ello, es hora de decir y recordar en la despedida de Trump que vivan los pueblos palestinos, saharauis y kurdos. Occidente y la democracia no debieran olvidar nunca su responsabilidad en el Medio Oriente ni lo que debemos a las ciudadanas y ciudadanos de Kurdistán ni la vergüenza del Sáhara. El gran riesgo del trumpismo, y del fascismo en general, tiene dos patas; una es el fracaso social de las democracias, y más específicamente de la socialdemocracia; y la otra es la de dar la imagen de ser perseguidos, y consiguientemente poder erigirse dialécticamente en defensores de la libertad. A esto segundo contribuye con las dosis de manipulación correspondientes los hechos como el de la expulsión de Trump de Twitter. El control de las redes sociales debería corresponder a la justicia universal, que aún no existe
Mientras tanto dicen que Trump quiere establecer su domicilio en Florida, quizá ni sepa que fue un Borbón el que vendió ese estado a Norteamérica, y que ni él ni sus herederos han entregado aún el dinero de la compraventa al Estado. También dicen que ahora no lo quieren allí de vecino. Aixe es la transcripción de la expresión árabe utilizada para decir viva o gora en lengua árabe.
¡Aixe Sáhara!, Trump.
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