Desde que se supieron los resultados de las votaciones, el balance de la izquierda españolista es unánime y viene a decir que ahora sí, que ésta es la buena, que Cataluña ha hablado y ha dicho que es «diversa» y «plural». Porque estos últimos años no hablaba, no, y cuando la participación alcanzó el 80% no era plural, no, y cuando ganaba el anticatalanismo de Ciudadanos y el independentismo sacaba mayoría absoluta no era diversa, no. Ocurre que, en el momento álgido de orgullo nacional y de iniciativa emancipadora, Cataluña resultaba para su gusto “demasiado catalana”, este error del sistema que hace trescientos años que se intenta corregir con más o menos éxito por la vía civil o militar.
En cualquier caso, este éxito semántico sí se le pueden atribuir: la connotación del atributo de “catalán” como antónimo de plural, abierto, inclusivo. Porque nosotros no podemos autodefinirnos por la lengua, la cultura, las tradiciones como cualquier otro pueblo del mundo, pon el andaluz, el gallego o el escocés por decir tres, si no queremos ser tildados de cerrados, de excluyentes y de “tribu” que quiere “construir proyectos de tribu y para la tribu”, como decía el otro día el histórico de la ‘esquerra’ Joan Tardà (1) para animar a la tropa a no impedir la investidura de un presidente españolista en la Generalitat de arriba, que además ha hecho campaña en perfecto castellano de la Roca del Vallès. Esto va así: una vez asumido que el castellano es una lengua catalana y el catalán una ideología, no debe costarnos tanto entender que el españolismo es catalanismo plural, y la catalanidad un nacionalismo excluyente que por definición hay que evitar.
Ninguna sorpresa, pues, en las postelecciones: si despejamos la incógnita, nos da que la Cataluña plural es la española. La que este fin de semana reivindicaba el muy presidenciable en una Romería del Rocío en Terrassa, o la que tuiteaba la candidata de los Comunes haciendo campaña en una Feria de Abril en Barcelona: “Viva la Cataluña que viene, que es diversa, que es plural ¡y que desborda cultura, tradiciones y arte por todas partes!” Todo esto podría parecer sincero si no fuera que la cultura, las tradiciones y el arte siempre los desbordan por la misma banda. Como comentaba la atenta catalanosfera, nunca los verás tuiteando sobre la Patum, el orgullo casteller o la bajada de la llama del Canigó. Si un selenita fuera enviado a extraer conclusiones de su historial en las redes, determinaría que la Cataluña diversa y plural es la que resulta de quitarle la catalanidad e, idealmente, que se expresa en español.
Ahora bien, también es curioso que para hacer emerger esta Cataluña multicolor haya sido necesario un esfuerzo tan intenso y previo de “corrección” del otro, la Cataluña excluyente y cerrada. Que haya sido necesario “corregir” desde Madrid la autonomía de sus instituciones, corregirle los representantes escogidos unas elecciones tras otras, corregirle las investiduras bajo amenaza a mesas y presidentes del parlamento, corregir los derechos políticos, la libertad de acción y de movimiento de sus dirigentes dentro y fuera de las fronteras del país, suspendiendo, inhabilitando, cerrando al equipo entero de titulares para obligarle a jugar todas las finales con un banquillo de suplentes.
Se dirá y efectivamente dice que esto es victimismo, y yo diría más bien que esto son víctimas, pero no tengo ningún inconveniente en dejarlo en un empate. Personalmente, me cuesta analizar algún escenario lamentable del independentismo institucional post-2017 separado del factor del miedo y del terror judicial, ya lo decíamos la semana pasada. Esto, mientras sólo tengamos una vida y pueda pasar tan fácilmente a la arbitraria disposición del sistema represivo español. De lo contrario, es difícil explicar que este pueblo nuestro que tiene dos Bravehearts en cada mesa y medio en cada columna de opinión no haya generado ningún relevo inmediato a la clase política inepta y acoquinada, y eso que estamos preparados, que les tenemos avisados que cuando se vaya en serio “ya nos llamarán”. No pasa nada, somos humanos, aquí quería ir a parar.
Humanos, sí, pero «demasiado catalanes», que es la mácula que nos diferencia de los demás pueblos de la Tierra. Por eso, la izquierda defensora de todas las causas justas del mundo menos la catalana puede hablar del 12-M como un triunfo de la reconciliación con España pero no de la represión de España, e incluso creérselo. De todas formas, no podemos culparles: también dentro del independentismo se ha acabado asumiendo la represión como un detalle junto a la magnitud de la “traición” y la mentira de los dirigentes del proceso, y así nos añadimos a este consenso de la Cataluña plural que en cierto modo se lo merecían, como un karma instantáneo que hermana a un pueblo engañado. Los derechos políticos de los políticos independentistas no cuentan, porque, total, tampoco representan al país diverso, que sólo se representan a ellos mismos.
La Cataluña plural, pues, también resulta ser ésta: un país indolente, tanto le zurzan política, ferroviaria, lingüística o fiscalmente. Eran habas contadas: retirados y autorretirados del tablero de juego un gran grueso de catalanes que molestaban, Cataluña por fin ha dicho que quiere ser lo que España quiere que sea. Sin un ápice de coacción, habíamos quedado: ella solita. En este contexto, los favorables al bloqueo de la gobernabilidad española en Madrid, con mayor razón esperamos que los partidos independentistas bloquen la gobernabilidad española en Cataluña. Es lo mínimo que se les puede pedir si se tienen como tales, ahora que nos cantan el responso: autoestima e iniciativa, dos de los ingredientes que llevaron más lejos el movimiento y que ahora nadie quiere recordar, pero que siendo catalán elevado a la máxima potencia lo hicieron diverso, plural y transversal.
(1) https://www.vilaweb.cat/noticies/video-joan-tarda-crida-erc-no-bloquegi-investidura-salvador-illa/
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