Vida y muerte de una escritora pamplonesa, emigrada a Bilbao, que denunció que la guerra era un negocio, y que abogó por un mundo en paz y sin fronteras
Vista de la calle Navarrería, donde nació Juana Mir. Redacción DNN
Una familia de Pamplona
No se conservan fotografías de Juana Mir, ni apenas se conocen datos sobre ella. De hecho, era una desconocida hasta que la historiadora Asunción Badiola la descubrió al revisar los datos de mujeres detenidas durante la Guerra Civil en una cárcel bilbaína. Sabemos, eso sí, que nació en Pamplona el 14 de febrero de 1893, y que tuvo dos hermanos, llamados Genara y Joaquín. Y que sus padres eran Octaviano Mir Mata y Victoria García Lacarra, que en el tránsito del siglo XIX al XX tenían el domicilio familiar en la calle Navarrería de Pamplona. Y sabemos también que Octaviano era profundamente católico, y que tenía una posición económica desahogada, fruto de su trabajo como periodista. Trabajó como redactor de El Eco de Navarra, y dirigió periódicos foráneos como El Vizcaíno de Bilbao, La Atalaya de Santander, El Observador de Cádiz y El Castellano de Burgos. En esta última localidad se encontraba en 1905 cuando redactó, con motivo de los Sanfermines, un encendidísimo artículo, titulado Mi ofrenda, publicado en la revista pamplonesa La Avalancha. El texto, cargado de nostalgia y amor por Navarra, nos facilita algunos datos familiares. Dice, por ejemplo, que su labor profesional era “una peregrinación del periodismo católico sobre la Tierra”, frase que se justifica por los diferentes destinos que tuvo, y desvelaba además que había tenido cuatro hijos muertos al poco de nacer, que constituían su personal ofrenda a San Fermín.
Recorte de prensa del diario ‘Euzkadi’ del 25-10-1938, donde se da cuenta del fusilamiento de Juanita. Redacción DNN
A vivir a Bilbao
El destino de la familia se verá marcado por la fundación en 1899 del primer periódico nacionalista, llamado El Correo Vasco, impulsado por los hermanos Luis y Sabino Arana Goiri, que designaron como primer director a Octaviano Mir. Ello obligó a la familia a desplazarse a Bilbao, cuando Juanita cuenta 16 años, domiciliándose en la llamada Villa Bérriz, del barrio de Iralabarri. Apenas tres meses después de su apertura, el gobierno español de Francisco Silvela clausuró el diario, por ser “atentatorio contra los intereses sagrados de la integridad de la patria”, pero el destino de los Mir-García estaba ya unido a la villa de Bilbao, y Octaviano proseguirá allí su periplo profesional hasta su muerte. Hemos localizado una nota breve, publicada en La Avalancha de Pamplona, donde se da cuenta del fallecimiento de su antiguo colaborador, ocurrido al parecer el 19 de noviembre de 1921. Mientras tanto, desde el año 1915 Juanita se ha trasladado a vivir a un piso situado en el centro de Bilbao, en la calle Euskalduna nº 4, 3º derecha, domicilio de donde los fascistas la sacarían, años más tarde, para llevarla a prisión.
Escritora y actriz amateur
Durante aquellos años la joven Juana inicia su actividad intelectual, en la que demuestra no haber olvidado sus orígenes pamploneses. Colabora con el Ateneo Navarro de Bilbao, cuyos miembros solían reunirse en la Casa Navarra, y participa en el denominado Ropero Navarro, que organizaba festivales infantiles y actividades culturales en fechas señaladas, singularmente por San Fermín. En el citado Ateneo Navarro llegará a debutar como actriz aficionada, en la obra de teatro titulada El Conflicto de Mercedes, comedia escrita por Pedro Muñoz Seca en 1922 y dirigida por Rufo Gómez Bayona en 1929. Desde el año 1923, además, comienza a publicar algunos relatos en la revista Euskalerriaren Alde, de corte costumbrista e inspirados en el mundo rural vasco, como Axun (1923), Juan Miguel (1925) o Abendaño-Baldabazayta, ¿Leyenda? ¿Historia? (1928). Mientras tanto, entra a trabajar en el diario bilbaíno La Tarde, en principio para hacer pequeños encargos, pero poco a poco empieza a colar sus colaboraciones. Parece ser que, de inicio, le pidieron que escribiera sobre temas considerados “propios de la mujer”, como moda o asuntos livianos, y probablemente ahí haya que enmarcar ciertas poesías dedicadas a la Virgen del Carmen, o algunos artículos en los que criticaba la supuesta frialdad de bilbaínos y bilbaínas en los asuntos del corazón. También a este período pertenece un relato de temática vasca y corte histórico, titulado Mikel de Etxezar (1930).
