Afirma Javier Cercas que «se puede ser demócrata y estar a favor de la independencia, pero no se puede ser demócrata y estar a favor del derecho a decidir». El escritor catalán de origen extremeño lo dice en un artículo publicado hace pocos días en el diario español El País. A juicio de Cercas, los catalanes estamos viviendo «una especie de totalitarismo soft» que los partidarios del derecho a decidir han impuesto sobre los que son contrarios al mismo. La trampa ideológica de Cercas es, como ya hemos visto otras veces, equiparar el totalitarismo en el ascenso político y social del soberanismo. Ante la falta de alternativa convincente, y ante la avalancha de argumentos emocionales o cuantificables en favor de la secesión, los partidarios de la unión con España acusan a los soberanistas de totalitarios. Sinceramente, esperaba más de Javier Cercas.
Esta consolidación del soberanismo, a su juicio, se refuerza por el temor a expresarse que él cree que tienen aquellos que piensan diferente. Esta idea no deja de ser paradójica, e incluso hilarante, porque él mismo se desmiente al publicar su opinión con total libertad en un medio de comunicación. Los adversarios del derecho a decidir tienen tantas o más tribunas que sus partidarios: que hagan uso o no depende únicamente de ellos mismos.
En su artículo, Cercas hace una analogía del derecho de decidir con un semáforo, para afirmar que él no tiene derecho a decidir si se detiene o no ante un semáforo en rojo, al igual que dice que no tiene derecho decidir si paga impuestos o no paga. Continuando la poco afortunada analogía entre el derecho de autodeterminación y un semáforo, se le podría preguntar si tiene derecho a cruzar o no la calle si el semáforo, a causa de una avería o por la razón que sea, se ha quedado bloqueado en rojo. El núcleo de su argumento, que Cercas blande justo después, es el peso de la ley. Como la ley no permite que los catalanes nos autodeterminemos, la cuestión queda cerrada. Si fuera por la ley, las mujeres todavía no votarían y los negros de Estados Unidos continuarían segregados. La democracia y la libertad están siempre por delante de las leyes. Cercas, que ha escrito sobre el falangismo y sobre el 23-F, debería saberlo mejor que nadie.
Afirma Cercas, también, que el independentismo sólo está representado por ERC y la CUP. Según él, el resto de diputados del Parlamento de Cataluña no son inequívocamente soberanistas. Creo que aquí también se equivoca, ya que en las elecciones del 25 de noviembre CiU incluyó en su programa, por primera vez, el objetivo del Estado propio. Y no es necesario tener un master en ciencia política para entender que un Estado catalán equivale a la independencia de Cataluña. Cercas exige una definición clara porque «todavía no sabemos si Convergencia es independentista, pero sí sabemos que Unió no lo es». Yo lo diría de manera diferente en forma y fondo: ya sabemos que Convergencia es independentista, pero todavía no sabemos si Unió lo es. Continúa Cercas diciendo que si CiU se presenta a unas elecciones con la bandera de la independencia las perderá. ¿Cómo lo sabe? No lo sabe, pero esta posibilidad le encaja muy bien para cuadrar el artículo.
Dejo para el final la principal perla de su texto, donde Cercas asegura que el derecho a decidir es «un derecho fantasmal que no ha sido argumentado, hasta donde alcanzo a entender, por ningún teórico». El lector comprenderá que, en relación con este punto concreto, me ahorro la réplica porque la afirmación es tan absurda como ridículo sería mi intento de resumirle todos los estudios relacionados con el derecho de autodeterminación.
Jaume Clotet
EL PUNT – AVUI