«La mujer escribe» columna de Juana Mir en el diario ‘La Tarde’ del 15-5-1937. Redacción DNN
Compromiso y Guerra Civil
No obstante, y conforme el clima político europeo se va enrareciendo, se hace más evidente el talante social, comprometido y pacifista de Juanita Mir. Ya en 1930 escribe Solo fue un sueño, artículo donde planteaba un mundo en paz y sin fronteras, y con una penetración visionaria llega a afirmar que las guerras no son otra cosa que un fabuloso negocio para los poderosos. Con el inicio de la intervención italiana en Etiopía (1935) critica con fuerza las atrocidades que los fascistas cometían en aquel país, pero aun así, su compromiso se hace todavía más evidente con el inicio de la Guerra Civil. Muy pronto se verá atrapada en un Bilbao hostigado por los fascistas, y en septiembre de 1936, cuando se cumplían dos meses del alzamiento franquista, escribe Heroísmo y sacrificio, donde alababa el patriotismo de quienes entregaban dinero y joyas para sufragar los gastos de guerra republicanos. Desde 1937 en el periódico La Tarde le adjudican una sección propia, titulada La mujer escribe, donde denuncia las atrocidades de la guerra. Escribe sobre los bombardeos de Gernika y Durango, localidades que llegó a visitar en persona, también sobre el ametrallamiento de ambulancias de la Cruz Roja a manos fascistas, y sobre la angustia y la crueldad que suponía tener que enviar a los niños y niñas vascas al extranjero, para librarlos de los bombardeos, separándolos de sus padres. Sin dejar a un lado su veta combativa afirma firmemente que todos aquellos crímenes “no logran domeñar el alma altiva de Vasconia”, pero lo que probablemente Juanita Mir ignoraba era que aquellos artículos, cargados de compromiso, iban a ser detectados por los franquistas, lo cual supondría su arresto algunas semanas más tarde.
Detención y muerte
Bilbao fue ocupado por los fascistas el 19 de junio de 1937, siendo curiosamente los soldados de la 5ª Brigada Navarra, paisanos de Juanita Mir, quienes a media tarde ocuparon el Ayuntamiento, haciendo efectiva la caída de la villa. Como siempre suele ocurrir, detrás de los desgraciados que se la jugaban en el frente solían llegar las “ratas” que se ocupaban de la represión, y pocos días más tarde los fascistas detenían a Juanita, el 6 de julio, día del inicio de los Sanfermines, trasladándola a la prisión de Larrinaga. Se le acusaba de haber impartido “charlas femeninas sobre cuestiones sociales”. Y se le imputaba también haber “incitado a seguir la causa rojo-separatista”, injuriando con ello “al Glorioso Ejército” español, al achacarle hechos criminales como la destrucción de Gernika. Es decir, que le acusaban, ni más ni menos, que de haber dicho la pura verdad. El consejo de guerra se celebró el 20 de julio, y la pamplonesa fue condenada a muerte. La ejecución se verificó al mes siguiente, en la madrugada del 5 de agosto de 1938, en los muros del cementerio de Derio, y a Juanita le acompañaron hasta el paredón otros 14 hombres, entre ellos su compañero periodista Melchor Jaureguízar Gogor, que había sido concejal del PNV por Barakaldo. El forense que certificó la muerte de Juanita dijo que había fallecido “a consecuencia de heridas por proyectiles de arma de fuego de pequeño calibre”, probablemente el tiro de gracia posterior al fusilamiento, y luego fue arrojada a una fosa común. De allí la sacaron al parecer sus hermanos, para llevarla al panteón familiar situado en el mismo cementerio de Derio, donde definitivamente quedó enterrada.
De este modo desaparecía una mujer que, tan solo unos meses antes, había dejado escrito que había que desterrar el odio del mundo “para que nunca luchen hermanos contra hermanos, de ninguna raza, de ninguna condición”. Tras aquellos días oscuros, un manto de silencio se abatió sobre la figura de Juana Mir, cuya memoria se perdió durante décadas. Y así siguió hasta que historiadores como Asunción Badiola, Amaia Kowasch y Aitor Garjón la han rescatado y reivindicado ante sus paisanos. Mucho hemos tardado…
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